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GUILLERMO BALBONA
SANTANDER.
Domingo, 19 de enero 2020, 07:56
Sensibilidad, lirismo, ternura y discreción son los factores que definieron una vida y una obra con idéntica dosis de equilibrio: la de Julio Maruri. A su regreso a su Santander, desde Francia, los últimos años de su vida permitieron la justicia poética: recobrar su pintura, ... editar nuevos textos y estudiar su huella como un eje generacional. Figura rescatada por el mecenazgo de José María Lafuente, fue vindicado a través de una gran muestra en el Mercado del Este y por la 'Antología poética' que editó Visor, preparada por Juan Antonio González Fuentes y Lorenzo Oliván en 2014, último libro publicado por Maruri. Un arco temporal se cerraba así desde que viera la luz su primera obra, 'Las aves y los niños', en 1945, .
En este inicio de 2020, el próximo miércoles 22 será inaugurada una exposición de sus dibujos. Son figuras sobre cuartillas de 24 x 21,5 cms. Todas ellas centradas en cabezas de niños, pertenecientes a su familia, que han sido cedidas por su sobrina Mage a la Fundación que preside Luis Salcines.
El objetivo de esta convocatoria radica, por un lado, en dar continuidad a la muestra de dibujos de José Luis Hidalgo, recientemente celebrada como clausura en idéntico espacio del Centenario del poeta y pintor. De este modo se enlazan así ambas muestras como gesto que refleja y evoca la amistad que tuvieron los dos autores. Y, por otro lado, se celebra de esta manera un primer acto de conmemoración del Centenario del nacimiento de Maruri. La Fundación Bruno Alonso, que convocará una conferencia sobre la obra plástica del homenajeado, abre así el programa para evocar al autor de 'Algo que canta si mí'. Maruri era el último miembro de Proel y como muchos de los integrantes del histórico grupo, mantuvo una dualidad en el ámbito creativo. La poesía y la pintura fueron sus lenguajes expresivos y tanto en uno como en otro supo elaborar un mundo propio. Vicente Aleixandre en Velintonia, Pablo Beltrán de Heredia, Hidalgo y José Hierro, Pepín, como él le llamaba, «su gran e intenso amigo», formaron parte del caleidoscopio vital y la palabra de Maruri.
Era un poeta que pintaba. Y un pintor de caligrafía clara. Maruri (1920-2018), decano de los poetas españoles, vinculado al grupo Proel, junto a Carlos Salomón, comenzó a publicar sus libros en la primera posguerra. Maruri negaba ser poeta, prefería evitar el término creador y huía de los estereotipos y de las etiquetas cómodas.
'Los años' (1947), su segundo libro, obtuvo un accésit del premio entonces más importante de la poesía española, el Adonáis. Los editores del libro de Visor retrataban «a un Adán doblemente exiliado, doblemente desvalido, doblemente invadido por las sombras, que hacen acaso mucho más comprensible la crisis espiritual del poeta y su relativo silencio sostenido». En los años 50 tomó el hábito carmelita bajo el nombre de Fray Casto del Niño Jesús. Expuso en renombradas galerías nacionales y obtuvo en 1958 el Nacional de Literatura.
Destacó, asimismo, la publicación 'De un Santander perdido' donde se mostraron las primeras lecturas, los azares literarios y vitales, los nombres propios y, sobre todo, la reconstrucción de un paisaje de infancia y juventud. Entre la memoria y la escritura de recuerdos, lugares y personas, evocaciones y miradas confluyeron en el itinerario del libro de Ediciones La Bahía.
'Tendiendo al abril las manos» (1976-1992) y 'Poemas de tránsito' (1944-1950) son otros de sus libros. El poeta y Premio Cervantes, Gerardo Diego, apuntó entre sus ingentes escritos que la poesía de Maruri tenía en «su autenticidad y su competencia comunicativa» sus rasgos más esenciales. Y Víctor García de la Concha, exdirector de la RAE, señalaba en un estudio que la poesía de Maruri es «melodrama en estado puro: una sutil, conmovedora y modesta ópera de cámara».
En los últimos años llegaron los homenajes. En el terreno poético se alternaron los libros independientes de poesía con las plaquettes y las recopilaciones. Durante la pasada década, sesenta años después de su muestra en Sur, Maruri volvía a un espacio de arte privado en 2012, la sala Siboney de Juan Riancho. Pere Gimferrer había evocado a Maruri con cariño en las Veladas Poéticas de la Magdalena y Luis Antonio de Villena siempre subrayó la bondad del poeta.
Ahora la ventana de la Fundación Bruno Alonso se abre para conmemorar un centenario que puede revelar otros rostros del poeta.
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