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SAYURI NISHIME
Lunes, 23 de abril 2018, 07:14
Empezó como cuentista con 14 años y desde entonces no ha dejado de narrar. Ha publicado 59 obras entre novelas, cuentos, antologías, ensayos y testimonios. Sergio Ramírez Mercado (Masatepe, 1942) es el primer autor nicaragüense y centroamericano en conseguir el Cervantes y hoy acude al ... Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares para recibir el premio. En su discurso, el escritor, periodista, político y abogado tendrá mucho que contar. Ha ganado nueve galardones literarios internacionales de la literatura, siete países lo han condecorado y fue vicepresidente de Nicaragua entre 1985 y 1990.
- ¿Qué ha significado conseguir el premio más importante de las letras en español?
- Creo que un premio como este significa subir a una plataforma literaria importante. No solo subo yo, sino que los escritores jóvenes de Nicaragua y de Centroamérica también podrán conseguir relevancia en el mundo, y dejarán de tener la frontera por casa, porque el problema con la literatura no es escribirla -aquí sobra quien la escriba, y con mucha calidad- sino quién la publica.
- Su historia con la literatura empieza a los 14 años y en 2017 publica su último libro 'Ya nadie llora por mí'. ¿Qué tiene la escritura que lo ha atrapado tanto?
- A finales de los años 50 y comienzo de los 60, en Nicaragua abundaba la poesía y yo intenté escribir cuando llegué a la universidad, pero dije: «Aquí sobran poetas». Además, los de mi generación eran muy buenos; sobre todo las mujeres, como Ana Ilce Gómez, Michelle Najlis, Vidaluz Meneses, Daisy Zamora... Además descubrí que lo que a mí me interesaba era contar historias y ya había publicado mi primer cuento a los 14 años. Después cofundé la revista 'Ventana' y ahí comencé a escribir cuentos, cerca de cien. Leía al Chejov, Horacio Quiroga, Hemingway... me formé con ellos y después entré en la novela.
- ¿Qué otros escritores han sido fundamentales en su carrera?
- Siempre he tenido un afán por los cierres, entonces fueron fundamentales para mí O. Henry y Chéjov porque su modo de contar es muy seductor, en el sentido de que realmente el cuento comienza desde la primera línea como que no quiere la cosa y cuando termina ya te ha contado una historia que te ha dejado impresionado. Es un final de golpe de orquesta. O. Henry lo que propone es un teorema matemático. Siempre tiene un cierre elegante, perfecto, que no deja misuras. Luego Maupassant, por la gracia para contar historias. Los tres tienen un gran sentido del humor.
- Se dice que escribe desde que comienzan a cantar los gallos ¿Cómo es su día a día?
- Entro al despacho de mi casa a las ocho de la mañana, como si se tratara de una cápsula espacial, y me quedo aquí hasta la una. Corto los teléfonos, cierro el correo electrónico y solo dejo el internet para consultar diccionarios y la información que necesite. Si ese día no imagino pues corrijo, lo importante es estar frente a la pantalla. Siempre he pensado que la literatura está hecha de dos cosas: leer y trabajar mucho. No hay otra alternativa; es decir, no se puede andar hablando de los libros que se van a escribir; si uno anda contando los argumentos en un bar de cervezas, eso se desperdicia. No es que yo sea enemigo de los bares ni las cervezas, pero cada cosa tiene su tiempo.
- ¿Qué es lo que le motiva a crear?
- Para mí las imágenes son decisivas. Cuando escribí 'Margarita, está linda la mar', lo que tuve en la mente siempre fue una imagen obsesiva: el cerebro de Rubén Darío tirado en el pavimento en una calle de León, porque se pelean a bastonazos la urna, hasta que la urna cae y el cerebro queda desvalido ahí en medio de la calle. Eso quizás porque yo tuve un entrenamiento muy intensivo de la imagen con el cine. Desde los 12 años me tocó ser operador del cine de mi tío en Masatepe. Un operador tiene que ver muchas veces la imagen a través de la ventanilla que tiene asignada para que no se altere y haya una proyección correcta.
- Uno de los encuentros que promueve es el 'Centroamérica cuenta' que reúne a más de 500 narradores. ¿Cómo ve el talento de los jóvenes en el arte de la escritura?
- Tengo muchísima esperanza y entusiasmo por los escritores jóvenes de Nicaragua. Tengo mucha fe en las generaciones que nacieron en la década de los 80 y que ya no vivieron la guerra. La recibieron como una herencia de la memoria y eso les permite enfrentar este fenómeno desde otra perspectiva.
- ¿Hay lazos que unen la narrativa de América Latina con la de España?
- Claro, en primer lugar la lengua. En estos lazos están también los temas de los que escriben: el desencanto político, la desconfianza, la traición social y política, los desajustes nuevos que se provocan en la sociedad, la crisis institucional y las burbujas económicas que arruinan a tanta gente. Luego, el fenómeno de las migraciones que afecta tanto a España como a América Latina. En España porque llega una oleada de refugiados huyendo de la pobreza o de la guerra, y en América Latina, porque exportamos forzosamente.
- Además de por sus novelas, también es conocido por sus artículos de opinión en los que realiza crítica política y social de lo que sucede en América Latina. ¿Es un compromiso de todo escritor?
- Son dos cosas separadas. Se puede ser escritor lúdico que escribe muy bien, maneja sus temas, lee muchos libros, le gusta a la gente, le gusta a la crítica pero no habla de política, no habla de la situación social. Pero yo pertenezco a otra raza, a otra categoría, que aparte de su escritura de ficción, habla de lo que está pasando. Yo lo hago en mis artículos de prensa, en las entrevistas, en lo que sea, no me callo acerca de lo que ocurre.
-¿Y en la novela?
- En América Latina hay fenómenos sociales, políticos, que de alguna manera están interconectados con lo que yo escribo, pero me cuido de no mezclar una obra de ficción con propaganda política. La novela es sobre los seres humanos, no sobre la historia política; para eso tengo un espacio aparte. Saramago solía decir que el oficio de los escritores es levantar piedras y, si debajo de las piedras hay monstruos, no es culpa del escritor. Eso es lo que pasa en América Latina, debajo de las piedras siempre hay monstruos y debemos hablar de ellos.
- Monstruos que motivaron una revolución en Nicaragua.
- Llevábamos una dictadura de medio siglo, eso era insoportable para mí. La corrupción se había vuelto natural, la gente estaba adormecida. Los focos guerrilleros estaban aislados en lo profundo de la montaña y la conciencia de la gente era invisible. Ese cambio creo que lo logramos a un costo inmenso de sacrificio, de sangre, sobre todo de los jóvenes y luego vino el proceso de la revolución. Yo ocupé un cargo dentro de este aparato nuevo. Pasaron diez años en esa lucha contra la adversidad y enfrentando una guerra que fue peor todavía, devastadora. Cuando me preguntan que si volvería a hacer lo mismo, les digo que claro que sí, volvería a abandonar la escritura.
- ¿Qué se puede aportar a la construcción de la democracia desde la escritura?
- Creo que los escritores están obligados a hablar, a criticar pero no a sobrevalorar su influencia. Yo no puedo pensar que con un artículo mío el país va a cambiar, sino que es un acto de compromiso conmigo mismo. Creo que los países cambian a través de los relevos generacionales y ojalá los jóvenes recuperen el interés en la política porque sería la única manera de provocar un cambio. Me opondría con todas mis fuerzas a que en Nicaragua haya un conflicto armado porque yo sé lo que son los derramamientos de sangre. Tiene que haber un cambio pacífico y lo habrá. De eso no tengo ninguna duda.
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