Juan Pablo Fusi
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Juan Pablo Fusi
El currículum de Juan Pablo Fusi, (San Sebastián, 1945) es apabullante. Con una trayectoria de décadas, su vocación como historiador fue «una sorpresa» de la que no se arrepiente. Esta tarde estará en la Filmoteca (19.30 horas), en una nueva sesión del ciclo 'Ideas ... y maestros', para disertar sobre Gerald Brenan y Raymond Carr, una de sus referencias.
-Viene al ciclo 'Ideas y maestros'. ¿De cuál de los dos estamos más necesitados?
-Ideas hay muchísimas, no todas buenas, así que probablemente de buenos maestros. No porque no los haya, sino porque lo que quizá ha desaparecido el intelectual, el maestro como conciencia pública de la sociedad. Tener una referencia moral clara que pueda orientarnos
-Si le pregunto por un buen maestro, ¿quién le viene a la cabeza?
-Soy historiador, he estudiado en la Complutense y casi nueve años en Oxford. Como español pondría a José María Jover Zamora y en Oxford a Raymond Carr, una de las dos personas de las que vengo a hablar.
-¿Su experiencia en Oxford le sirvió para conocer otra perspectiva de entender la historia?
-Indudablemente y en más de un sentido. La historia en Inglaterra es casi como una industria; tiene prestigio, numerosas editoriales, hay programas en televisión... Solíamos hacer la broma de que Inglaterra tenía mucha historia porque no tenía futuro. La historiografía inglesa, el empirismo, el rechazo a grandes cosmovisiones, a las interpretaciones esencialistas, fue tremendamente saludable y me hizo ver la historia como algo sistemático, problemático y complejo.
-La resistencia al cambio de la derecha y el doctrinarismo irresponsable de la izquierda frenaron el liberalismo en el siglo XIX, según Carr. ¿Qué frena hoy en día los avances?
-Lo que ha provocado una alteración de la convivencia y la alternancia de partidos es la polarización. Sustituye el consenso que hubo de 1978 hasta años muy recientes. Ahora, la democracia no está en crisis, pero sí desvirtuada con un clima de polarización política muy fuerte, en parte buscada por algunos de los partidos españoles, como desgaste o barrera frente a una alternativa de gobierno. Es una estrategia política.
-En Cantabria se derogó recientemente la Ley de Memoria Histórica. ¿Eso estrategia política?
-Todas las políticas públicas de memoria histórica responden a una interpretación del poder sobre lo que ha ido ocurriendo. Siempre ha habido políticas conmemorativas. En Cantabria alguien decidió poner una estatua a Pereda o a Concha Espina, algo inocuo, porque los escritores, pintores o artistas tienen una aquiescencia muy grande por parte de todos nosotros. Pero si se pone una estatua a Indalecio Prieto o a Franco, hay un hecho claro que es exaltar esas figuras que se proyectan sobre la sociedad.
-¿Y qué marca la diferencia?
-Es distinto si las leyes de memoria histórica plantean que en la educación primen unos periodos sobre otros en los curriculum que van a estudiarse. Eso no me parece que deba hacerse. Debería consensuarse un relato o una narrativa por parte de la clase política y las instituciones educativas que hagan que el relato no sea controvertido ni sesgado. En democracia, la primera obligación del gobierno es garantizar la pluralidad de la sociedad en cualquier campo. Cada individuo es un universo, todos tenemos dignidad y debemos ser respetados.
-Como parte del sistema educativo, ¿considera necesario un pacto educativo que mantenga fuera de los vaivenes políticos esa materia?
-Por supuesto que sí. En aquello que es educación del estado, sector público y respetando también el sector privado, sea eclesial o laico, en razón del pluralismo de la sociedad. Cada ciertos años se introducen materias nuevas, la vida cambia a gran celeridad que hace envejecer cualquier disciplina o sistema educativo por las novedades científicas o tecnológicas, pero en los saberes fundamentales, necesarios para la educación elemental, debería haber un consenso. Lo principal que debe evitarse es el cambio con cada cambio de gobierno con su plan de educación distinto. Es un disparate que confunde y degrada la educación. Algo inaceptable. Rotundamente tiene que negociarse. Pero, volviendo a la cuestión previa, es muy difícil que ocurra en España con el clima de polarización existente.
-En un mundo de investigación y docencia como el suyo, ¿qué papel tiene la divulgación, como la que hará hoy en la Filmoteca?
-Es parte natural de nuestra vocación educativa. Se puede hacer algo banal o una vulgarización bien hecha y precisa que el público acepta muy bien. Los lenguajes de las humanidades son asequibles para todo el mundo, no necesitan una preparación compleja y por tanto, es esencial. Primero, para nosotros, privadamente, proyectarnos sobre la sociedad casi por higiene mental; si sabe un mucho de la Revolución Francesa tiene que darle salida. A la gente le interesan mucho muchas cosas más de las que pensamos. Y, como decía Ortega y Gasset, el hombre no tiene naturaleza, lo único que tiene es historia. Para entender lo que Cantabria es, tendremos que entender lo que ha ido siendo en el tiempo. Cualquier disciplina humanista tiene una función social indudable. Y además es muy satisfactorio.
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