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La infancia como el paraíso perdido, del que salimos casi sin darnos cuenta para pasarnos el resto de la vida tratando de buscar lo ... que allí teníamos. De ese sueño iluso y cálido, inocente y protector, a la realidad de una sociedad adulta en descomposición, con el hambre, el miedo y las privaciones como horizontes cotidianos, y solo la esperanza de un mundo mejor –encarnado por la bonanza norteamericana– como contrapeso en la balanza de la vida. El escritor Radu Pavel (Oravița, Rumanía, 1969) retrata y ahonda en la naturaleza humana desde esa perspectiva infantil y a la vez tremendamente madura en 'Dulces sueños, queridos niños' (Editorial Tres hermanas), novela que alcanza su sexta reedición en español y que el autor presentó esta semana en la Librería Gil dentro de las actividades de la Feria de Editoriales Fieramente Independientes, donde recaló dentro de una gira que le llevará desde Santander hasta Madrid.
–¿Cuál es la esencia de la historia que cuenta en 'Dulces sueños, queridos niños'?
–La novela es una historia sobre la infancia y los sueños de esa época, y sobre lo que queda de estos sueños después de 10 o 20 años, cuando nos convertimos en adultos. En ese sentido, lo único que individualiza la historia es el hecho de que sucede en Rumanía. También lo hace el contraste tremendo que existe entre la Rumanía comunista y la América capitalista, a la cual consiguen llegar algunos de esos niños que sueñan. Muchas veces ocurre que, cuando por fin se cumplen esos sueños, descubres que no eran lo que tú habías soñado. Cumplir los sueños de la infancia no implica felicidad. De hecho, la infancia es la felicidad.
–Utiliza el fuerte contraste que existe entre la infancia y la realidad de una sociedad sometida a una dictadura. ¿Cómo ven unos niños ese mundo?
–Los niños, incluso los que viven en zonas muy pobres, viven la infancia envueltos en una luz muy especial. Para algunos niños de las posguerras su imagen de felicidad en la infancia transcurre entre los tanques aparcados en las calles.
–Su propuesta narrativa se asienta sobre una estructura muy calculada. ¿Cuáles son las claves de ese planteamiento?
–La novela tiene una estructura bastante compleja que permite mezclar diferentes planos. Desde esa construcción he tratado de recrear tanto la perspectiva de la infancia como la de la madurez, de tal manera que esa superposición de etapas permite mantener un suspense en la construcción de la novela. A medida que el lector avanza va poniendo nuevas piezas en la historia.
–¿Qué parte de autobiografía hay en este libro?
–Puede haber fragmentos, pero ningún aspecto del destino de los personajes tiene que ver con el mío. Hay un personaje que es escritor, como yo, y otros que llegan a América, y en ese sentido me he basado en mi propia experiencia porque yo también pasé casi un año en Estados Unidos. Obviamente también hay conocimientos y realidades extraídas de mi propia experiencia durante la época comunista. Y hay un gran trabajo de documentación.
–¿Cómo recuerda la época comunista?
–Fue un periodo de cierre para los ciudadanos combinado con miedo, con carencias materiales, sobre todo alimenticias, y marcado por el sueño de huir. De conseguir huir. Y de fondo siempre la idea de Occidente como paraíso y la obsesión de escapar allí, de llegar al otro lado. Tiene algo de metáfora dado que significa llegar más allá, más allá de la muerte en este caso. En cierto modo, a los personajes que acaban en América les espera ese destino.
–Es usted un destacado representante de la literatura contemporánea de Rumania. ¿En qué momento se encuentra esta?
–Quizás éste sea el mejor momento de la literatura rumana. Tal vez puede resultar exagerado, pero así lo creo. Nunca ha habido un número tan amplio de escritores de diferentes generaciones que hayan conseguido tener tanta repercusión de cara a su traducción en otros países, y que sientan la libertad de poder escribir lo que quieran. Tal vez vuelva a exagerar, pero creo que ahora mismo son escritores que tienen más libertad para escribir que los de Occidente.
–¿En qué sentido?
–Cuando eres un buen escritor es normal que escribas pensando en vender lo máximo posible, y si lo eres en lengua inglesa, alemana o española tienes un gran mercado, por lo que tal vez en mi caso estaría dispuesto a hacer determinadas concesiones para que el libro se venda mejor. En Rumanía en cambio el mercado es muy pequeño, por lo que nunca tienes esas tentaciones.
–¿Cómo valora la sexta edición de su novela en castellano?
–Ser traducido a esta lengua te da una proyección enorme, porque la hablan en toda España y toda América latina. Gran parte del mérito reside en la propia cultura española, de un espacio cultural que acepta y acoge estos libros, y también de la editorial Tres hermanas, por su interés y su esfuerzo.
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