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«Me siento muy honrado de ser el presidente del jurado en la primera competencia en Santander», dice Pablo Trapero (Buenos Aires, 1971). El argentino ... ejerció de cabeza de los responsables de elegir a los premiados en el Festival de Cine de Santander. Director, guionista, productor, suyas son obras como 'Mundo grúa', 'El Clan', 'Carancho' o 'Leonera', entre una decena de títulos premiados en los Goya, los Cóndor o la Mostra de Venecia.
-Se le presenta como un autor destacado del nuevo cine argentino ¿Qué es el nuevo cine argentino?
-Es muy simpático porque ya tiene como 30 años. Se llamó nuevo cine argentino a un movimiento que surgió en los años 90 y responde a una denominación que hizo más la crítica que nosotros los realizadores. Mucha gente encontraba algún tipo de propuestas en común; éramos de la misma generación, que funcionó como renovación, hablando de nuevas miradas. Ese nombre siguió asociado a nuestras películas a lo largo de los años. Mi primera película fue en el año 1.999 y fue muy importante lo que representó en ese momento. Y de entonces a esta parte tuve la fortuna de filmar diez más.
-En casi dos décadas, que es el tiempo que usted lleva dedicado a esta labor
-Exactamente. Más o menos da un promedio de una película cada dos años desde que empecé a filmar.
-¿Ha encontrado una fórmula regular?
-No sabría decirte. El cine y la industria, la manera de ver cine, es muy dinámica y cambia mucho. Cuando yo empecé a rodar no existía ni siquiera el HD, se rodaba todo en 'fílmico'. Ahora es distinta la forma de producir, pero también de ver y acercarse a las películas. Hay muy buenas propuestas en el mundo de las series, con sus ventajas y desventajas. Son herramientas similares pero el lenguaje no siempre es igual.
-En su película 'El Clan' hace el recorrido por la vida de una familia. ¿Qué fue lo más complicado de narrar una historia tan extensa?
-Lo más complicado fue descubrir qué funcionaba mejor para la extensión que teníamos, que son unas dos horas. 'El Clan' antes de ser una película de género, un trhiller, si queremos decirlo así, es un retrato de familia. Es la relación entre un padre y un hijo y así es como está concebida. Una familia muy extrema, evidentemente, pero evoluciona más en relación a los vínculos que a la trama policial en que se van metiendo.
-¿La corrupción moral es un tema universal, que genera interés sea cual sea la cultura donde se produce?
-Creo que todos somos personajes que nos enfrentamos permanentemente a dilemas éticos. Siempre estamos tratando de entender cuál es el camino correcto y podemos equivocarnos por error o deliberadamente. Y ahí es donde empieza el límite y donde la ética empieza a definirse. Un padre que se equivoca al elegir la escuela para su hijo, no es lo mismo que Arquímedes Puccio que usa a su hijo para sus negocios ilegales y corruptos. Pero en cualquiera de los dos casos, el padre puede afectar la vida de su hijo. A todos los públicos, no importa en qué país, en qué cultura, siempre le interpela este tipo de historias.
- ¿Se planteaba llevar al público a una reflexión determinada o se mantuvo como observador limitándose a contar los hechos?
-Ni lo uno ni lo otro. No existe el relato objetivo porque nuestras opiniones siempre van a estar presentes. Tu manera de ver el mundo siempre va a estar en las historias que cuentes, lo que no quiere decir que estés de acuerdo con esas historias. Respecto al mensaje, somos tan diferentes las personas que lo vemos, que yo desconfío de las películas que se plantean de manera totémica dar un mensaje universal, porque cada persona lo entenderá según su mirada y experiencia. Es un juego que no siempre es fácil de resolver, pero es parte del trabajo cómo realizar, encontrar ese equilibrio, dejando el espacio para que el espectador complete con su propia experiencia e interpretación la historia que está viendo.
-Dicen que su cine genera debates públicos. ¿Tiene esa sensación?
-En el caso de la 'Leonera' salió una ley para proteger a los niños con situaciones como las que se reflejan en la película. También con 'Carancho' salió otra ley para proteger a las víctimas de los accidentes de tránsito. Efectivamente ha habido mucho debate con las películas. Han salido de las páginas de espectáculos o culturas y han pasado a las de interés general, hasta el extremo que te comento. Una película no sanciona una ley, pero hay alguien que se siente movilizado por la historia y decide actuar según su conciencia y lo que le genera.
-¿El cine está demasiado atado a la dependencia de financiación oficial para salir adelante?
-Depende de las películas que quieras hacer, el público al que te dirijas, la propuesta que tengas. Hay tantas formas de financiar películas como películas. Siempre fue muy difícil. Es algo que uno aprende desde que hace su primer cortometraje y por supuesto son importantes todas las ayudas, públicas o privadas. Hacer cine es un desafío desde el día uno.
-Mantiene con el público una relación de amistad en la que espera que si algo no les convence, le tengan paciencia hasta el siguiente trabajo
-(Ríe) Sí, es completamente así. Es como cuando tienes amistad con distintas personas. No a todos les gusta comer la misma comida o escuchar la misma música y tú como realizador te encuentras con un público al que le gusta más una historia que otra. Es a lo que yo me refiero con esa relación. Hay esa confianza de proponer algo esperando que guste a mucha gente, pero también es comprensible que no todas tengan el mismo resultado. Uno puede tomarla o dejarla y vendrán nuevas propuestas. Lo bueno de las películas es que existen para siempre una vez hechas. Su vida no se mide en sus tres primeros años, sino que la relación con el público es infinita.
-¿Se imaginaba que iba a ser distinguido en Francia como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras?
-Jamás (ríe). Nunca lo imaginé. ¡No sabía que podía pasarle a un director de cine de Argentina eso!. Fue una relinda sorpresa. Me siento un privilegiado por todo lo que me han dado las películas. Aprendí del cine, primero viéndolo y luego haciéndolo. El cine me ha dado muchísimo y me sigue sorprendiendo.
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Ana del Castillo
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