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Desbrozar la materia y aislarse en el estudio frente a toda contaminación son claves esenciales en el proceso creativo del escultor Eloy Velázquez. En 'Wonderland' ... el artista cántabro exhibe en la Biblioteca Central una instalación, cuyas diferentes series y escenografías confluyen en mostrar cómo el arte se convierte en un medio para desafiar las normas establecidas y generar conciencia sobre los dilemas éticos y morales a los que nos enfrentamos. El vídeo, el dibujo, la pintura y la escultura son caminos para reflexionar sobre «nuestra relación con la tecnología y a preservar, casi con militancia, nuestro espíritu crítico». Mañana, una visita guiada, conducida por el propio artista y la comisaria de la muestra, Laura Cobo, invita a recorrer sus trayectos creativos desde una clara y contundente reivindicación humanista.
–¿'Wonderland' tiene algo de arte de la urgencia frente a un presente que necesita hacerse preguntas más que nunca?
–Ciertamente, vamos a tener que hacernos muchas preguntas, algunas con respuestas muy inciertas. La revolución tecnológica que estamos viviendo nos trae, sin duda, un cambio de era; estamos en un punto de inflexión crítico a partir del cual toda la actividad humana y la propia forma de vivir y de sentir la vida van a experimentar cambios insospechados. El arte, en un sentido u otro, deberá tomar partido. No obstante, en 'Wonderland' pretendo ir más allá de la provisionalidad que caracteriza al arte de urgencia,
–El peso de la escultura atraviesa un periodo muy liviano, paradójicamente. Ya no es moda pero precisamente por ello, ¿muestra más posibilidades más allá del mercado?
–Las modas son, por un lado las respuestas a las referencias históricas del arte y, por otro lado, responden al contexto social donde surgen. Yo diría que la escultura nunca tuvo a su alcance tantos recursos materiales y expresivos. Su incorporación a la contemporaneidad surgió de la mano de los pintores y, hoy más que nunca, no deja de ser una tentación para cualquier creador que sienta la necesidad de proponer nuevos discursos plásticos, independientemente de los vaivenes del mercado.
–¿Diría que el suyo es arte militante, que por las circunstancias anda sobrado de mensaje?
–Las circunstancias es cierto que demandan compromiso, sin embargo, siempre he estado más interesado en crear una iconografía que genere reflexiones a través de las propias formas, más que del mensaje propiamente dicho; una iconografía que consiga que el espectador empatice con la situación concreta que plantea la instalación.
–Ya no hay pausa ni reflexión. ¿El propio arte es víctima de esa cadena de consumo con fecha de caducidad?
–Sin duda se ha institucionalizado, a ciertos niveles, una verdadera cadena de consumo que responde al dictado de los grandes legitimadores del arte, quienes trazan la ruta, o más bien la rutina, que deja fuera de los grandes espacios expositivos todo aquello que previamente no hayan homologado. Los que hemos crecido artísticamente al margen de tendencias y modas puntuales, solo podemos sentirnos satisfechos de haber disfrutado de una incondicional libertad creativa. Con los pies en la tierra, mi trabajo artístico ha consistido básicamente en dejar fluir la creatividad en un diálogo entre mis vivencias y los materiales sobre los que se materializa mi obra. A pesar del mercado, y su capacidad manipuladora, siempre habrá un arte sin fecha de caducidad.
–¿Todos somos transeúntes nómadas en busca de un lugar en el mundo?
–Eso ha sido una constante para el homo sapiens desde su aparición. Lo realmente importante es conseguir que el lugar en el que te asientes, cualquiera que sea, te permita ilusionarte y sentir que la vida vale la pena. Vivimos en este sentido tiempos de confusión; el ser humano nunca ha tenido tantos medios y recursos y, a la vez, tanto desfase entre información y formación.
–Exprese en tres claves lo que nos dice su instalación de la Biblioteca Central.
–Fundamentalmente, he intentado crear, por medio de las distintas obras que conforman la instalación, un impacto en el espectador, capaz de inducir una reflexión sobre el momento histórico y transcendental que estamos viviendo. Por otro lado he mantenido la coherencia con discursos anteriores.
–El humor, la ironía, frena el mensaje apocalíptico, ¿pero su obra es esencialmente una grave advertencia sobre la deshumanización?
–Vamos hacia una deshumanización provocada por un materialismo utilitarista que solo puede generar una casta de ciudadanos amorfos, cuyo fin principal será perpetuar el orden establecido y un sistema de valores nuevo, basado en un hedonismo adictivo que promueva la pasividad y una vida artificiosa y superficial sin capacidad de desarrollar un verdadero espíritu crítico..
–Cuando se sitúa ante la madera virgen, ¿ya intuye que en su interior se halla un lenguaje esperando a que se le dé forma?
–Efectivamente ese es el proceso: dejar que los materiales me hablen y me lleven a un punto, desconocido a priori, al que inevitablemente avanzo a medida que voy desbrozando la materia. Se trata de mantener una dialéctica permanente con los materiales a lo largo de todo el proceso.
–¿Su estudio le permite preservar una militancia física y creativa, no contaminada, para que la expresión sea más contundente?
–El estudio es un lugar maravilloso donde vives ese momento mágico, en el que sientes que una obra de arte puede estar saliendo de tus manos. Es un lugar para aislarte de toda contaminación consciente y dejar que la imaginación vuele libremente y te atrape la pasión de crear.
–A esta sociedad, ¿le falta una educación de la mirada que conlleve un esencial sentido crítico?
–Ciertamente, la paulatina merma en la formación humanista desde las etapas más tempranas no favorece el desarrollo del sentido crítico, tan necesario para analizar y procesar la información en un momento crucial como el que estamos viviendo, donde la profusión de información nos exige un esfuerzo cada vez mayor para asimilar los cambios que se producen.
–Se está dejando llevar el arte también por los cantos de sirena de las nuevas tecnologías?
–En el arte actual, afortunadamente, todo tiene cabida y acogida y nunca es ajeno a los que sucede en nuestro entorno. Las nuevas tecnologías son una opción más y sin duda están llamadas a ocupar un espacio cada vez más amplio en el ámbito artístico. A día de hoy, la IA puede crear una pintura expresionista o escribir un poema de amor, pero de momento solo será una creación de oficio sin alma. Su evolución es, cuanto menos, inquietante.
–Laura Cobo habla de 'resistencia crítica'. ¿Esa es la trinchera?
–Es una de las muchas trincheras del arte y una de sus múltiples funciones. En el arte contemporáneo no debiera haber lugar para el oportunismo, es fundamental que cada artista busque su ubicación de la manera más honesta posible.
–El mundo de la cultura en Cantabria parece inmerso en varias paradojas, ¿no cree que es el momento de devolver el arte a la calle?
–Esa es una bella utopía. Generalmente, los sucesivos gobiernos, nacionales, regionales o locales han venido mostrando a menudo más interés por crear instituciones ambiciosas que den buena imagen y atraigan un supuesto turismo cultural que en facilitar el acceso de los ciudadanos a la cultura. Tradicionalmente, ha habido más interés por el continente que por el contenido. No obstante, por más que nuestras instituciones lo intenten, el problema del uso y disfrute de la cultura exige, y esto es lo paradójico, un replanteamiento del sistema educativo en su totalidad. Los agentes culturales muchas veces necesitan dejarse llevar por un eufemismo esperanzado para realizar su tarea.
–¿Cómo valora la presencia de la escultura en el MAS?
–Como museo de Bellas Artes que fue en sus orígenes, el MAS se nutrió de una gran variedad de obras de arte de distintas disciplinas y épocas, por consiguiente tiene una pequeña colección muy variada con algunas obras importantes, fruto en algunos casos de donaciones, con escultores como Chillida, Oteiza, o un sorprendente Vostell.
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