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De Santander a Madrid, de ahí a Roma, París... y luego Estados Unidos: Nueva York, Chicago... De vuelta a Santander, el escultor José Cobo Calderón reconoce que si algo ha aprendido en estos viajes es que «si hay algo que desarrolla la inteligencia es conocer ... y tratar a distinta gente». Seguramente por eso ha querido titular su primer libro, unas memorias: 'Mi vida y milagros de otros' (Libros del Aire», una publicación que presentó este viernes en el Ateneo, en un acto organizado por el Aula de Cultura de El Diario Montañés).
José Cobo Calderón nunca se había planteado escribir sus memorias. Fue cuando comenzó a anotar una serie de datos biográficos para un libro de arte que preparaba la editorial Septentrión cuando se dio cuenta de que aquello «daba para algo más». Animado por el editor, Carlos Alcorta –quien le acompañó en el coloquio junto al poeta Juan Antonio González Fuentes– finalmente ha publicado un libro de 400 páginas en los que más o menos recoge una parte de sus 66 años.
En estas memorias, tal y como él mismo explicó, ha reunido diferentes historias que le han ido ocurriendo en todos esos lugares en los que ha vivido. Si bien, afirmó, «no pretendo que este sea un libro en el que predomine la verdad, me conformo y aspiro a que sea verosímil».
También ha querido, y así lo expuso, que más que contar su vida, los encuentros que ha compartido con otras personas, artistas o no, tengan un papel importante en el libro porque está convencido de que «la gente que conoces y tratas son las que te conforman». Por eso en sus memorias, aunque también aparecen muchas reflexiones sobre el mundo del arte y por qué a veces cuesta tanto entenderlo, lo que cuenta son historias de las casas que ha habitado, de las ciudades que ha conocido y de las personas que estaban en ellas y cómo le ha influido todo ello. «Lo importante es tener siempre los ojos abiertos. En general, en los libros de artistas estos tienden a mirar hacia sí mismos, y esa mirada puede ser muy enriquecedora, pero yo he preferido hacerlo hacia afuera».
Lo que más destaca de esta experiencia, y de momento asegura que no tiene intenciones de seguir escribiendo, es que hay un proceso muy parecido en la escultura y en la escritura, el de la representación. Reconoce que no le ha sido fácil («he tenido que podar mucho») aunque que sí ha comprobado que «mientras esculpir me sale más espontáneo, y cuanto más corrijo peor me queda la obra, en la escritura me pasaba lo contrario: que cuanto más corregía más me gustaba». Y es que, si algo también ha comprobado es que «las palabras tienen una plasticidad preciosa» y que «son mucho más importantes las palabra que usas que lo que cuentas». Tal vez por eso, y así lo destacó González Fuentes, las descripciones que hace de todas esas personas que aparecen en el libro, o los paisajes y lugares en los que discurren las situaciones que refleja son «propias de Hemingway».
El escultor, que admitió que en estos momentos no tiene ningún proyecto artístico en ciernes, ha logrado gracias a este libro «hacerme una idea de la que ha sido mi vida. No quiero olvidarme de lo poco o mucho que he podido vivir».
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