Cuantos menos días de confinamiento, mejor. Tampoco canto...
CUADERNO DE EXCEPCIÓN-DÍA 43 ·
Secciones
Servicios
Destacamos
CUADERNO DE EXCEPCIÓN-DÍA 43 ·
Cuadragésimo tercer día de confinamiento. Cuarenta y tres años tengo yo, los cumplí el pasado septiembre. Siento que esta coincidencia, que en realidad no significa nada, debo celebrarla de alguna manera. Busco en los cajones las velas que adornaron la tarta de la fiesta ... sorpresa que me organizaron. No fue, en realidad, una sorpresa, porque me enteré antes. Pero hice como que no e intenté hacerme el asombrado. Creo que no disimulé bien, que se me notó en la cara y que se dieron cuenta. No me preguntaron si ya lo sabía, ni yo aclaré que estaba ya al corriente. Para qué. No soy muy de festejos pero sentí el calor de los amigos. Ahora, al pensar en la celebración aquella, creo que estuvo bien que la organizarán. Pienso en llamar a todos los que asistieron para decírselo pero creo que es mejor que lo haga por aquí. Así que lo escribo por si alguno tropieza con mi agradecimiento. Encuentro las velas: un cuatro y un tres. No hay tarta en casa. No hay galletas. No hay magdalenas. No hay dulces. Me da cosa clavarlas en la dorada que descansa sobre la cebolla y la patata panadera. Las coloco al final sobre una cama de fresas y yogur. Busco el mechero, las enciendo. Las llamas se contonean ante mí. Son frágiles, basta un soplido para acabar con ellas, y al mismo tiempo queman. En las condiciones adecuadas, pueden provocar un incendio. Soplo mientras pienso que, al contrario de lo que sucede con los cumpleaños, no deseo que se cumplan muchos más. Cuantos menos días de confinamiento, mejor. Tampoco canto lo de que es un encierro excelente. Las velas se apagan a la primera. Me parece que eso significa que estos pulmones de mediana edad están bien, en forma. Que sigan así, hinchándose y deshinchándose incluso cuando estoy dormido.
Esta mañana fui a la panadería y al quiosco en bicicleta. Esa breve excursión es uno de mis placeres diarios en este confinamiento. He vuelto a comprar periódicos en papel, había dejado de hacerlo. Me he reencontrado con una sensación que había olvidado, la de no leer las noticias en el teléfono. En la cola un señor me preguntó que cómo hago para tener todos los días algo que contar. Me hubiera gustado responderle, pero no pude. Me hago esa misma pregunta a diario. Me encontré en el camino con padres paseando con sus hijos. Es el primer día que pueden salir de casa. Algunos pequeños llevaban mascarilla. Me pareció siniestro verlos así. Un niño me miró fijamente, muy serio, tras algo que parecía un bozal. Me recordó a la mirada de Hannibal Lecter en 'El silencio de los corderos'.
Lea la serie completa pinchando aquí.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.