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Menchu Gutiérrez
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Menchu Gutiérrez
Ante sus libros cualquier encasillamiento y etiqueta está bajo sospecha. Su escritura solo admite espacios de intimidad donde narración, poética y pensamiento conviven entrelazados en ... libertad y en constante mutación. De 'Disección de una tormenta' a 'La mitad de la casa', la obra de Menchu Gutiérrez (Madrid, 1957) es un trayecto por estancias de silencio que buscan las palabras necesarias. La escritora y traductora, afincada en Cantabria desde que dejara su vida en un faro, ha forjado con discreta coherencia una de las trayectorias de la narrativa, la poesía y el ensayo en español más singulares y con lectores muy fieles. Ahora publica 'Vida y muerte de un jardín de papel' (Siruela), en realidad dos libros paralelos: el que tenía a un jardín por protagonista y el que apareció tras la muerte de su madre. A modo de preludio, lo confiesa: «Este es un libro que nace de la ruina de un libro. Un libro que se construye y se descompone. Dos libros que dialogan entre sí, o simplemente crecen juntos...».
-¿Un libro es un lugar ajardinado donde nada está prohibido?
-Desde el punto de vista creativo sí existe un parecido entre el libro y el jardín.En cualquier caso, lo prohibido no casa bien con la creación; más bien creo que cualquier acto creativo tiene todo que ver con alterar la realidad inmediata, con no reconocer los límites.
-'Vida y muerte'. Un libro y otro entrelazados. ¿La escritura es quizás la última forma de resistencia?
-Este libro nace del diálogo entre dos diferentes, que, sin embargo, para mí, están profundamente conectados. Me parece que la escritura puede y debe sacudir la conciencia, sobre todo la personal, y entiendo que eso forma parte de la resistencia.
-Con tanta carga emocional, ¿esta obra supone un antes y un después en su trayectoria?
-Un antes y un después en la vida, tiene siempre un correlato en la obra. No es la primera vez que miro el vacío de frente, pero experimentar el temor a la pérdida no es lo mismo que vivir la pérdida.
-¿Hay algo, perseguido o no, de metaliteratura y reflexión sobre la identidad de la escritura?
-La sacudida de una pérdida como ésta, te devuelve al inicio de todo. Y ese regreso te coloca también frente a la escritura misma, y a la pregunta: ¿Por qué escribir? ¿Para quién escribes? ¿Quién es el sujeto de una obra? En gran parte el libro es también un intento de responder a estas preguntas.
-Tras el duelo, ¿cree en el el factor sanador de la palabra?
-Sí, las palabras, siempre pobres e insuficientes, pueden tener un elemento sanador, sobre todo orientadas a la meditación, que prefiero al desahogo torrencial. Al menos en ciertos momentos, porque también creo en el poder sanador del silencio.
-¿Llegó a plantearse abandonar la escritura de ambos libros (el de su madre y el del jardín)?
-Viví una parálisis que no había conocido nunca antes, pero siempre tuve la intuición de que algo iba a suceder. Y sucedió. Los libros empezaron a ser uno solo de forma natural.
-¿Ya tiene una respuesta a por qué escribir?
-Tengo una respuesta parcial y transitoria. Nada es permanente y tampoco lo es la creación. Preguntarse por qué escribir es casi igual a preguntarse por qué mirarse en el espejo. Para mí, dejar de escribir es igual a no desear. Y dejar de desear es casi sinónimo de estar muerto.
-Las citas que asoman en su obra...¿son un cobijo, una coartada, una forma de complicidad?
-En mi caso, es siempre un diálogo con la afinidad, con el descubrimiento, y es también una cuestión de respeto. Lo importante, por supuesto, es que algo nazca a partir de su compañía. Las citas también pueden cerrarse en sí mismas o desarrollarse en otra dimensión. Mi reto es despertarlas en otro espacio.
- ¿Es responsabilidad de la poesía preservar los espacios de silencio e intimidad amenazados?
-Me parece que es responsabilidad de todo y de todos. La intimidad y el derecho a la intimidad se han convertido casi en una anécdota. Muchos no la entienden siquiera y otros la dan por perdida. Para mí es fundamental crear ese espacio de silencio, un estar a solas con uno mismo, que es como en realidad estamos siempre, aunque la soledad se disfrace de tantas cosas.
-Confiesa que llegó a pensar en ser pintora y su esposo lo es. ¿La textura de la pintura tiene su correspondencia en algo inasible que posee la escritura?
-A mi juicio, existe una profunda relación entre la pintura y la escritura, los dos lenguajes tienen un mismo alimento en una realidad paralela, muda e invisible, en la que se encuentra todo lo que nos falta.
-Piedad Bonnett escribió 'Lo que no tiene nombre' sobre la pérdida de su hijo. ¿Usted le ha encontrado nombre al duelo, al dolor?
-En el libro digo que 'es imposible escribir sobre el núcleo del dolor', porque el dolor no se deja tampoco escribir. El dolor no puede domesticarse con las palabras.
-Frente al ruido, la velocidad y la inmediatez, ¿reivindica un estado de excepción de la lentitud?
-Sí, sin lugar a dudas. Estamos instalados en una velocidad que no sólo no permite la menor reflexión, sino que es pura fuente de insatisfacción. No te da tiempo ni a reconocer el sabor de lo que estás paladeando: antes de llegar al segundo plato ya estás en el postre.
-¿Cree posible cambiar el tabú de la muerte?
-Desde luego la cultura del maquillaje afecta también a la muerte, y la nuestra se ha especializado en esconderla. Pero la muerte está en todas partes, forma parte de la vida, y hace saltar por los aires cualquier plan de ocultación. Es imposible alejar de nosotros el principal de nuestros interrogantes: la muerte siempre será el misterio de la muerte.
-Esa presencia de la ausencia de la que hablan muchos escultores, ¿le ha dictado su doble libro?
- En un duelo la ausencia y la presencia producen muchos espejismos; lo cercano y lo lejano a veces parecen intercambiables. No sé en qué medida la ausencia hable o el libro sea una lucha con el espejo.
-Vuelve a Talleres Islados, en Vidrà (Girona). ¿En torno a la lectura y la escritura cabe la posibilidad de generar nuevos espacios?
-Estos encuentros son espacios de convivencia, y compartir tiempo de calidad hace fructificar muchas ideas. Precisamente en espacios como éste se produce la mágica ralentización del tiempo y la posibilidad de la sorpresa.
-Cuando mira al jardín, cuando evoca a su madre, como ese pasaje de Shen Fou que cita, ¿su libro otorga autoridad a la «naturaleza visionaria» de lo que escribió?
-Lo que creo es que el accidente también forma parte de la vida, y que es posible hacer una lectura de las ruinas.
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