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Aitana Sánchez-Gijón (Roma, 1968) llega mañana al Palacio de Festivales con 'Juana', un espectáculo de danza-teatro sobre mujeres que han roto esquemas: Juana de Arco, Juana 'la Loca', sor Juana Inés de la Cruz, la papisa Juana y Juana Doña. Lo hace a ... las órdenes de Chevy Murada.
-Antes que nada. ¿Cómo está?
-Estoy bien. Viviendo este tiempo tan convulso sin saber que va a pasar mañana y muy agradecida de poder estar en los escenarios con 'Juana', aunque cada representación que hago pienso que igual puede ser la última. Estoy con la idea de que tenemos que trabajar mientras nos dejen, pero con una gran incertidumbre todo el tiempo.
-Antes de 'Juana' nunca había bailado de forma profesional. ¿Cómo vive esta experiencia?
-Es una osadía por mi parte porque aunque de pequeña hice algo de baile clásico no tengo ninguna formación en danza. He estado trabajando casi un año y medio mano con Chevi Muraday buscando un lenguaje común y posible para una mujer no joven y sin formación que quiere utilizar su cuerpo como forma de expresión. Para mí supone un esfuerzo titánico. Cada representación es como escalar el Everest. Me pone muy al límite de mis fuerzas y mis posibilidades así que cada vez que acabamos una función tenemos la sensación de haber hecho cima.
-¿Por qué ha preferido el lenguaje del cuerpo antes que la palabra para dar voz a estas cinco mujeres?
-La palabra es también muy protagonista del montaje y tiene tanto peso como el movimiento. Pero cuando utilizas el cuerpo de esta manera la palabra brota casi sin esfuerzo, de las entrañas. Hace que todo tome una dimensión muy distinta y muy interesante.
-Hablemos de esas cinco juanas a las que rinde homenaje.
-Tres de ellas son muy conocidas, Juana 'la Loca', Juana de Arco y Juana Inés de la Cruz. Las otras dos no tanto. Me refiero a la Papisa Juana y a Juana Doña. Pero este montaje no es una biografía ni un repaso de sus vidas, tampoco tiene una estructura lineal. Lo que hacemos es coger el hilo de estas juanas maravillosas para ofrecer un espectáculo de sensaciones en el que la palabra va creando estados de ánimo y tejiendo la sensación de que son unas mujeres que luchan en solitario contra un orden establecido para poder ser lo que quieren ser.
LA OBRA
LAS PROTAGONISTAS
-Le he escuchado decir que Juana Doña ha sido la que más le ha impresionado.
-Es la menos conocida y creo que representa a todas las mujeres que como ella sufrieron la cárcel durante el Franquismo. Pero me impresiona también que las otras juanas luchan solas sin tener ninguna conciencia de que lo que les está pasando se debe únicamente al hecho de ser mujer.
-Han pasado muchos años, siglos incluso, desde que vivieron estas mujeres. ¿Sigue habiendo muchas juanas en la actualidad?
-Siempre ha habido juanas. Se llamen como se llamen. Y hay miles y miles de juanas anónimas. Las protagonistas de este espectáculo son un referente y una leyenda que dejaron su huella en la Historia, pero en realidad no hacen más que representar a esas mujeres anónimas que en su día a día se atreven a desafiar ese orden establecido.
-Cuando pensó en esta obra, ¿lo hizo para sacarlas del olvido o cómo reivindicación feminista?
-Las dos cosas van ligadas. No existe la una sin la otra. Pero, aunque todo arte es político, no planteamos esta creación artística como eso. No pretendemos hacer un manifiesto feminista porque encima de un escenario no hay que hacer política sino contar historias que te conmuevan y que te muestren la complejidad del ser humano.
-Hablábamos antes de la crisis sanitaria. ¿El teatro va a sufrirla más que el cine o la televisión?
-La televisión no va a sentir mucho la crisis porque el consumo no ha cesado en este tiempo. Yo creo que el cine lo va a notar más aún que el teatro. Ya se está viendo en las salas. Es cierto que en algunos sitios como en Cataluña ahora mismo no hay teatros abiertos, pero en los lugares que sí lo están, como es el caso de Santander, los actores y actrices podemos trabajar y los espectadores acudir. Hay comunidades que están haciendo un gran esfuerzo por mantener vivo el hecho teatral. El impulso de ir al cine es menor porque tenemos una pantalla en nuestra casa y las películas que no veamos ahora las podemos recuperar.
-¿Ese esfuerzo por parte de las comunidades autónomas es extrapolable al público y al resto de administraciones?
-No todas las comunidades autónomas hacen el mismo esfuerzo. Me refiero a las que han mantenido la programación. En Parla, por ejemplo, en lugar de cancelar asumieron ofrecer las representaciones por 'streaming' porque dan mucha importancia al teatro. En Galicia, en cambio, con auditorios de 800 o 900 butacas, sólo permiten un aforo de 30 personas. Hay normas que no tienen ningún sentido. El hecho teatral es algo muy frágil que hay que cuidar y sí se pierde la presencia, el espectador se puede llegar a desvincular.
-¿Qué otros proyectos profesionales tiene ahora mismo?
-Acabo de hacer un proyecto que me ha gustado muchísimo que ha consistido en narrar un audiolibro: 'The Ickabog', que es el último cuento que ha escrito J.K. Rowling. Lo he vivido como una experiencia increíble porque ha sido como poner voz a una película de dibujos animados, poniendo todas las voces de todos los personajes. Además en la nueva temporada de Movistar se estrenará la serie documental ficcionada, 'El Corazón del Imperio', que está protagonizada por mujeres que fueron poderosas y potentes en el Imperio Romano y a mí me ha tocado interpretar a una de ellas, Julia Mesa, y además en latín.
-¿Y va a dejar de bailar?
-Yo le dije a Chevi Muraday que esta obra iba a ser debut y despedida, que ya tengo una edad y no estoy para dar tantos brincos. Pero bueno, ya veremos (ríe).
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