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«Relatos insinuantes en los que incluso se duda de cuándo deben terminar». Así define, a grandes rasgos, Manuel Gutiérrez Aragón el hilo conductor de 'Oriente', el libro que presentó el pasado 29 de marzo y en el que suma ocho historias de toda índole. « ... No hay encuentro con el público en el que no se termine hablando de películas y no de libros», dijo, algo que le ha hecho sentirse un tanto «desubicado», durante toda su carrera. En el Aula de Cultura de El Diario Montañés, ambas corrientes se dieron la mano, a través de la experiencia indivisible de un autor que construye su visión del mundo a través de las imágenes y las palabras, con un pie en cada universo que distingue y une con su mirada individual. Gutiérrez Aragón dialogó en el Ateneo de Santander con Íñigo Noriega, director de El Diario Montañés, Guillermo Balbona, redactor jefe de Cultura de la misma cabecera y el crítico Javier Menéndez Llamazares.
El reciente libro se gestó por una «especie de desasosiego» que le entró al autor ante el riesgo de perder lo que estaba escribiendo. «Hay periódicos que en el mes de agosto no tienen nada que contar, porque la corrupción se para porque los políticos están de vacaciones y encargan relatos», bromeó. Quiso conservarlos.
Se definió como un escritor «casi joven» que eligió aquellos relatos que más le gustaron, buscando un orden, si bien no era lo más importante, pero con el descubrimiento de que de en algún modo, todos «tratan del espectáculo, ocurren en el cine, tienen que ver con las imágenes» o reflexionan sobre el relato mismo.
Un libro que transita de la sonrisa a la carcajada. Ocho cuentos que «en realidad son ochenta» afirmó el crítico Javier Llamazares, porque entre las líneas de los relatos se engarzan otras historias menores.
Algunos de los relatos son recuperaciones de historias del pasado que se terminaron hace años, pero han tenido oportunidad de continuar. «Un relato se parece bastante a un guión; tienen que tener una precisión, no hay nada que sobre y todo sirve para algo», dijo el director. El ejemplo que siempre se pone, dijo, es que si hay una mesa y el personaje abre un cajón en el que hay una pistola, tiene que ser para algo. «Al contrario que la novela, que tiene afluentes o remansos», en el relato «cada rueda dentada hace moverse a otra».
'La ópera interrumpida' relata las peripecias de dos personas encerradas en el Teatro Real «fruto de la pandemia», en el que hay mucha oscuridad y es «resultado del encerramiento propio trasladado a un ámbito más amplio». Cuando era joven leía 'El príncipe valiente', inspirado en unos caballeros y damas de la Edad Media, rodeados en un castillo cercado por los turcos, que sabían que iban a morir «pero decidieron vivir como príncipes hasta el final: comían, bailaban y bebían». Ellas se lanzaban desde la torre y ellos se enfrentaban al enemigo. Ese tebeo infantil dio origen a ese relato.
'Sesión de cine' es un catálogo de historias en sí mismo. «Pienso que cuando escribes no reflexionas sino que te dejas llevar por la narración y la reflexión viene después». También en el cine «me consideré un escritor realista», se autodefinió. «Hay un fondo pasiego en esto, porque el humor pasiego es un surrealismo para pobres». «Defiendo mi realismo, que no tiene fronteras», afirmó Gutiérrez Aragón.
Con su doble perfil creativo, el escritor afirmó que «en una película se pierde la magia cuando aparecen los efectos especiales». Por eso no es lo mismo hablar de un pez y verlo que crearlo con palabras. «La literatura tiene muchísimas más imágenes que las películas», de ahí que el 'Cuento sobre Sevilla' sea una cierta venganza sobre el cine que da fe de ese planteamiento. Él entró «casi por curiosidad» en la Escuela de Cine y se sintió un poco «fuera de sitio»; un estudiante de Filosofía y Letras al que le gustaba escribir pero al no poder entrar en la cerrada Escuela de Periodismo, terminó en un espacio en el que lo que mandaba era la técnica. «Fueron unos años un poco duros», que definieron su futuro.
«Tengo una enorme curiosidad por saber qué relato ha gustado más». Cuando el libro se presentó en la Academia Española triunfó el relato de 'Nestrovich', «redondo», según Balbona y que, como añadió Llamazares, «es el más gracioso del libro». De nuevo en su infancia, el torrelaveguense recordó las pastillas que les daban las abuelas de pequeños a los niños de su generación (Nestrovit). «Una palabras misteriosa, dulce y mágica, porque era para dar salud». Una de las primeras palabras «raras» que se le quedaron en la cabeza y que encajó con el nombre posible para un personaje singular.
En muchos de los relatos hay base real. En 'Oriente' que da título al libro, la abuela vuelve a aparecer, haciendo referencia a una provincia de Cuba, a través del cual reinterpreta la tradición oral que recibió como herencia. «Está muy reescrita», confirmó. El abuelo de Gutiérrez Aragón era español y su abuela cubana. En la isla nació su padre. El cuento aborda, de nuevo, «el surrealismo de la vida», con una fiesta como escenario, el día de San Alfonso, en plena Guerra de la Independencia, a la que obligaron a asistir a los invitados que acabaron tomando el palacio.
En 'Una rosa de Francia', rodaba en la isla caribeña, Gutiérrez Aragón fichó a Ana de Armas, a quien eligió antes incluso de terminar su prueba. «Si no llega a aparecer en ese momento», dijo de la nominada al Oscar, su camino habría sido muy distinto. Hoy, Cuba es para él «como una provincia más de España».
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