Nuria Labari
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Nuria Labari
Nuria Labari regresa hoy a Santander para presentar su último libro, 'No se van a ordenar solas las cosas' (Ed. Páginas de Espuma, 2024). La cita será a las 19.00 horas en la librería Gil, donde estará acompañada por la periodista María Gutiérrez. Tras ... el éxito de sus últimas novelas -'Cosas que brillan cuando están rotas' (2016), 'La mejor madre del mundo' (2019) y 'El último hombre blanco' (2022)-, la escritora y también periodista santanderina retoma el relato breve en esta nueva entrega que consta de siete cuentos con los que nos adentramos en su particular universo poblado por personajes y situaciones de la cotidianidad contemporánea pero salpicado también de referencias culturales; por ejemplo, Leonora Carrington o la escritora polaca Wislawa Szymborska, de cuyo poema 'Fin y principio' toma prestado el título del libro.
-Eso de que 'No se van a ordenar solas las cosas' tiene la contundencia de una frase ancestral de madre y, sin embargo, es un verso de una premio Nobel...
-Es que esas dos realidades no siempre están tan lejos como parece. El verso me parece precioso, como todos los de Wislawa Szymborska, y tiene esa mezcla y ese juego tan bonito. Además de muchos ecos que pueden ser poéticos o divertidos, así que reúne un poco el sentimiento de todo el libro.
-¿Y cuál es ese sentimiento?
-Estar dirigido a seres humanos que se sienten desordenados y que sienten los desórdenes del mundo, por decirlo así.
-¿Se puede ordenar el mundo en un cuento, o en siete? ¿No haría falta una biblioteca entera?
-Para contar la historia de una familia un novelista necesita hacer 'Cien años de soledad', ir a todas las generaciones y al origen del mundo, pero un cuentista puede resolverlo con una cena de Navidad.
-¿Así de fácil? ¿Un cuento es una reunión familiar?
-El cuento es un relámpago. Es ese momento poético en el que se ilumina un espacio del mundo y cobra sentido el mundo entero. Vemos a los personajes en una escena concreta y a través de ese rayo poético, de lo que cuentan y de los silencios, si se hace bien lo sabemos todo sobre ellos.
-¿Y qué sucede cuando se pone los guantes de novelista?
-Es un género muy muy distinto; en la novela también te atraviesa una idea poética, pero luego te casas con ella... Vamos, que adquieres un compromiso para todos los días de tu vida durante dos, cuatro o a veces incluso diez años.
-¿Los cuentos, como las cosas, tampoco se ordenan solos?
-Para mí un libro de cuentos no consiste en ponerlos unos detrás de otros; tiene que tener un sentido, que cada cuento está en su lugar. De hecho, tengo muchos inéditos que no están en este volumen.
-Entonces estos siete ¿son los buenos?
-No. Son, por decirlo así, rayos de la misma tormenta.
-En el primer rayo aparecen una 'mujer marrón'. ¿Qué significa?
-Es curioso que no tengamos siquiera forma de nombrar a todas esas personas migrantes racializadas que viven en España y que nos están llenando de colores, de diversidad y de cultura. En este caso es una mujer boliviana, de piel marrón.
-Pues todavía más curioso resulta que en ese relato la 'señora' tenga envidia de su empleada...
-Las relaciones de poder son complejas y perversas y tendemos a simplificarlas. ¿Qué es arriba y qué es abajo? ¿Y quién está ahí? Los esquemas simplistas condenan también a algunas personas a vivir eternamente en el estatuto de víctima, como si no fueran nada más. Pero si las miramos desde otra perspectiva, como a esta empleada de hogar, las vemos de otra manera muy distinta.
-Pero a veces no nos gusta ver lo distinto, como en el relato en que forman pareja una española y un magrebí.
-Los últimos datos del CIS decían que lo que más preocupa a los españoles es la inmigración. Y yo pensaba, ¿será que están preocupados por la situación en la que llegan las personas migrantes a nuestras playas o por si se respetan sus derechos sociales? Pero parece que no, que entienden que las personas que viven en otro país son así, per se, un peligro para nosotros. Luego, curiosamente, en la misma encuesta, cuando tenemos que explicar cuáles son los mayores peligros, obstáculos y dificultades de nuestra vida, las personas migrantes y racializadas no aparecen hasta el décimo lugar.
-¿Entonces no somos un país moderno y sin prejuicios?
-Pesa todavía muchísimo estigma sobre las personas migrantes, pero también sobre los adolescentes, los jóvenes o las personas mayores. Incluso habitar según qué cuerpo se está convirtiendo en un privilegio. Deberíamos madurar como sociedad y como individuos, cambiar la mirada porque es una mirada asesina y un día a lo mejor nos creemos verdugos pero siempre vamos a caer víctimas de esa forma de ver el mundo.
-Con o sin prejuicios, algunos para leer el segundo relato necesitamos un diccionario de español para jóvenes...
-Bueno, yo tuve que documentarme con mi sobrino, Martín Valiente... Por supuesto, esa voz no es la mía; yo soy una mujer de 45 años, pero quería trabajar con ese lenguaje como herramienta para dar legitimidad y verdad a unos personajes que precisan atención.
-¿Qué les sucede?
-Están en apuros; es una generación que ha vivido una pandemia y que nos está diciendo a gritos que tiene mucho dolor. Hay chavales y chavalas pasándolo muy, muy mal; estamos viendo las cifras de suicidio todos los días y creo que es importante hacer algo tan sencillo como escuchar. Los adultos estamos empeñados en explicar a los jóvenes su realidad con un idioma que no es el suyo y somos muy agresivos, creo, a la hora de empeñarnos en no escucharlos.
-¿Pero cómo podemos hacerlo?
-Cambiando de 'idioma', aunque al principio nos cueste. Pero al cambiar de palabras, vamos a tener que aprender cosas nuevas. No solo es cuestión de argot: el lenguaje conlleva siempre una forma de sentir el mundo.
-¿Entonces, cómo escribe en un relato, es imposible construir cosas nuevas con palabras gastadas?
-Creo que sí. Tenemos que construir nuevas realidades, nuevas formas de relacionarnos, de sentir el cuerpo, el género, de entender el amor, la relación de pareja... Y todo esto se construye a través del lenguaje. Aunque claro, según qué esquemas mentales tengamos todo esto puede ser muy difícil. En Cantabria, por ejemplo, tenemos fervor por la tradición, que está fantástico, ¿eh? Pero también necesitamos construir cosas nuevas.
-Como santanderina, ¿es más de raqueros o STV?
-¡De raqueros!
-¿Se añora mucho la tierruca desde la villa y corte?
-Cuando llegué a Madrid, durante años tuve un sueño recurrente: soñaba que me levantaba, abría la nevera y aparecía una ola. Y detrás, una roca llena de percebes.
-Suena a incurable...
-Y tanto... Cada vez que vuelvo a Santander, fantaseo con quedarme. Lo que pasa es que, cuando te dedicas a la cultura, Madrid es un parque de atracciones.
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