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Hasta que llegó el covid, Julio Ceballos se pasaba diez meses al año viajando por trabajo y los dos restantes, tratando de poner los pies en el suelo en Shanghai, su base en China durante los últimos 17 años. Casi dos décadas que recoge ... en 'Observar el arroz crecer. Cómo habitar un mundo liderado por China' (Ariel, 2023), un libro en el que recoge su personal visión sobre el gigante asiático. Un volumen que el columnista de El Diario Montañés presentará hoy en el Ateneo (19.30 horas) en el Aula de Cultura, acompañado por Javier Cavada, Presidente y CEO de Mitsubishi EMEA.
-¿88 cápsulas o capítulos sirven para entender China?
-Es tal el desconocimiento y la falta de simetría entre cuánto sabe China de Occidente y lo poco que sabe Occidente de China que todo suma. No he pretendido escribir un libro total; es una realidad inabarcable, poliédrica y muy compleja, pero he enfocado la atención en 88 temáticas que considero importantes no solo para entender el mundo de hoy en día sino también la mentalidad China, siendo además la potencia que está a las puertas de convertirse.
-En ese sentido, dice que a partir de ahora, entender a los chinos resultará decisivo. ¿En qué punto de comprensión estamos?
-En uno no bueno. Y que, además, retrocede y se deteriora. Primero porque seguimos mirando a China desde el exotismo, el cliché, el estereotipo, el lugar común, que simplifica en exceso la realidad y no ayuda a tender puentes de conocimiento y además por la polarización; la mayor parte de la narrativa occidental lo que traslada es recelo, rechazo, antipatía... Muestra a China de una manera muy desagradable, muy inhumana, muy gris, muy fea, cuando lo cierto es que, desde dentro, es un país en el que se vive razonablemente bien, que acoge al extranjero, que es bastante amable con sus rarezas y contradicciones y taras, porque no es un sistema perfecto, pero no refleja, en la mayor parte de los casos, esa imagen tan fea que se proyecta. Eso he pretendido; es un libro que da una imagen humana del país, que es la que a mí me ha brindado.
-¿Esa visión es consecuencia del desconocimiento y de una tradicional colonialista frente a una cultura no conquistada?
-Sí. Y no se ha podido conquistar por muchos motivos, pero uno de ellos es que tampoco es fácil. Hay una frase de Xi Jinping que es una declaración de intenciones: China tine que conocer mejor el mundo y el mundo tiene que conocer mejor China. Nos llevan mucha ventaja en ese sentido por dos razones; están dedicando mucho más tiempo a conocernos porque quieren recuperar la posición primordial y central que ocuparon durante siglos en el escenario mundial. Para ellos tienen que aprender a ganar en un sistema que ni es asiático ni es comunista, basado en valores de la democracia liberal. Y tienen verdadera curiosidad. En nuestro caso, ni hay interés ni hay necesidad y, además, es muy difícil. Somos una cultura transparente y fácil de conocer, pero para conocer China el idioma en sí es una gran muralla, la mentalidad es muy críptica. Son culturas intrínsecamente opacas.
-¿Cómo se sortean esas dificultades?
-Con una actitud humilde. La del estudiante que quiere aprender y para hacerlo lo mejor es ser prudente, paciente y no tener demasiadas expectativas y dejar al lado los estereotipos, porque China sorprende. Mucho.
-Afirma que una de las claves de su permanencia en la historia es su escritura.
-Siempre digo, cuando se habla de la falta de libertad de expresión, que las cosas se ven muy distintas intramuros. La Gran Muralla solo es visible desde fuera, desde dentro no se ve; no te sientes oprimido ni coaccionado. Esa imagen alarmista de una sociedad que a la mínima salta por los aires, no existe en absoluto. Adentrarnos en esa cultura con códigos tan diferentes, con una escritura tan endiabladamente difícil y unos esquemas mentales tan distintos y contra intuitivos, cuesta, claro.
-Una sociedad en la que no hay lugar para los mediocres, ¿qué hace con quienes no pueden seguir ese ritmo?
-Hay un dicho en China que expresa algo así como «los capaces hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben». Es una cultura de una meritocracia caníbal. La filosofía de tonto el último se lleva hasta el extremo de muerto el último. De casi todo no hay suficiente para todo el mundo, así que tienen que ponerse las pilas, estar muy hábiles y despiertos para no perder oportunidades. Es una sociedad muy competitiva, una sociedad cruel, que puede pecar de brutal e incluso inhumana, pero estos adjetivos los utilizamos desde nuestro sistema de valores. Y ese es el problema; empleamos nuestras herramientas y no son las más aptas. Ellos no se ven a sí mismos así y ambas partes estamos en lo cierto.
-¿Los 17 años que lleva allí son suficientes para encajar en la sociedad asiática?
-Para nada. No encajas nunca y además eres extranjero las 24 horas de todos los días porque vas pegado a una nariz que demuestra que no eres de allí y nunca te tratarán como si lo fueras. No sales jamás de tu asombro, lo que tiene ventajas y desventajas. Por ser guiri, juegas en otra liga; no esperan que te comportes como uno de ellos. Mi primer jefe chino, cuando me veía estudiar cada cosa, me dijo: «ojo, Julio, porque entender China exige de varias vidas». Ahora sé mucho más que el común de los occidentales, pero sigo a menudo fuera de juego.
-Dedica el libro a la gente de China que tanto le ha enseñado. ¿Cuál ha sido el aprendizaje más importante?
-Me alegra mucho que menciones la dedicatoria porque nadie se merece este libro más que ellos. Lo mejor de China son los chinos bajo toda consideración. Es gente entrañable, hospitalaria, cariñosa. A mí me han tratado muy bien. Si tuviera que extraer una sola lección sería lo claro que tienen que una combinación de metas claras, estrategia largo placista y tenacidad es la fórmula mágica para conseguir lo que quieras en la vida. Y si no llegas tú, ya llegará tu hijo o tu nieto. Ellos juegan en ciclos de siglos. Se inmortalizan en su descendencia.
-¿De qué sirve tener a los políticos mejor preparados del mundo si no hay opción de ir contracorriente?
-Son importantísimos los contactos, no vale solo con capacidades y destrezas. Y otra cosa que no pasan nunca por alto es la suerte, lo sobrenatural, lo esotérico... Hacer determinadas cosas en un momento u otro, define completamente el resultado. Ellos lo tienen clarísimo. Esta gente está aquí desde siempre. Si se toman tan en serio eso, será por algo...
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