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La multiculturalidad forma parte del ADN de Andrés Orozco- Estrada (Medellín, 1977). Desde sus inicios en Colombia hasta la actualidad en Viena ha estado al frente de formaciones orquestales en Estados Unidos, Gran Bretaña, Austria y también España. Con el respeto a los músicos como ... bandera, mañana dirige en la Sala Argenta el concierto que celebra el 30 aniversario de la Escuela Superio de Música Reina Sofía y los 120 años de El Diario Montañés en el Palacio de Festivales.
–Strauss protagoniza el concierto que dirigirá en Santander. ¿A qué responde esta elección?
–Responde básicamente al deseo de hacer un repertorio sinfónico con una orquesta llena de juventud, que les exige un grado de técnica supremo y una musicalidad total. Es absolutamente virtuoso para cualquier orquesta, lleno de componentes emocionales. Tenemos además una solista de la misma escuela y además de todo, ya hemos hecho otros proyectos y es parte de la continuación de ese proceso que vamos llevando.
- Trabaja con la Orquesta Sinfónica Freixenet, formada por jóvenes músicos, experiencia similar a la que tuvo con la Filarmónica Joven de Colombia. ¿Cuál es el principal mensaje que trata de transmitirles?
- Lo más importante, independientemente de ser jóvenes o más profesionales, es el amor a la música, la entrega, el respeto, la mística. Esto está por encima de todo. Es una característica fundamental de mi trabajo y, en general, de todos los que hacemos arte, pero cuando tienes una orquesta joven, quizá más valioso acentuar esos valores. Acercarse a esa experiencia de hacer música juntos con esa combinación de una gran entrega, gran disciplina y al mismo tiempo una enorme alegría de entender que somos privilegiados al poder sentarnos a hacer esto que nos gusta, nos llena de felicidad. Y desde el punto de vista técnico, todo lo que puedes compartir con un grupo de músicos que aún no tienen trayectoria en algunos campos.
–¿Es así como se siente, privilegiado?
–Sí, ahora y durante toda mi vida. Me refiero a la posibilidad de estar haciendo lo que quiero, tanto cuando era estudiante, terminando mi carrera en Viena o durante toda mi trayectoria profesional, es un enorme privilegio. Eso no quiere decir que no sea difícil. Hay momento de cierto sufrimiento emocional que son la vida misma, pero es un privilegio para mí. Basta con comparar cuantas personas en el mundo pueden pararse cada mañana y decir: estoy haciendo al cien por cien lo que quiero y lo que soñé. Es una alegría profunda.
–Menciona los inicios, cuando recibió sus primeras nociones de dirección siendo muy joven. ¿Le gustó tanto esa toma de contacto que marcó todo lo que vino por delante?
–A los 15 hice mi primer concierto dirigiendo, pero, como todo en la vida, cuando se da de forma orgánica y natural, que es el caso, o al menos yo lo siento así, viene desde antes, desde que tuve el primer contacto con la música clásica, en Medellín, en el colegio donde estudié. A los 6 años empecé a tocar el violín, luego a cantar en el coro, a tocar en la banda, a tocar en la orquesta… Aprendí los conceptos de música, armonía, historia… Fui descubriendo cosas que se fueron canalizando en esto. Poder dirigir y que haya salido bien, con un resultado interesante es como el último empujón, pero sentirme dentro de una orquesta, ser parte de ese organismo vivo, es donde empecé a sentirme así.
–¿Cómo recuerda esa sensación?
–Yo tocaba como principal de los segundos violines y fue una experiencia fundamental, bellísima y casi el origen de todo. Estando ahí sentía toda la orquesta. Estaba situado en el corazón de todo, con los bajos a un lado y la melodía de los violines primeros al otro. Podía encontrar todos los colores. Aprendía muy rápidamente mi parte para estar siempre atento a lo que hacían los demás. Miraba a un lado y otro teniendo ese contacto y casi siempre anticipando. Mi mente ya sabía lo que venía. De una forma casi natural, sin saberlo, estaba haciendo lo que desde un punto de vista técnico hace un director.
–Si tuviera que definir su estilo a la batuta, ¿qué rasgo destacaría?
–Es difícil decir solo uno, así que me permitiré decir un par. Por un lado, la alegría. Soy, sobre todo en los conciertos, muy feliz dirigiendo y me gusta intentar contagiarlo, aunque la palabra hoy en día tenga un contexto negativo. Que sea una energía que se transmite y todos nos llenemos de esa alegría. El carácter de la música es el que es, pero recrear una partitura siempre lo hago con mucha alegría y eso se transmite con energía, con sonrisas, con gestos entregados, de muchas maneras. Lo otro es tratar siempre de entender a ese grupo de personas que estamos ahí juntos haciendo música, dónde tiene sus fortalezas, sacarlas a relucir de la mejor forma posible, con los oídos muy abiertos y la empatía lista para tratar de motivar y que cada uno esté realmente entregando todo para que ese concierto sea inolvidable y al día siguiente, hacer lo mismo. Que sean momentos estelares.
¿Que figura representaría para dibujar lo que es una orquesta?
-Creo que la figura del director ha evolucionado, es un aspecto que no se puede olvidar. Sigue manteniendo un aspecto; es la persona que tiene que asumir la responsabilidad artística del camino que se recorre al estar leyendo una partitura o interpretando. Termina siendo el que tiene la última palabra, de alguna manera. Pero en esa evolución, las orquestas, hoy en día, los músicos llegan con una preparación, conocimiento y experiencia de un nivel altísimo. No es como hace años, cuand el director tenía que formar, en el sentido de la palabra, todo en una orquesta. Es como los roles de una familia moderna hoy en día, donde el padre o la madre no son los únicos que tienen razón o dicen las cosas. Bienvenido sea que todos aporten y todo es válido aunque alguien tenga que tomar una decisión. Escuchar las voces de todos es parte fundamental de la manera en que yo entiendo mi labor como director.
-Este concepto de escuchar lo desarrolló en Houston con las sesiones 'Musically Speaking', una herramienta para acercar al público al contenido de las obras. ¿Qué aporta?
-Lo hice en Houston, también en Frankfurt donde se llamó 'Spotlight', como esa imagen de poner luz a algo en concreto. El concepto era el mismo; la orquesta y yo contando aspectos de lo que se hace, la música, los ensayos, compartiendo con el público. Todo está relacionado en el sentido de que me interesa generar, cuando el ambiente lo permite, esa cercanía. Crear ese puente. El fin de semana pasado en Londres, tuve que hacer un cambio porque quité un movimiento y el programa de mano ya estaba impreso. Aproveché para saludar al público, contarles el programa y explicarles el cambio. Fue bonito porque permite escuchar a esa persona que solo se le ve de espaldas durante todo el concierto, que se dirige a ti y te cuenta algo. Una experiencia enriquecedora.
– Pasó de Medellín a Viena, dos lugares, dos latitudes y dos culturas que tienen poco que ver. ¿La música sobrepasa cualquier tipo de diferencia?
–Definitivamente. La música y el arte en general, la literatura, el cine, lo permiten. Estamos más conectados que nunca y las barreras son menores o al menos diferentes. Han cambiado. Lo que sí me parece interesante, como apreciación personal a través de los años, es que hay características del ser humano que no cambian en una latitud u otra. Y cuando eso lo juntas con una estructura social como es una orquesta, hay muchas cosas que son casi idénticas. Puede que la manera de tocar, las tradiciones, las historias, las condiciones, la sala, sean distintas, pero hay otro montón de cosas que coinciden. Como decimos en Colombia; todos cocinamos con agua.
–¿Le gusta que añadan el término de latino cuando se habla de su estilo?
– Digamos que no me afecta mucho en un sentido u otro. Entiendo que lo que hago es arte y no necesita de esos calificativos, rótulos o nombres. No me molesta, pero tampoco siento que me identifique. Creo que no es lo más importante para disfrutar de una expresión artística.
–Tiene solo 43 años y dos décadas de trayectoria. ¿Qué ve si mira hacia delante?
–Aunque me siento viviendo ese sueño que tenía desde pequeño, el ser humano siempre quiere seguir sumando un logro tras otro. No hablo de avaricia, sino de sueños. Lo que sueño, independiente de los nombres, de las grandes orquestas o grandes artistas, es poder encontrar esos momentos de lucidez, de saber realmente hacer algo bello, interesante, profundo con esas partituras que tienes al frente. Ojalá no se me acaben nunca las ganas de descubrir. El segundo sueño es encontrar ese grupo de personas que estemos conectados con esa misma ilusión. A veces lo encuentras y otras no. Hace poco viví una experiencia así. Tenía un proyecto y no se desarrolló como esperaba. Vale la pena mencionarlo, porque fue un ejemplo de que no estábamos en la misma sintonía y como una parte más de la vida, habrá otras búsquedas, esperando esa comunión.
- En este caso, decidió cambiar en lugar de acomodarse
- Así es. El mensaje que repito como valioso, sobre todo para la gente joven, es que uno tiene que entender que a veces las cosas no se dan como uno espera, pero hay que tener el coraje de cambiar, para darse la oportunidad de buscar otras cosas, pero sobre todo, de no dejar de ser uno mismo. Parece fácil en mi caso porque tengo otras opciones donde trabajar, otros espacios donde seguir desarrallándome incluso con más fuerza, lo que permite decir, si no es, no es, lo que nos devuelve a esa consideración de privilegiado. Ya llegará.
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