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Tiene aspecto de rockero y maneras de caballero. En el Centro Botín, Diego Peretti (Buenos Aires, 1963) celebra la belleza del lugar, donde unas horas ... más tarde recibiría el Faro Dos Orillas. Un reconocimiento del Festival de Cine de Santander que pone en valor el vínculo entre España y Latinoamérica. En su caso, un vínculo natural; la familia de Peretti fue una de tantas que tuvo que huir de su país por la guerra para refugiarse en otros lugares. En su caso, Argentina. Su madre no regresó a su patria, y él visitó España por primera vez en el año 2005, cuando vino a presentar 'No sos vos, soy yo'. Ahora, acaba de estrenar 'Puntos suspensivos', un thriller dirigido por David Marqués que coprotagoniza junto a José Coronado y que desde ayer está en cines.
–Ese Faro Dos Orillas hace referencia a dos territorios separados por el mar, pero conectados por el arte. ¿Cómo se ve el cine de una desde la otra?
–El cine español está más desarrollado, más industrializado. Tiene pilares más sólidos que el argentino, que siempre está a expensas de ciertas ciclotimias a nivel político, económico, social… Aquí, por más que tengan sus vaivenes, tienen una solidez y una cultura de soberanía más asentada. Nuestro cine es quizás más artesanal.
–¿Y qué tienen en común?
–En las dos orillas el nivel técnico y de las historias, los valores que se manejan, son muy parecidos. Por eso los actores, tanto españoles como argentinos que cruzan las orillas no se ven tan perdidos. Desde la primera vez que vine, que fue en 2005, para presentar 'No sos vos, soy yo', no me siento desubicado como cuando voy a otros países. Obviamente por el idioma, por mi familia, que es española y por la cultura en sí misma, no me siento tan afuera como la cantidad de kilómetros que nos separan.
–Si se siente perdido, ¿cómo consigue encontrarse?
–(Ríe) En general tengo un poder de adaptación bueno. Una formación muy trabajada y aunque camine a ciegas, parece que estoy orientado. Soy cuidadoso de los modales, de las formas. No tengo una actitud persecutoria o paranoica. El primer paso es de creencia no de prejuicio y así me voy ubicando. En un set, durante un rodaje, si te das cuenta de que no coincide con lo que esperabas, también te puedes sentir perdido.
–Lo bueno es que si le da uno de esos síntomas, con su formación como psiquiatra se puede tratar a sí mismo.
–Sí. Me ayuda haberme analizado, algo que allá en la Argentina, todo el mundo hace, va a terapia. Te va poniendo un espejo de cómo eres y qué parte de lo que ocurre tiene que ver contigo y cuál no.
–¿Qué sensaciones ha tenido con esta película?
–Cuando la leí ya me resultó muy buena. Como lector, la experiencia me indica que los problemas o las virtudes que uno ve cuando lee un guion, casi inevitablemente se traduce en la pantalla, tanto en virtud como en defecto. Este me pareció muy atractivo, muy de género, de un género muy en desuso, abandonado.
–¿Por qué se ha ido abandonando ese tipo de género?
–En la medida que la tecnología va alimentando al cine, el cine agarra esa tecnología y va siendo ambicioso respecto a lo que puede lograr en una pantalla; efectos especiales, persecuciones coreográficas… Y se abandona el cine que apela a la inteligencia, a las bondades de un texto, a la intriga que genera una buena estructura dramática… Como se hacía antes. Está película remite a eso. Ocurre en una casa, con cuatro personajes, dos esenciales, en donde la información de la relación entre ellos se va dosificando sin hacer trampas. No traicionamos al espectador, que puede sentarse y empezar a imaginar sus valores a medida que la historia avanza. Hace que no sea tan sensorial como Deadpool, por ejemplo, porque las neuronas funcionan en otro sentido. Más detectivescamente. Es muy difícil de lograr y en esta película se logra. Cuando la vi, siendo muy autocrítico, que ninguna de mis películas me produce satisfacción de entrada, con esta terminé bien.
–La película se sostiene en el tú a tú que mantiene con Coronado. ¿Qué tal como compañero?
–Es un actor de una potencia dramática y emocional muy importante. Es imprevisible respecto a su emocionalidad. Parece que te va a abrazar o te va a pegar en cualquier momento, poéticamente hablando. No somos amigos, porque nos vimos nada más que trabajando, pero lo veo como una persona bondadosa y buena. Y la declamación de los textos, es bien español, bien claro. En Argentina, en pos de lograr verdad, a veces es imposible entender y hay que doblar las películas. José tiene un decir bien castellano, que para los textos es básico para que el espectador no se pierda. Es un actor completísimo, muy intenso.
–Si tuviera que decir a dónde apunta su faro profesional, ¿qué veríamos?
–Apunta a hacer cine y teatro bueno. Según mi criterio, claro. Estoy por terminar la parte técnica de una película que escribí y dirigí, 'La muerte de un comediante'. Se empezará a presentar en festivales y mi faro también es que esa película sea vista, porque me representa casi por completo.
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