-¿El confinamiento es como haber convertido su vida cotidiana en su estudio permanente?
-Con la diferencia de que en mi estudio puedo salir a pasear por el jardín y en mi casa no. Sólo escucho coches de policía, ambulancias desfilando y el omnipresente ' ... Resistiré'. Y el himno nacional, que no sé a qué viene.
-Su pintura está habitada en muchos casos por la historia. ¿Ha mirado atrás inevitablemente cuando ha saltado la pandemia?
-El asalto tan brutal de la enfermedad sólo permite ver, en los primeros momentos, nuestra insignificancia, nuestra fragilidad. Además, el ejercicio de escapar de tal visión se entorpece con la atención a los cuidados recomendados para evitar el contagio. Así que no he mirado a otro lugar que no sea el aturdimiento que se siente ante una situación que anonada. Nadie ha vivido algo igual. Nuestro modo de vida ha sido segado.
-Arte on line, muestras virtuales, reportajes sobre lo que simbolizan determinados cuadros y pintores...¿Cómo le suena a un pintor al que siempre le han presagiado la muerte de la pintura?
-Pues contando con que la mayor parte de los artistas son autónomos sin demanda social alguna y ventas irrisorias, me parece cómico. Mejor, tragicómico. En cuanto a la tan sobada y ridícula profecía de los años 70 sobre la muerte de la pintura, cabría ponerla en relación, sin más teoría, con aquella canción de Javier Krahe: «la hoguera tiene un qué se yo, que sólo lo tiene la hoguera». Como la pintura.
-Desde el pasado mes se ha repetido en prensa y televisión una imagen en la que se ve un gran cuadro suyo, junto al presidente Pedro Sánchez en sus videoconferencias. ¿Será extraño pensar que ha tenido más repercusión que una exposición?
-Muchísima más. Si bien saber de quién era el cuadro ha tardado en aparecer. El cuadro o algunos de sus compañeros de serie, fueron expuestos aquí, en la Nave Sotoliva, en Madrid en Juana de Aizpuru, donde lo compró el Reina Sofía, en Trinta de Santiago de Compostela, en los años 1994 y 1995, y, en 2005, dos en mi retrospectiva del CGAC, en Santiago. Una exposición individual no puede competir con una aparición televisiva. Si, como es el caso, tal aparición es diaria y vinculada al estado de ansia hipnótica de información que genera la pandemia, la comparación no tiene sentido.
-Al margen de la solidaridad ciudadana, ¿no hay un discurso oficial paternalista que oculta las carencias y errores?
-Claro que lo hay. Ese discurso oficial es opaco, quizás no tanto como en China, pero tiene una raíz parecida que es, a grandes rasgos, la desconfianza del gobierno en la gente: no se puede dar toda la información porque cundiría el pánico. Tal sería el rostro del bien común. En la orilla opuesta también existe, en paralelo, otro discurso paternalista que predica la defensa del pueblo, de la democracia, de España, de la civilización occidental y del sursum corda, que genera sólo ruido, mezquindad y ninguna idea, y es lo más parecido a la traición que he contemplado en mi vida.
«El poder tendrá tentaciones de ocupar el espacio justificándose en la pandemia»
-¿Cree que los excesos de seguridad y las restricciones pueden desembocar en una sociedad hipervigilante con los afectos?
-No sabemos cuánto va a durar esto, ni cuál va a ser el panorama que tendremos al final. Sí podemos deducir que viviremos una vida distinta, al menos hasta que se halle una vacuna y esa vacuna sea distribuida a cada habitante del planeta. Es decir, no va a ser cuestión de unos pocos meses. Y no estamos seguros de si la situación económica durante ese lapso de tiempo va a ser suficientemente sólida como para sostener el equilibrio social. El poder que nunca tiene bastante con lo que en cada caso tiene y que tiende, como los gases, a ocupar todo el espacio disponible, tendrá tentaciones de ocuparlo justificándose en la situación pandémica. Toda vigilancia es poca para controlarlo.
-A lo mejor no cabe llamarla revolución pero ¿será necesaria alguna acción ante el fracaso del capitalismo y el hundimiento de la sociedad del bienestar?
-Habría que preguntarse qué es lo que ha fallado en el sistema para que esta epidemia haya aparecido y se haya convertido en pandemia, qué grado de indiferencia y siniestro cálculo político llevaron a ocultarla en los primeros momentos, qué grado de credibilidad puede atribuírsele al estricto poder político en la comunicación de información sobre el asunto, y qué grado de irresponsabilidad insensata puede aceptarse de la oposición política. De tales preguntas se sale muy mal parado pues se adivinan respuestas monstruosas, una de ellas podría ser que la ceguera del sistema para todo lo que no sea la obtención del máximo beneficio con la mínima inversión lo convierte en algo mucho más letal que el coronavirus. Podemos hablar de revolución o de que convendría pensar en qué hacer para, como gritan millones de jóvenes con Greta Thunberg, esa persona tan insultada, cambiar el sistema. Rápido, si no queremos ver el rostro del caos.
-¿Ha pintado físicamente durante el confinamiento o ha recurrido a las metáforas?
-Todas las metáforas en este tiempo han sido reducidas a la omnipresente y poco afortunada de la guerra contra el virus. Hay que disculparle al poder que no tenga asesores poéticos, ni los necesita ni los echa de menos. Ni la oposición se lo critica, obsesionada como está en crear unos juicios de Nüremberg para el gobierno, poética de la traición, mientras llama al pueblo a levantarse por medio de su portavoz. Nuestro país no necesita más alzamientos, pero sí necesita menos estupidez y mentiras. Pero sí, pinto todos los días.
-Habíamos creado un mundo hiperconectado pero menos unido. ¿Hay un papel de corrección humanista que solo puede asumir el arte y la creación?
-Esta cuarentena puede inducirnos a pensar sobre la hiperconexión, y sobre la desunión que presumimos que produce, de manera radicalmente nueva. Estamos usando los instrumentos tecnológicos que tanta desconfianza provocan, de manera intensiva y sin echarles en cara que provoquen ningún mal. Aceptamos la nueva forma de relación que podemos establecer por medio de ellos como algo natural, como objetos que nos ayudan a establecer nuevas formas de comportamiento en y con nuestro entorno, que ha resultado ser, gracias a ellos, nuestro planeta entero. Y también con lo que en este momento nos ha sido regalado de una forma nueva, pero obligada, sobre la que tendremos que pensar: el tiempo.
-
En datos:
Xesús Vázquez (Orense, 1946) es uno de los pintores más importantes del arte español desde los ochenta con cerca de 400 exposiciones. Ha editado libros de artista y es autor del filme 'Tempo trenzado'. Ligado al Archivo Lafuente es el diseñador editorial de La Bahía. Formaba parte de la muestra 'Encarnaciones' en el espacio O Lumen de Madrid, cuando surgió la pandemia.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.