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«Para mí la literatura es un diálogo que se produce en silencio con cada uno de los libros», pero cuando esa conversación pasa al ... cara a cara, entre escritora y lector, «pueden saltar chispas», dijo Pilar Adón. La escritora, poeta y traductora, participó en los Martes Literarios. Acompañada por el periodista Guillermo Balbona, la autora de 'De bestias y aves', su novela más reciente, Premio Francisco Umbral y Premio de la Crítica en 2022, destacó que lo que le interesa es que el lector aporte, rellene huecos, «que no espere que yo le dé todo masticado, sino que le marque el camino, le vaya dejando miguitas como en los cuentos, y lo recorra». Y en el Paraninfo de Las Llamas se dieron cita buen número de caminantes ávidos de ese recorrido establecido por la madrileña.
Las palabras hay que dominarlas, controlarlas, defendió. «Solo cuando corriges, gobiernas el texto». Un escritor se va a dormir, a descansar, deja el texto reposar y cuando regresa a él, se da cuenta de que no ha salido lo que quería. Por eso hay que tener la fortaleza de «atreverse a corregir a ese autor que éramos nosotros días antes, creyendo que lo que escribíamos era lo correcto». Desde que empezó a publicar poesía, Adón aprendió a desnudar el lenguaje, buscar sustantivos exactos y sobre todo, indicó, desprenderse de los adverbios. Una manía, esta, que le venía de su labor en el campo de la traducción, dice la autora que encuentra «el hogar en la novela» y se siente «menos poeta que narradora».
Pero todo comenzó mucho antes. Adón empezó a escribir con 18 años y ganó un premio que la llevó a Lisboa. En aquel primer relato trataba un tema que se mantiene a día de hoy: el encierro. «Sigo a mis 51 años metiendo personajes en casas, encerradas, aisladas y me sigue interesando este tema». Más tarde, en su primera novela tuvo «la osadía» de sacar al personaje de ese encierro para que se moviera, pero «no sabía cómo hacerlo». Y de repente, fue tan sencillo como «poner un punto y aparte y situarlo en otro lugar». Ese proceso tuvo que aprenderlo haciendo prueba y error y hoy le hace sonreír, frente a las docenas de páginas tachadas entonces. Pero «creo que queda mucho más de lo que ha cambiado», porque los temas que la mueven siguen siendo los mismos. La experiencia suma factores. Así, la intuición «es muy peligrosa» y el oficio «va llegando». A ella le llega a base de leer, lo suyo y lo de otros, con distancia y fortaleza para saber pararle los pies al trabajo realizado por una misma. Sin piedad. «El oficio te viene de esa distancia, de ser inclemente, durísima y estricta con lo que has escrito», sentenció.
Hace poco tiempo que es consciente de por qué es tan lenta leyendo, sobre todo cuando el libro está a punto de acabarse y se acaba la diversión. Su madre tenía una pequeña biblioteca en el salón y en su habitación atesoraba los volúmenes que le caían por Reyes o por su cumpleaños. «Era lo que más me gustaba en el mundo y sigue siendo así». Por eso, cree que «nunca hay demasiados». Le interesan como continente y contenido y la amplia oferta editorial «cuanto mayor, mejor», a pesar de lo que significa de voracidad y velocidad.
A Adón que en la actualidad está escribiendo cuentos mientras prepara una nueva novela, le tranquiliza saber que siempre hay una historia que se convierte en un refugio, en un hogar. Es la derivación del afán, la necesidad y la vocación de tratar el tema del aislamiento, el deseo de estar en otra parte, el miedo. Cuando termina un relato o un libro, ahí está todo lo que quería hacer, «pero siempre queda la sensación de que hay más que contar» y necesita ponerse con otra obra inmediatamente «para seguir insistiendo en ese más».
Lo sublime es para Adón lo que nos atrae, pero también nos aterroriza. Un concepto que siempre le ha llamado la atención. Una belleza cual mariposa que va hacia la luz, se quema, pero no se aleja. «Cuando hablamos de literatura tan impresionante como la de Woolf, Plath o Sexton» somos como esas moscas, nos atrapa y puede llegar a ser dolorosa, pero no nos vamos. Esa literatura ha ido permeando en la suya propia. Subyace y «de alguna manera se nota», reconoció.
El pacto ficcional debe existir en toda obra entre el autor y el lector, que se pone en sus manos y decide confiar. «Queremos que nos lleve a su territorio, nos convenza y nos seduzca». Recogiendo esas miguitas que mencionaba al inicio. El pacto tiene que ser férreo y debe mantenerse hasta el final, pero puede romperse cuando algo chirría. Aparte de hacer el mejor trabajo posible como autores, debe crearse un universo dentro de lo ficticio que sea real. «Este es el milagro de la literatura; crear un lugar de seguridad donde todo lo que sucede, se queda ahí». Al mismo tiempo, podemos sentir empatía y trasladarnos a esos lugares, porque son reales. «Cuando salimos de un libro que nos ha gustado, esa capa que nos queda, nos modifica un poquito».
«Es un personaje más», dice Adón de la naturaleza, presente en todas sus obras. Un personaje totalmente vinculado a su padre. «Mi padre era la naturaleza; sabía vivir, mantenerse, cazar, pescar, cultivar… Todo lo que sé me lo enseñó él». Incluso le enseñó a disparar su primera escopeta de perdigones y a guardar silencio en ese marco vital, donde después ocurre todo. Se trata de una naturaleza «que me cuesta mucho adjetivar; hostil, indiferente». La que ella conoce; ni ajardinada, ni domesticada. El padre de la autora murió en el transcurso de la escritura de esa novela y eso le generó un bloqueo que le impidió seguir escribiendo prosa. «Tenía la novela ahí y no había manera, porque esa novela hablaba de lo que era mi padre y se había ido; era como una traición». Así surgió a finales de 2019 el poemario 'Da dolor'. Por eso, hay aún poemas que no puede leer. 'Eterno amor', un librito inesperado que le invitaron a escribir, fue el paso necesario, la «superación ficcional de algo que había sido absolutamente real». No cree que «curase nada», pero le permitió regresar a su lugar.
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