«Vivimos en unos tiempos en que es más bonita una mentira afectiva que una verdad cruda»

El foro de periodismo cultural, que hoy clausura Juan Luis Cebrián, presidente de El País, ofrece un análisis coral del mercado de la información

Álvaro G. Polavieja y Aser Falagán

Santander

Jueves, 26 de abril 2018, 10:11 | Actualizado 22:43h.

Al final McLuhan tenía razón: el medio es el mensaje. Lo son los medios tradicionales y su proyección en las nuevas tecnologías, epíteto, el de 'nuevas', que el Congreso de Periodismo Cultural de Santander ha comenzado ya a cuestionar. Y lo son unas redes sociales que al tiempo que tratan de dinamitar el periodismo y fagocitan su contenido lo han hecho más necesario que nunca mientras el sector husmea cómo emplearlas; a veces como si se tratara de golpear una piñata con los ojos vendados. Porque «la conclusión es que no hay conclusiones», en palabras –entre el guiño y la paradoja–, de la redactora jefe de ABC Cultural, Laura Revuelta. Y porque cualquier intento como el que acoge el Centro Botín por analizar los linchamientos digitales, difuso eje gravitatorio de la cuarta edición del evento, desemboca en un encendido debate sobre todas las incertidumbres que atenazan a la comunicación y al periodismo.

Como sector y en su vertiente social. Desde la postura de «fenicio», como se autodefine entre bromas el columnista y periodista Antonio Lucas en su interés, común en las redacciones, por monetizar los contenidos digitales, hasta el 'clickbait' (ciberanzuelos), la posverdad y la dicotomía negada a veces y celebrada otras entre el mundo real y el digital.

Y, por supuesto, en la búsqueda de un manual de técnicas de defensa ante los 'trolls', acosadores digitales ('stokers') y todo el «diccionario básico de gilipolleces» -sic- en una frase felizmente desengrasadora de uno de los ponentes, que se presenta así a sí mismo: «Soy Jesús Ruiz Mantilla. Diario El País. No tengo redes sociales. Y estoy aquí para traeros la buena nueva».

Para los cinéfilos, Marshall McLuhan es el protagonista del cameo más gafapastoso de la historia del cine. Ocurre en 'Annie Hall', donde el canadiense que revolucionó el estudio de la comunicación de masas con 'Comprender los medios de comunicación' aparecía tras el cartel de la película para refutar a un pedante profesor, experto en McLuhan para más señas, que no tenía ni idea de la teoría de McLuhan.

El congreso

De sobra lo conocen los ponentes de un cuarto congreso de periodismo cultural en el que el debate trasciende esa etiqueta para analizar el papel de las redes y las inciertas estrategias posibles en un nuevo ecosistema mediático, tecnológico y social. Todo mientras se trata de formular una receta para reaccionar ante el 'troll' y el acoso sin encontrar nunca la piedra filosofal que convierta el ruido de las redes en información.

En medio de un debate entre los partidarios y detractores de las redes sociales se ha colado también la reflexión sobre la neutralidad de la tecnología en una época en la que se han impuesto conceptos y fenómenos que parecen modernos, pero que amenazaban agazapados prácticamente desde que se acuñó la comunicación verbal, como esas 'fake news' virales que aparecen cada cierto tiempo para redifundir el bulo de turno.

El caso es que McLuhan tenía razón: las redes, comparadas en su versión más cruel con un bar de borrachos o como información para cocainómanos, para adictos al clic más populista –palabras todas ellas pronunciadas en el congreso– han cambiado en todos los casos y disfrazado en algunos de ellos el modo tradicional del mensaje, como lo hizo en su momento toda tecnología.

Frente a la vieja guardia, donde algunos veteranos del oficio defienden sólo el periodismo tradicional mientras buscan abrigo en la comunicación del siglo XX para intentar capear la tormenta del XXI, surge el entusiasmo de la idealización de las redes (solo quedó por salir a colación el periodismo ciudadano). Y entre ellos emerge del congreso de Santander una tercera vía. La que abjura del acoso en redes y denuncia sus efectos perversos, pero reivindica la utilidad de las nuevas tecnologías para el periodismo; para periodistas y audiencia, y recuerda que las fake news existieron siempre. Son «las mentiras de toda la vida, pero ahora corren más rápido», en palabras de Fátima Uribarri, de XL Semanal.

Cambios y perspectivas

Se trata de una cuestión de perspectivas. Porque igual que el director de El País en Catalunya, Lluis Bassets, abjura de Wiki Leals (web dedicada a la filtración de documentos secretos), la redactora jefe de cultura de la agencia Efe, Concha Barrigós, acota las positivas sinergias cuando el portal de Julien Assange se alió con cinco grandes medios mundiales que «desbrozaron ese material». Medios tradicionales, de referencia y calidad, lo que pone de manifiesto una reflexión no unánime, pero sí muy compartida: la fórmula del periodismo está tan viva como siempre, independientemente del soporte. Y frente a la confusión de las redes y las disfunciones a las que pueden llevar, el director de WMagazine, Winston Manrique, propone decir 'no' cuando se sugiera hacer una noticia sobre el 69º aniversario de la muerte de Freddie Mercury, por mucho que sea 'trending topic'. «En el momento en que uno dice sí a eso está muerto. Entiendo que somos empleados y corres el riesgo de que un jefe o director te enfilen, pero yo no estoy aquí para eso. Pero ni yo ni nadie, ni un becario».

Al final, algunos mecanismos sí son comunes en los medios tradicionales y en los de nuevo cuño, al menos en lo que a la información de calidad y servicio público se refiere. En palabras de Karina Sainz, de Vozpópuli, «más que rectificación, corregimos los propios textos, como hace por ejemplo el New York Times». Y ahí está la diferencia entre un diario o una televisión que ya no podrán modificar lo publicado o emitido. Pero, y aquí llega la fórmula elemental del periodismo que las redes no abarcan, «intentamos no columpiarnos ni lanzarnos a la piscina. Tenemos más episodios de correcciones que de desmentidos porque intentamos aplicar el rigor y trabajamos con noticias contrastadas y confirmadas». Todo un reto en la época de la posverdad, en unos tiempos, en palabras de David Felipe Arranz, director de Marcapáginas, en que «es mas bonita una mentira afectiva que una verdad cruda».

¿Y qué ocurre con los linchamientos digitales? Que lo que ha cambiado es la tecnología. Eso es lo que se puede concluir de un debate aún sin conclusiones. Porque ni ha concluido ni se pueden plantear axiomas. Pero Ana Borderas, redactora y guionista de 'Ochéntame otra vez', recuerda 'Rata de dos patas', la canción de Paquita Rico. Contra lo que la falible sabiduría popular sostiene, no se refiere a una antigua pareja, sino a Carlos Salinas, presidente mexicano entre 1988 y 1994. Y fue antes de las redes. Y no tuvo la caja de resonancia de las redes.

Mar Abad, cofundadora de Yorokobu, lo tiene claro: «La gente decía 'gorda' e 'idiota' en el Heraldo de Madrid y se hablaba de Goebbels como el de la pata torcida», siempre en la prensa de calidad de la época. Sin embargo, «ahora nos ofendemos demasiado» cuando a su juicio la solución es más sencilla: «Si alguien te dice algo malo, le contestas con una burrada mayor o le bloqueas». Porque el linchamiento popular existió siempre. Lo que no había era tecnología: «Hogueras ha habido siempre; antes se quemaba a las brujas en la hoguera y ahora se dicen barbaridades en la red».

Y en medio, la perspectiva que el comunicador debe tener ante las redes, en una reflexión metaperiodística que no afecta al lector, sino a la metodología. «Un periodista no puede vivir ignorando las redes», sostiene Inés Martín Rodrigo, de ABC. Su opinión no es unánime: «Te juro que sí. Me la pelan las redes sociales», acota Ruiz Mantilla. En una visión más global, Paula Quinteros, consejera delegada de 'The Objective', propone «salir del discurso fatalista», porque «las redes, más allá de democratizar la información, nos permiten progresar como individuos, como empresarios y como ciudadanos». Siempre, claro, que no aparezcan por el camino «esas personas pasivas hasta que algo les provoca el resentimiento y atacan». Parapetadas a veces en el anonimato. Porque las redes sociales se prestan a ello y al anonimato, y el medio, como decía el viejo McLuhan, es el mensaje.

17:48

La segunda jornada de

@elcongreso_

llega a su fin con el turno de preguntas de la mesa redonda sobre el ocaso de la ingenuidad. Mañana a partir de las 10:00 comenzará la tercera y última jornada de el

#LinchamientoDigital2018

. Hasta entonces.