Secciones
Servicios
Destacamos
Dos viajes, revela José Joaquín Bermúdez Olivares, le han cambiado la vida. Uno fue el que hizo a Suecia, a mediados de la década de 1980, y por tres meses, un viaje que le forzó a cambiar de idioma, y, por tanto, a ... concebir la realidad de otro modo. El segundo es el que le llevó a conocer a los editores de La Huerta Grande, Fernando Gomarín, Phil Camino y Joaquín García-Quirós. «Me puso en contacto con mentalidades afines a la mía, que hoy son difíciles de encontrar, las de la excelencia intelectual y personal», indica el escritor −y bioquímico.
Este segundo viaje le llevó a participar en los 'Encuentros de Esles de Cayón', que se celebran en verano en el municipio cántabro, y cuyas conferencias y lecciones dan pie a la edición de libros de ensayo. Ayer, en el Museo Marítimo del Cantábrico (MMC), se presentó uno de ellos, 'El Viaje' (Colección 'Verba Volant', La Huerta Grande, 2018), donde se han reunido los textos que, sobre grandes expediciones o travesías personales, han escrito Bermúdez; el filósofo Jorge Úbeda; el filólogo Antonio Carreira, yGerardo García-Castrillo, director del MMC. Doctor en Ciencias Químicas, devoto del «enriquecimiento cruzado» que proporcionan los 'Encuentros', Bermúdez es autor de novelas, relatos, poemas; de los títulos 'El último de Cuba' (2016) y 'El hombre de negro' (2017), ambas en La Huerta Grande, una trilogía que completará con 'Los cuatro santos'. En poesía, está a punto se publicar un libro de poemas 'La tierra del chaleco' (Ed. Lastura). Ayer, Bermúdez profundizó en su texto de 'El Viaje', titulado 'Viajes a ninguna parte. Un siglo tras la llegada al Polo Sur y otros blancos'.
–Un viaje ¿implica un desplazamiento, implica transformación?
–Mi texto tiene un subtítulo, 'Viajes a ninguna parte', con varios niveles de significado. Una parte objetiva se refiere a los viajes en los que me centro, viajes pequeños introducidos en exploraciones mayores. Me centro en el viaje de Shackleton en un bote de remos dentro de su gran empeño, que era la expedición imperial transantártica; y en el viaje de invierno, que era una parte de la expedición de Scott al cabo donde criaban los pingüinos emperador. Dos viajes peligrosos, azarosos, que tuvieron éxito, aunque las expediciones en las que estaban incluidos fueron rotundos fracasos. Para Scott, mortal, y, también para Shackleton, que consiguió salvar a sus hombres, aunque la expedición tuvo bajas. Ganaron la batalla y perdieron la guerra.
'A ninguna parte' es también porque sin transformación no hay viaje, por mucho desplazamiento que haya. Es decir, el desplazamiento lo puede hacer la lata de queroseno, el trineo, el perro. Lo que postulo es que actualmente el viaje carece de sentido porque ya no se da esa transformación. Hoy en día se hace turismo.
Entiendo el viaje en un nivel global. Aunque no haya desplazamiento, estamos en el viaje por antonomasia que es el de la vida, que nos lleva a un final conocido. Nuestra vida es una peregrinación.... Hoy en día creo que transforman más los libros que los viajes.
–¿Leer y escribir constituyen un viaje en tanto que se superan fronteras?
–Ha mencionado Berna González Harbour una dicotomía:hay escritores con brújula y escritores con mapa. Está el que sabe el final, la dirección, el norte, pero desconoce el camino intermedio. Y está quien empieza con un mapa planificado, con documentalistas... Para mí, la escritura es la plasmación de una idea previa, y a partir de ahí, llega la aventura del desplazamiento.
En la lectura, parto de que todo escritor ha sido lector, cosa que, últimamente, la experiencia tiende a desmentir. La lectura es como un viaje interespacial, es una aventura, tiene mucho de viaje. No implica una adhesión total a los postulados del autor, pero puedes hacer tu propio viaje mental.
–La primera constancia escrita del descubrimiento de la Antártida se refiere a la expedición Malaspina. ¿Menciona este hecho en su texto?
–Yo empiezo en el siglo XIX con la expedición que buscaba el paso del noroeste, en 1850, capitaneada por dos marinos ingleses, con los barcos 'el 'Terror' y el 'Erebus' que dieron nombre, a modo de homenaje, a los dos volcanes activos en la Isla de Ross, en el Polo Sur. A partir de ahí, escribo, entronco.
–El descubrimiento del Polo Sur fue un viaje y también una competición.
–Y es de los primeros ejemplos de expediciones que fueron resultado del hecho de que un grupo de periódicos instituyeran una competición, que, en realidad, no existía. Fue la Sociedad Geográfica de Londres, acicateada por el influjo mediático, la que decide promocionar expediciones en busca del Polo Sur. Un Polo Sur que, en realidad, no existe. Es un punto imaginario, definido por la latitud, que no solo varía porque el eje de rotación de la Tierra también varía, sino que el hielo también se va desplazando paulatinamente. Y ese Polo Sur al que llegaron Scott y Amudsen ya no está ahí. Hay una tradición preciosa: cada primero de enero se pone un indicador en el punto 90º sur de esa temporada.
–El polo se mueve y se modifica, el hielo se desprende. Como ejemplo, en marzo de este año, un satélite captaba el desprendimiento de dos bloques de hielo en la Plataforma de Ross. ¿Emprendemos como humanidad un viaje hacia la destrucción?
–Tengo la ventaja de haber sido bioquímico antes que escritor [ríe]. Curiosamente, el Polo Sur se está enfriando. Al tiempo que se calienta el Polo Norte, el Sur se enfría. Los factores son tan complejos que la mezcla entre la corriente circunpolar, que rodea una parte sólida de la Antártida, el cambio de la salinidad del agua del mar, y el movimiento de subida de las capas profundas –un movimiento cíclico– hace que se esté enfriando.
Como humanidad estamos siempre metidos en un viaje de autodestrucción, eso es evidente, vivimos tan poco tiempo que no somos capaces de ver estas cosas a largo plazo. Nos parece que las cosas son estáticas porque vivimos un corto periodo de tiempo, pero las cosas son dinámicas. Que lo que hacemos en la civilización occidental afecta al clima, eso es indudable, aumenta mucho la velocidad de esos cambios;pero poder distinguir los efectos antropogénicos de los naturales, creo que es un poco de presunción. Creemos que la ciencia lo explica todo, pero seguimos limitados por el factor humano, por nuestra limitación. Esto no quiere decir que defienda los gases invernaderos ni nada de eso, pero querer deducir de los datos de los últimos tiempos una teoría global es muy delicado.
–¿Cómo fue su viaje de bioquímico a escritor?
–La distinción entre cultura científica y humanista me resulta artificial. Creo en la persecución del conocimiento. Cuando investigaba en el laboratorio, el factor fundamental era que conseguía, en una millonésima parte, hacer avanzar en el conocimiento humildemente. En la escritura pasa un poco igual.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.