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A finales de 2015, el periodista Diego Cobo iba a viajar a Jamaica para escribir sobre atletismo. Entonces le hablaron de la reclamación -moral y económica- que el país caribeño le hacía al Reino Unido por tres siglos de esclavitud. «Una vez allí, vi que ... era un tema muy desatendido y quería abordarlo desde varios ángulos». Cobo, que ha sido colaborador de este periódico, viajó a Gambia, Colombia, Cuba y Estados Unidos para completar le relato y trazar las líneas del comercio de esclavos entre los siglos XVI y XIX, periodo en el que las potencias europeas «arrancaron de las costas de África a más de 15 millones de seres humanos». Gracias a la beca Michael Jacobs de 'Crónica viajera 2017' (Fundación Gabriel García Márquez, Hay Festival y Michael Jacobs Travel Writing Found) pudo completar el proyecto. El resultado es el libro 'Huellas negras' (La línea del horizonte, 2018). «Los cimientos de este libro son la libertad bien concebida, tan amplia como cada cual considere», indica Cobo, quien presentará su trabajo, junto con Jaime Aja (RTVE) y el escritor y psiquiatra Rafael Manrique, este viernes, día 23, en la librería Gil.
-¿Por qué sitúa el origen del libro en la reflexión: 'Romperse para comprender'?
-Solo las grandes sacudidas, y no siempre, parece que nos pueden transformar de verdad. Este proyecto comenzó hace más de dos años cuando lo que yo creía que era mi vida y yo mismo, y tras varios años de búsqueda y cuestionamientos, acabó por explotar. Ahora lo bendigo. Solo cuando nos bajamos de nuestro egocentrismo podemos empezar a ver, a comprender, a sentir. «Arrepentirse profundamente», escribió mi amado Thoreau, «es vivir de nuevo». Hay que quitarse toda la ropa, no cambiarla por otra.
-¿Qué realidad acotan Cuba, Estados Unidos, Gambia, Colombia y Jamaica?
-Tras Jamaica, adonde llegaron más de un millón de esclavos, me di cuenta de que tenía que ir a algún país del que salía la población esclavizada; Gambia se ajustaba a ese criterio. El viaje de Estados Unidos estaba pensado desde antes, lo que hice fue incluir esta investigación y adaptar el viaje a lo que buscaba. Colombia y Cuba, el tramo final, pensé que eran países representativos de lo que fue la esclavitud en América Latina, con gran parte de población negra y con procesos históricos muy diferentes.
-Recoge una frase de Michael McClanahan, líder de la Naacp: «Y el tiempo duerme sobre el tiempo, hace que la gente olvide, incluidos los negros». ¿El periodismo puede combatir ese olvido?
-Ojalá el periodismo nos sacudiera un poco, pero tiene que ir acompañado de un cambio de actitudes. Las palabras, las noticias y el jaleo de las redes sociales muchas veces se queda ahí, pura palabra, y todo sigue igual. Pensamos que los culpables siempre son los demás, pero es que esos 'demás' también piensan que son otros los culpables.
-Entrevista a activistas estadounidenses que señalan una regresión.
-La crisis económica ha desnudado el estado de las cosas. Siempre hubo racismo y exclusión, y cuando han bajado las aguas se ha visto lo que siempre estuvo ahí, como el campanario que asoma en el pantano del Ebro.
-Menciona a España en el comercio de esclavos -entre 1580 y 1640, indica, España comerció con 170.000 personas en el puerto de Cartagena de Indias-. ¿El país tiene memoria de esto?
-Creo que ninguna. Cada 12 de octubre siempre surge la misma pelea entre quienes defienden la nación y los que hablan de genocidio en la conquista. Los hechos son los que son, nos gusten o no. Incluso a día de hoy existe un neocolonialismo de empresas españolas con nefastas consecuencias para las poblaciones, algunas narradas en el libro. Son hechos, no opiniones. Otra cosa es que lo justifiquemos.
-No se habla de la esclavitud en pasado.
-Antes morían los jóvenes en las bodegas de los barcos durante las travesías a América, pero ahora lo hacen cruzando el Estrecho en barcas, en camiones o en la frontera. Hay que recordar que hace 300 años la esclavitud era algo aceptado y los abolicionistas rompieron esa normalización. La esclavitud hoy tiene otra cara, pero es tan legal como lo fue en su día, solo que acompañada astutamente de promesas, culpa o estatus social en el mejor de los casos.
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