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En cada inmersión en la madera, en cada retablo, en cada instalación subyace una reflexión honda. La sensibilidad del artista, el compromiso ante las grandes ... desigualdades sociales y la continua denuncia del patrimonio cultural fluyen y se aúnan en la creación del artista cántabro Eloy Velázquez.
Grupos escultóricos, conjuntos de piezas dotados de una intensa fuerza a la hora de retratar la naturaleza humana y libros de artista, además de sus diálogos y vasos comunicantes con la literatura y la poesía, vertebran una obra cargada de sentido solidario y crítica política.
Puertas de la caverna digital. Madera. Se compone de 11 elementos. Altorrelieve y vaciado en madera. Talla, ensamblaje y policromía.
Influencer. Madera. Talla, ensamblaje y policromía.
Transeúntes del no-lugar. Dos esculturas. Madera, talla y policromía.
Mercancía Humana. Grafitos sobre papel y cajas de metacrilato que forman una cruz. Se expondrán seis cruces sobre los espacios blancos de las paredes.
Troyano. Vídeo en bucle, duración 3 minutos.
Tras su paso de hace casi dos años por la Biblioteca Central, Eloy Velázquez inaugura en marzo en la Capilla del Museo Barjola de Gijón, 'Enter paradise', su particular panóptico, una ambiciosa instalación escultórica de amplio contenido simbólico y metafórico, compuesta por varias obras que, ocupando el antiguo espacio religioso, se apodera de ese lugar «para generar un ambiente propicio que nos invite a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza humana».
El nuevo proyecto, que después presentará en Santander, posee en cada una de sus partes no ya formas, elección de materiales, técnicas y expresiones diferentes, sino implicaciones sociales, políticas, llamamientos a la reflexión, denuncia y crítica: El control social dictado desde el Big data y los intereses comerciales. La publicidad y el consumo mediatizados en un mercado sabiamente idoneizado por la inteligencia artificial de las máquinas. La devoción a los influencer. El borreguismo o seguidismo irreflexivo. Los predicadores de paraísos digitales y, en definitiva, la pérdida de identidad.
En la esencia de su nueva instalación Eloy Velázquez sitúa un reflexivo argumento que fundamenta la identidad de su nueva creación. Pese al extraordinario avance en todos los campos de la actividad humana, «el uso y abuso de las tecnologías ha provocado que nuestra vida, nuestra intimidad, sea cada vez más transparente y vulnerable, con una dependencia irreversible, manipulada y vinculada a los intereses de las grandes empresas tecnológicas». Y añade: «la revolución digital, a la vez que nos transforma, nos utiliza como materia prima. Nos hacen la vida más fácil, pero a cambio desarrollan ingentes recursos para manipularla, condicionarla y poder negociar con ella».
A su juicio, «vivimos anestesiados y felices en una especie de gran panóptico digital donde se controla nuestra vida y se comercia con nuestra intimidad».
El gran ojo panóptico de las grandes empresas tecnológicas «vigila nuestra cotidianidad para ubicarla en la cadena de algoritmos que terminan desembocando en el gigantesco universo del Big data que nos cataloga y ubica en función de intereses comerciales». Su instalación escultórica ironiza sobre el uso, no tan gratuito, «de los beneficios del progreso. Y, subraya el objetivo que asoma tras los rostros de madera: «Hacer una llamada a la reflexión, a nuestro espíritu crítico, para que sepamos salvaguardar aquello de lo que nuestra propia naturaleza humana no debe desprenderse nunca».
Tallas, esculturas, imagen, dibujos...con una perspectiva reflexiva común: «Corremos el riesgo de precipitarnos despreocupadamente hacia un borreguismo social impulsado por una forma de vida donde la confortabilidad y la alienación trazan caminos ascendentes y paralelos». Este discurso artístico, crítico y político de Eloy Velázquez ya estaba presente en anteriores instalaciones que apelaban a la mirada comprometida, caso de su obra exhibida en la Biblioteca Central: la instalación 'Las flores de Ares', una crónica de guerra y horror, a modo de voz «frente a la sociedad deshumanizada» o el retablo que se exhibe de modo permanente en la galería de Valdecilla.
La obra central de la nueva instalación escultórica, 'Puertas de la caverna digital', consiste en una gran puerta con el número 101 que remite al sistema binario que rige en el mundo digital y por otra parte nos trae a la memoria aquella habitación 101 de la distopía de Orwel,
En la gran hornacina de la capilla se situará la obra titulada 'Influencer': La veneración de los santos ha sido reemplazada por la devoción a los influencer. El concepto de santidad por la superficialidad y el vacío.
Siguiendo el discurso, en el espacio que media entre los dos extremos de la capilla, se situarán las ovejas talladas en madera, 'Transeúntes del no lugar'. Ambas obras representan el borreguismo o seguidismo irreflexivo del rebaño. Y al otro extremo de la capilla, en bucle un vídeo, Troyano, en el que una cabeza humana se funde con otra de madera, «predicadores de paraísos digitales que pueden conducirnos inexorablemente a la mencionada distopía». La instalación se completará con tres series de dibujos. Se presentan bajo los títulos de Mercancia humana. Todos ellos «alertan sobre la pérdida de identidad, cuya existencia ha quedado reducida a un código de barras».
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Ana del Castillo
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