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En una de las lomas que enmarcan el pueblo de Toñanes, hay una hoya donde en el siglo XVIII murió un hombre. Ese fue uno de los descubrimientos sobre su propio pueblo que hizo el escritor Juan Gómez Bárcena (Santander, 1984) en una profunda ... investigación documental sobre la zona. Y al sentarse en ese lugar, sintió dos cosas: la plenitud de pensar que era la única persona viva que conocía esa historia y la necesidad de contarla.
Y contar, precisamente, es lo que el autor hizo ayer en la Torre de Don Borja. Gómez Bárcena abrió la nueva temporada de Encuentros desgranando motivaciones, rutinas y planes de futuro para aquello que supo desde niño que sería su labor vital: escribir. De hecho, «me lastraría profundamente dedicarme a otra cosa», reconoció.
En conversación con el también escritor y poeta Marcos Díez, el joven pero consagrado autor confesó que escribe «por el placer de transformarme en la experiencia que supone cada libro». Libros que se convierten en viajes. En el caso de su trabajo más reciente, 'Lo demás es aire', que acaba de recibir el Premio Ciudad de Barcelona, un recorrido con algunas particularidades. «Nunca había ambientado una novela en España, ni en el tiempo presente», detalló. Antes, el elemento temporal, con una presencia sólida y constante en su narrativa, tomó forma de lastre psicológico que impide avanzar ('Kanada') o convirtió un calendario en un mapa de siglos ('Ni siquiera los muertos'). La mezcla de géneros, también patente, que cada vez le interesa más, es un recurso que practica activamente, dejándose llevar hacia el resultado, porque «cuando se escribe de manera honesta, se sale del libro transformado».
Como el mechón de su flequillo que parece empeñado en cambiar de lugar mientras él se expresa, Juan Gómez Bárcena tiene un cierto aire ausente permanente. «Los escritores estamos en dos realidades paralelas y la literatura permite canalizar la obsesividad hacia algo que produce placer», explicó. «Muchas veces -reivindicó- el libro es la coartada para justificar que estamos en otro lugar».
Un universo imaginario poblado por voces diversas. Las más recientes evocan reminiscencias «clarísimas» a Svetlana Alexievich, Elena Poniatowska o Roberto Bolaño y la intención de escribir «desde la conciencia cinematográfica». En las páginas de 'Lo demás es aire', pequeñas anotaciones en los márgenes establecen las fechas por las que va discurriendo la narración, un recurso que se inspiró en las hojas parroquiales que investigaba y que, a priori, creyó que ninguna editorial aceptaría. Pero obtuvo un sí. «No solo ayudan al lector, sino que permiten una fluidez que raramente podemos permitirnos en la literatura, donde trabajamos con palabras consecutivas que tienen que generar imágenes».
Gómez Bárcena construye esas imágenes, sobre todo, de noche. Es un escritor noctámbulo y estival. «La escritura es el único lugar donde soy planificador y muy disciplinado». Es también un consejo que da a sus alumnos; «el talento se educa, pero en gran medida, es personalidad» y quien siente la llamada del negro sobre blanco, como en su caso, debe intentarlo y evitar frustraciones futuras. «Hay que dejarse sucumbir a la vocación artística y probar».
También es el espacio donde va sumando desafíos, «porque me aburro si el viaje se repite». Quizá por eso, mirando hacia delante, maneja el ensayo como próximo reto. Un tratado sobre la soledad, un estímulo que necesita en su justa medida y un tema que le atrae. Al fin y al cabo, «solo puedes entusiasmar al lector con aquello que te entusiasma a ti».
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