Elías León Siminiani | Cineasta

«En esta época de inmediatez y falta de crítica, hay que ejercer cierta resistencia cultural»

El cineasta acaba de llegar de Huelva, donde ha estado impartiendo una masterclass. Su faceta docente ha ocupado buena parte de su vida. Clases regulares, talleres, asesorías... Hasta que el cine le llenó las manos y la cabeza de proyectos que le dificultan meterse en otros charcos. «De un tiempo a esta parte intento incluir mi trabajo como material, para hablar de determinados problemas propios y cómo los he resuelto, porque creo que puede comunicar más».

Ese trabajo está incluido en 'Cine Presente. La mirada de León Siminiani', un volumen editado por la Junta de Andalucía en el que se repasa su obra a través de diversas miradas. Lo presentará en Librería Gil, a las 13.00 horas, acompañado del editor Antonio Morales. Es el primer libro de los dos que se publicarán este año sobre su trabajo. «Me hace sentir un poco mayor -bromea- pero es una iniciativa para una serie sobre directores en activo que me parece interesante».

Se reconoce «en unas cosas más que en otras». Como situarle como uno de los pioneros del true crime en España. Lo es, de hecho, porque cuando dirigió 'El caso Asunta', tan solo se podía ver 'Muerte en León', en Movistar. «Lo que había en ese momento eran dos o tres series que habían sacudido el mercado de la no ficción incipiente en plataformas» ('Making a murderer', 'Staircase') que retomaban la tradición iniciada con 'A sangre fría', en otro lenguaje. León Siminiani no tenía ninguna relación con los sucesos. «Yo era el de 'Mapa' y los documentales personales, creativos, que poco tenían que ver con el reportaje criminalístico». EL productor Ramón Campos supo leer las técnicas presentes en sus documentales, que podían ser útiles para trascender el reportaje y darle vida cinematográfica. «Me metí y salió bien», dando pie a nuevos contenidos y una demanda mayor. Netflix les propuso buscar un tema con la condición de que hubiera sido algo relevante socialmente. Así llegó ' El caso Alcàsser'. «Estas series han ido en paralelo a la marcha galopante de la cuarta ola feminista y todo lo que tiene que ver con las lecturas de género y la consideración social sobre este tipo de crímenes en el imaginario colectivo». Uno de los frentes más activos y convulsos de la actualidad.

En esos primeros proyectos establecieron una regla: que no hubiera expertos. «Todas las personas que comparecen tienen que ver con lo que están contando de forma directa». Una premisa que se complicó en '800 metros'. ¿Cómo compilar qué es el yihadismo, cómo se adentra en Europa y sus ramificaciones? Huye de la dictadura de la trama, derivada del gusto por la novela negra, que exige una resolución de los hechos que clarifique lo ocurrido. «Hay cosas que están en la psique de las personas implicadas que deciden llevarse a la tumba y por muchas teorías que hagas, nunca tendrás la respuesta». León Siminiani siempre hace tábula rasa y escucha a todas las partes. «Intento que haya un contrapunto a cada afirmación acusatoria, que la obra proponga una dialéctica y sea el espectador el que tenga que decidir». Un esfuerzo que se exige a la producción, a la investigación, al montaje y al público. «Creo en la propuesta de contenidos adultos; es lo que me ha hecho cinéfilo y mientras pueda hacerlo y optando a ventanas amplias es lo que seguiré ofreciendo». Ante una creciente inmediatez y consumo veloz «yo puedo elegir cómo encauzar mi vida y cómo proponer cosas y encuentro gente que lo valora». «Estamos en una época en la que hay que ejercer cierta resistencia cultural», defiende.

Obseso del cine desde jovencito, León Siminiani iba cada martes al cineclub del instituto. Recuerda a José Luis Martínez Valero, su profesor de Literatura y a Juan Pedro Gómez, profesor de Imagen, que hacía análisis de películas y cómo le marcó la disección de 'Jhonny Guitar', de Nicholas Ray. «Me tumbó. Yo tenía una intuición y de repente me di cuenta, en esa clase, de que aquello era un lenguaje controlado, que se construía con herramientas un mundo que podía transmitir emociones, me pareció fascinante».

La afición cinéfila, tal como él la conoció, «existe de una forma muy distinta en las nuevas generaciones». Muy pocos de sus alumnos conocen a los directores que para él han sido importantes. En los 90, cuando afianzó su cinefilia, «me pesaba mucho la admiración que tenía por lo que había visto y lo llamaba el peso de la filmoteca». Aspiraba a hacer cosas al estilo de otros. «De ahí surgió la idea de empezar a jugar a hacer películas», para sobrellevar la frustración ante los ídolos y relajarse.

La propuesta que ha planteado en la Filmoteca de Cantabria «tiene algo de juego también». Un golpe en la pata que sostiene la altivez, solemnidad y distancia con algunos creadores. «Tranquilicémonos, que al fin y al cabo no es más que otro oficio como tantos en la sociedad». En muchas de sus películas hay «formas lúdicas». De un tiempo a esta parte, con las series y los temas de mayor gravedad «no cabe mucho el humor», pero, extrañamente, determinadas formas que surgieron al amparo de ese espíritu lúdico, las ha adaptado como «un factor de diferencia formal». Un sello distintivo que supone «un cierto acercamiento a relatos que están muy fijados y formalmente se resuelven con propuestas originales o extrañas».

En noviembre estrena la serie 'El circo de los muchachos' en Prime Video, una historia «descomunal» y se repite la lucha entre «cuantos capítulos tienes y cómo de grande es la historia». «Cuanto más amplia es, más te tienes que plegar a contarla y punto». Cinematográficamente tiene un punto de frustración, pero esas historias «extraordinarias que se desentierran», las considera «muy gustosas de hacer, de investigar y de descubrir por parte del espectador».

El director de 'Arquitectura emocional 1959', por el que recibió la Espiga de Oro de la Seminci y el Goya al Mejor Cortometraje 2023 cree que hacer cine es un acto de amor hacia el hecho de contar historias. «La pasión de sentirte narrador y capaz de suscitar la atención de la gente». No todos los cineastas comparten esta meta; hay quien busca una exploración interior o de tipo sinestésico. Pero a él le interesa «la idea tribal del fuego, alrededor del cual alguien cuenta una historia y la gente se embebe». El reto con 'El circo de los muchachos', por ejemplo es «encontrar la manera de hacerle justicia como narrador» y que otras preguntas lleguen a esa misma conclusión.

Rodrigo Cortés, que participó la semana pasada en el anterior DCP, afirma que de una historia no se acaba, sino que uno se va. «Tiene toda la razón -coincide León Siminiani- y lo noto en las promociones, porque las utilizo para ampliar todo lo que no me ha entrado en la película». Al final, concluye, «esto es como los amores, que llega uno para sacarte de otro».