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«Para mí Santander es un paisaje, el de mi infancia y ciertas personas a las que amé mucho y que amaré hasta el fin». Lo confiesa Julio Maruri en una de las misivas destinadas a Juan Antonio González Fuentes que integran 'Todo será provisional', ... epistolario de los 90 que reivindica la huella del histórico poeta y pintor. La obra, que ahora ve la luz y será presentada en breve, es fruto de una coedición del Centro de Estudios Montañeses y el Archivo Lafuente, a través de su sello La Bahía. Son cuarenta y dos cartas de la correspondencia, entre París y Santander, que reúne el poeta González Fuentes tras ordenar cronológicamente, anotar y editar, durante la pandemia, el material epistolar.
La obra reivindica a Maruri (Santander, 1920-2018) a través de las palabras plasmadas en un género casi olvidado. La correspondencia abarca el periodo 1995-1999. Vinculado al grupo Proel, junto a Carlos Salomón, José Luis Hidalgo y su gran amigo José Hierro, comenzó a publicar sus libros en la primera posguerra, y se dio a conocer con 'Las aves y los niño' (1945). La publicación del epistolario pretende ofrecer , asegura González Fuentes, «un conjunto documental de lectura agradable y de consulta» sobre el grupo poético Proel, la Escuela de Altamira, la cultura en el Santander de posguerra y en el de finales del siglo xx, y, principalmente, a todos los interesados en la figura y la obra de Maruri».
-Un retrato en síntesis de la figura de Julio Maruri....
-Julio fue un artista y poeta de una potencia y hondura considerables. Sin embargo, su obra poética se ha visto lastrada por lo que él mismo definió -en una de las cartas que ahora se publican-, como la «fantasmagoría del tierno poeta». El plomizo calificativo «tierno» se lo adjudicó Gerardo Diego en una temprana crítica. El sambenito lo acompañó toda la vida, e incluso trascendió a lo personal. En otra de sus cartas me cuenta que, en las tertulias del Gijón, García Nieto decía refiriéndose a él que le «jeringaban los maricas líricos». En la misma carta narra que J. L. Cano despachó los poemas de «Como animal muy limpio» juzgándolos así, «poemillas jugosos». Julio entendía que quien acertó a definir su poesía fue García de la Concha cuando en el libro «La poesía de posguerra» titula un apartado: «Julio Maruri o la engañosa ternura». Esa es una buena síntesis: la engañosa ternura.
-¿Cuáles son los aspectos más destacados que se desprenden de estas cartas?
-La publicación de esta correspondencia pone negro sobre blanco varias cuestiones. Por ejemplo, que yo con 30 años no era Einstein (y me temo que sigo sin serlo). Y que Maruri, a sus casi 80 años, era un ser lleno de fuerza y energía, poseedor de una vida rica en vivencias personales y artísticas, un hombre cargado de recuerdos del Santander de la posguerra que, sin duda, procuraba vivir con plenitud su larga y determinante experiencia parisina. Y otro aspecto esencial es que Julio tenía muchas ganas de hablar (perdón, de escribir). Estoy convencido de que desaproveché la ocasión para sacarle más punta y provecho a esas ganas de contar.
-De los episodios que asoman en el epistolario, ¿el de la Escuela de Altamira puede ser el más jugoso?
-Es más jugoso lo que cuenta de Proel, aunque es cierto que deja algún notable apunte sobre la Escuela de Altamira. Pero lo más valioso del libro es el autorretrato de Maruri que dibujan las cartas. En estas páginas Julio habla de su día a día en París, de sus gustos musicales y cinematográficos, de muchos personajes conocidos (Hierro, Aleixandre, Pancho Cossío...). También destacan sus recuerdos de infancia, de los años 40 y 50 en Santander, sus opiniones sobre pintura (Picasso, el arte africano, Poliakoff...), y su interés omnívoro por saber qué pasaba en el Santander de los 90.
-¿Publicaciones como esta pueden ayudar a situar en su justa dimensión a determinados artistas, intelectuales y periodos mediatizados por lugares comunes y tópicos?
-Me adelanto a pedir disculpas por lo que bien pudiera parecer la inmodestia de un imbécil, pero se me hace evidente que este libro no es solo una imprescindible aportación al conocimiento de la vida y la obra de Maruri, también es una eficaz herramienta historiográfica para acercarse a la producción poética y a la vida cultural del Santander de finales del siglo XX.
-¿Cómo surgió la primera carta?
-En 1994 Pablo Beltrán de Heredia presentó mi libro 'La rama ausente'. Nos caímos bien, entablamos una relación que se prolongó hasta su muerte. Él me sugirió escribir a Julio, quien sin duda agradecería que un joven santanderino con ínfulas de poeta le escribiese a París.
-¿Cómo es el Maruri escritor/comunicador?
-Distinguiría dos. El de 'Todo será provisional' y el de 'Un Santander perdido'. El primero es un torrente que pasa de un tema a otro sin solución de continuidad. Sus cartas abordan a la vez mil asuntos y van y vienen del presente al pasado, y viceversa. Es irónico, perspicaz, lleno de humor y en ocasiones muestra un punzante aguijón. El Maruri de las memorias de infancia es mucho más reposado y claro. Es muy conciso y su prosa es cristalina, diáfana, leve. Y al igual que en su poesía, esa levedad es engañosa, pues a veces disfraza una hondura y un lirismo con sabor amargo.
-¿Con las nuevas tecnologías el género epistolar está condenado a ser un palimpsesto?
-Es evidente que la ausencia de correspondencia autógrafa hurta para el futuro de nuestra memoria e historia, en todos los ámbitos, un tipo de fuente documental cuya consistencia e importancia son del todo irrefutables.
-Cada vez es más profusa la labor editorial y de investigación paralela del Archivo Lafuente. ¿Debería estar arropada e impulsada desde sectores públicos?
-Hasta la fecha el Archivo Lafuente ha desarrollado un plan consistente en reunir y conservar para el futuro obras y materiales que configuran y explican la historia del arte moderno y contemporáneo. También facilita y propicia la investigación de/con estos materiales y, por último, difunde los resultados de los trabajos mediante exposiciones, publicaciones, seminarios... Esta labor se ha desarrollado siempre con recursos propios, y no parece que las cosas hayan salido muy mal del todo.
-¿Proyectos para el futuro?
-El ir cumpliendo años con alguna inteligencia relativiza mucho la importancia que uno le da a su «obra». Así todo, soy contumaz y continúo peleando con nuevos poemas y, para colmo, estoy enfrascado en la coedición de un nuevo epistolario, el de dos importantes poetas españoles de las últimas décadas del siglo XX.
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