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A Rosario Villajos (Córdoba) le aterra la idea de que se plantee la jubilación a los 72 años, porque ella, a sus casi 45, está deseando que llegue ese momento del retiro dorado. La suya es una voz pluriforme, que se manifiesta a través de ... la pintura, la escritura, el videoarte o las canciones que elige para musicar poemas. La última muestra de esa variada expresión es la novela 'La educación física' (Seix Barral, 2023) sobre la cual hablará en la última jornada de la Feria del Libro de Santander (12.00 horas).
-¿Es cierto que odia trabajar en todo lo que no sea creativo?
-Odio cualquier cosa que no me apetezca hacer. No me gustaría dedicarme solo a la escritura porque entonces le cogería manía también.
-Quería aprender a manejar todos los lenguajes artísticos, pero solo aprendió a chapotear haciendo charcos, afirma. ¿Le gusta saltar de uno a otro?
-La verdad es que me encanta eso, pero la escritura es lo más ergonómico que hay; te sientas y escribes. O ya ni siquiera me siento, porque me he comprado un escritorio elevable para estar de pie. Ahora me pondría a pintar o lo que te pida la historia que tienes dentro para transmitirla.
-En sus historias, sea cual sea el soporte, las mujeres están asfixiadas por el sistema. Bien no lo pasan.
-No. Sí es verdad que en 'La educación física' me he centrado en la educación que hemos recibido nosotras, pero la anterior podría haberle ocurrido casi igual a un chico que a una chica. Se trata de tener una nómina, te vas a un país extranjero y te das de bruces con la realidad de no saber qué haces allí realmente.
-¿Hay un proceso de elección que hace que elija de forma consciente personajes femeninos?
-La verdad es que me apetecía mucho escribir sobre mujeres, y todavía me apetece. A veces me preguntan si voy a escoger protagonistas masculinos y yo respondo, ¿para qué? Ya hay muchos personajes masculinos o femeninos mal contados, desde una perspectiva que no se parece en nada a la realidad. Hay mucho por explorar sobre las mujeres. Me he quedado muy a gusto con el último libro, con la sensación de haberlo echado todo y no sé quién va a ser mi próximo personaje. Además, últimamente solo escribo fragmentos cortos, como pensamientos muy aleatorios sobre la vida y la muerte. Estoy en plena crisis creativa.
-El jurado del premio Biblioteca Breve, uno de los que le han otorgado, dice que recoge el sentir de una generación. Es una labor ambiciosa.
-Fíjate que yo pienso que recoge el sentir de muchas generaciones. Al principio creía que era la mía, pero en el fondo, si escogí los 90 era para dejar en ridículo a la sociedad en la que vivimos ahora mismo. Para poner en evidencia lo que está sucediendo. Las manadas que hay ahora. ¿De dónde viene todo esto, que siga habiendo tanta desigualdad?
-¿Y llegó a conclusiones?
-Que estamos en la misma mierda, pero son mierdas diferentes, según me trasladan mis lectoras jóvenes, algo que me sorprende porque pensé que serían de mi edad o mayores, pero tienen unos veinte años. Son prácticamente adolescentes.
-Es algo que usted aborda; adolescencia e identidad.
-Sí, pero no me esperaba que leyeran este libro, sino más que lo vieran como una distopía lejana. Pero no. Se sienten acompañadas por el libro. Para mí es súper bonito escuchar eso. Se ve que todavía hace falta cambiar muchas cosas. Hemos evolucionado en cuanto a que sabemos cómo es nuestro cuerpo, los nombres de sus partes, pero ahora existe el acoso en las redes, amenazas a través de fotos publicadas, y ellos no sienten en ningún momento peligro porque una chica haga lo mismo.
-Esa sociedad que intenta ridiculizar, se está dirigiendo a eliminar los avances conseguidos para proteger a las mujeres.
-Estoy muerta de miedo con eso. ¿Es que no vemos lo que está pasando en Afganistán, por ejemplo? A mí la gente me dice que aquí estamos muy bien, pero me da igual. Yo no puedo dormir bien pensando que en otro lugar, alguien con un cuerpo similar al mío vale menos que un caballo. Y que, en cualquier momento, la cosa se tuerce.
-En esta situación social, ¿las palabras pueden ser un arte visual que ayuden a plasmar mensajes y reforzar movimientos?
-Yo lo veo así. Podría haber hecho un ensayo en vez de una novela, pero entonces no lo habría leído ni la mitad de la mitad. Escoger una historia que parece un thriller, con su poquito de aventura y cierta intensidad, creo que era mucho más efectivo para contar lo que yo necesitaba contar. Yo intento escribir lo que quiero leer y cómo querría haberlo leído. Y pensaba cómo me hubiera gustado leer cuando yo era adolescente.
¿Se planteó escribirlo como un ensayo?
-Todas las cosas de las que hablo siempre tienen un fondo social muy grave. Algo muy grave que ocurre. Aunque en La Muela escogiera el humor y en este un personaje adolescente. Uso a los personajes como marionetas. Siempre uso un solo personaje para mis novelas, en lugar de hacerlas corales, porque soy ese tipo de escritora que en realidad te está contando el fondo y te lo estás tragando a través de la forma.
-Le une también a Cantabria, como un pequeño guiño, la poesía de Pepe Hierro que ha musicado
-Es de mis poetas favoritos. Recuerdo dónde estaba yo cuando murió y cómo se me caían los lagrimones. Me encanta José Hierro. Tengo sus obras completas.
-Está de acuerdo en que existe una corriente de literatura femenina
-A mí me da igual. Yo me siento muy cómoda con la vertiente femenina. Me encanta que me inviten a festivales solo de mujeres y cosas así. No me siento como en la mesa de los niños pequeños. Al revés. Me siento orgullosa de formar parte de esta nueva oleada de 'bisontas'.
-Cuando alguien es capaz de dar forma de obra artística hasta a los pelos que se enredan en la ducha, ¿cuándo descansa?
-Lo veo casi como una discapacidad (ríe). Cuesta mucho relajar el cerebro o procesar las cosas. Me gustaría estar más relajad y no siempre dando vueltas a la cabeza. Supongo que es una forma de supervivencia, de mantenerla entretenida para no pensar en la muerte o en lo que te duele del mundo. Me cuesta mucho mirar a un sitio y no ver cosas.
-¿Y qué hace para intentarlo?
-Terapia (ríe). Meditación, a lo mejor. Respiración. Y mirar a mis gatas lavarse. Relaja mucho.
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