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Mariana de Paula Ferreira (Brasil, 1984), cuyo nombre artístico es Mari Paula, es brasileña, pero desde hace dos años forma parte de una generación de ... bailarines en Cantabria que está consiguiendo que la danza tenga cada vez más protagonismo. Tiene su propia compañía y también trabaja en el campo de la formación, de la creación y de la gestión en el ámbito de las artes vivas. Hoy domingo se estrenará en la Filmoteca, a las 17.30 horas, un proyecto de vídeoarte, que lleva por título 'Espacios habitados' y que tiene como meta fundir la danza con las instalaciones contemporáneas y lo rural en un mismo espacio. Mari Paula se ha encargado de la parte de la danza.
–Mañana presenta 'Espacios Habitados: cuerpografías para visibilizar territorios'. ¿En qué consiste?
–Es una pieza de videoarte que a mí me ha aportado muchas cosas a nivel personal. Nace de varias intervenciones artísticas; de la mía, que se basa en cartografiar territorios a través del cuerpo, y de la que desarrollan desde hace siete Carlos Molina y Juan Sebastián López Galeano que se llama 'Espacios habitados' y que consiste en hacer intervenciones artísticas a través de la luz en distintos lugares de la 'España vaciada'. El año pasado Carlos Molina y yo trabajamos juntos y quedé enamorada de su visión de la luz. Conocía el proyecto que hacía con Sebastián y les propuse hacer un combinado de sus investigaciones con las mías.
–¿Cómo llevaron a cabo el proyecto?
–Contactamos con el arquitecto Adrián Torices que hizo un estudio de las zonas que más población han perdido en los últimos veinte años en Cantabria y las tres que más lo han hecho son Tudanca, Valdeolea y Luena. Luego visitamos durante diez días estos tres lugares para elegir donde íbamos a hacer las instalaciones. De forma paralela, la bailarina y coreógrafa Rebeca García y yo trabajamos los movimientos para poder cuerpografiar esos espacios mientras se fue realizando la instalación en tomas de día y de noche. Contamos también con la colaboración de Jaime Peña, un músico de la región que se encargó de captar el sonido y de recopilar músicas tradicionales cántabras a las que pone su propio sello.
–¿Y cuál ha sido el resultado?
–Pues son 50 minutos de filmación que yo creo que ha quedado muy bien, más que nada porque ninguno somos cineastas ni nuestro trabajo se relaciona con el cine. Somos unos aventureros cada uno dentro de su disciplina que hemos juntado toda esa voluntad para registrar lo que vivimos y la obra que instalamos en esos lugares. El resultado es bonito, pero también el proceso para realizarlo nos marcó mucho.
–¿Qué diferencia hay entre una coreografía y cuerpografiar los espacios?
–La coreografía crea un movimiento y la cuerpografía es la relación del cuerpo con la geografía. Por eso en cada espacio elegido hemos creado movimientos específicos que puedan potenciar ese lugar. Eso permite dar nuevos puntos de vista de ese sitio a través del espacio.
–¿De todas las vivencias que experimentó durante esta videocreación con cuál se queda?
–Para mí ha sido muy especial porque no soy ni cántabra ni española. Soy brasileña, llegué aquí porque me casé con un cántabro y después de hacer este trabajo tengo la sensación de que he dejado de ser forastera. He conectado mucho más con esta tierra, la he entendido mejor y he podido reconocer lo que es y lo que ha sido. Valoro mucho más a Cantabria y, sobre todo, a la gente que sigue viviendo de los oficios tradicionales como el ganado o la agricultura. Yo vengo de Sao Paulo, que es una de las mayores ciudades del mundo, y este trabajo ha sido para mí como dar una vuelta a la tortilla y conocer otras formas de vida muy distintas a las mías.
–¿Cuando llegó a Cantabria?
–Hace dos años. Llevo cinco años en España, pero los primeros viví en Granada. Allí conocí a mi pareja que es de aquí y decidimos venirnos a vivir a Santander y la verdad es que estoy encantada. Me he encontrado una escena de danza emergente que me ha acogido muy bien y que ha hecho que no me sienta extranjera.
–¿Qué panorama de la danza se encontró a su llegada?
–En Cantabria siempre ha abundado la formación en danza y, sin embargo, cuando yo llegué no existía un panorama profesional. Hasta hace dos años no se ha empezado a gestar y de hecho en las subvenciones de ayudas a la producción, que concede el Gobierno de Cantabria, la palabra danza ni aparecía. Pero gracias a la Asociación de Profesionales de la Danza, Movimiento en Red, las cosas están cambiando. Este colectivo al que pertenezco ha dado visibilidad a la danza en la región y ha mostrado que las condiciones de un espectáculo de danza son bien diferentes a las del teatro. Hasta el suelo del escenario debe ser diferente para un bailarín que para otro tipo de intérprete. Ahora se está empezando a dar importancia a nuestra disciplina porque tenemos la suerte de que todos los profesionales de la región nos llevamos muy bien y hemos creado una comunidad que va sumando. Todavía hay mucho por hacer pero existe ya un movimiento muy bonito. Y ya nos tocaba porque aquí al lado tenemos una ciudad como Bilbao que está a años luz con respecto a nosotros.
–¿Cuándo empezó a bailar?
–Tristemente empecé a los siete años porque mi madre no me dejó antes. Recuerdo que cuando era niña antes de dormir rezaba para que cumpliera pronto los siete años y poder apuntarme a clases de ballet clásico en una academia. Y aquí sigo, sin poder dejar de bailar.
–Ahora hace danza contemporánea, ¿por qué le atrae más que la clásica?
–En la danza contemporánea el artista tiene más posibilidad de expresar sus propias reflexiones, desde pensamientos filosóficos hasta posturas más políticas. Este tipo de danza abre un margen para el discurso que va más allá del movimiento. Y a mí es lo que me llena. Cuando creo una pieza no me detengo en la coreografía y lo que creo es una historia que se cuenta a través del cuerpo. En la danza clásica eso no se puede hacer porque los roles ya están muy establecidos. También me parece que el movimiento de la danza contemporánea está más relacionado con la actualidad que vivimos. Pero la danza clásica también es bellísima y yo la valoro mucho.
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Ana del Castillo
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