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Es como si hubiese algo mortífero en esa sombra, ya que, en definitiva, de tantas vidas escritas, ¡qué pocas sobreviven!», planteaba Virginia Woolf como respuesta a su propia pregunta sobre si la biografía es un arte. Bucear en historias ajenas, iluminar las sombras creadas por el tiempo y devolver a las autoras de la literatura nacional un espacio que nunca tuvieron es la meta de 'Escritoras. Una historia de amistad y creación' (Lumen, 2023).
Carmen G. de la Cueva con las palabras y Ana Jarén en la ilustración han creado un universo en el que conviven Emilia Pardo Bazán, Carmen Baroja, María Lejárraga, María de Maeztu, Victoria Kent, Elena Fortún, Marisol Dorao, Carmen Laforet o Carmen Martín Gaite. Mujeres que tienen en común una notable obra literaria, una gran soledad profesional y el apoyo de compañeras que fueron báculo de sus respectivas situaciones personales. La amistad entre mujeres es un soporte, un espacio de resistencia, un lugar seguro para no verse devoradas por el olvido. «A veces las escritoras, las artistas, están solas, pero si además son madres, están doblemente solas», indica la autora.
De la Cueva encontró en este proyecto, al que ha dedicado varios años, una salvación propia. «Las tenía a mi lado como si fueran amigas, no tanto reales como imaginarias, aunque más allá de su obra y con los pocos datos biográficos que tenemos, no sabremos realmente cómo fueron». Pero para ella fueron compañía.
El libro
Escritoras. Una historia
de amistad y creación.
Carmen G. de la Cueva (textos)
y Ana Jarén (ilustraciones)
Editorial: Lumen, 2023.
232 páginas.
21,90 euros.
Carmen Laforet, Marisol Dorao, Carmen Martín Gaite y Elena Fortún.
Ilustración: Ana Jarén
Virginia Woolf y Carmen Baroja.
Ilustración: Ana Jarén
El relato y las ilustraciones fijan numerosos detalles de la vida cotidiana.
Ilustración: Ana Jarén
Carmen G. de la Cueva y Ana Jarén, autoras del libro.
Fotografía: Nani Gutiérrez
El libro
Escritoras. Una historia
de amistad y creación.
Carmen G. de la Cueva (textos)
y Ana Jarén (ilustraciones)
Editorial: Lumen, 2023.
232 páginas.
21,90 euros.
Carmen Laforet, Marisol Dorao, Carmen Martín Gaite y Elena Fortún.
Ilustración: Ana Jarén
Virginia Woolf y Carmen Baroja.
Ilustración: Ana Jarén
El relato y las ilustraciones fijan numerosos detalles de la vida cotidiana.
Ilustración: Ana Jarén
Carmen G. de la Cueva y Ana Jarén, autoras del libro.
Fotografía: Nani Gutiérrez
El libro
Escritoras. Una historia
de amistad y creación.
Carmen G. de la Cueva (textos)
y Ana Jarén (ilustraciones)
Editorial: Lumen, 2023.
232 páginas.
21,90 euros.
Carmen Laforet, Marisol Dorao, Carmen Martín Gaite y Elena Fortún.
Ilustración: Ana Jarén
Virginia Woolf y Carmen Baroja.
Ilustración: Ana Jarén
El relato y las ilustraciones fijan numerosos detalles de la vida cotidiana.
Ilustración: Ana Jarén
Carmen G. de la Cueva y Ana Jarén, autoras del libro.
Fotografía: Nani Gutiérrez
El libro
Escritoras. Una historia
de amistad y creación.
Carmen G. de la Cueva (textos)
y Ana Jarén (ilustraciones)
Editorial: Lumen, 2023.
232 páginas.
21,90 euros.
Carmen Laforet, Marisol Dorao, Carmen Martín Gaite y Elena Fortún.
Ilustración: Ana Jarén
Virginia Woolf y Carmen Baroja.
Ilustración: Ana Jarén
El relato y las ilustraciones fijan numerosos detalles de la vida cotidiana.
Ilustración: Ana Jarén
Carmen G. de la Cueva y Ana Jarén, autoras del libro.
Fotografía: Nani Gutiérrez
En la profunda investigación, ha sido la vida de Elena Fortún la que más sorpresas le ha deparado. Carmen G. de la Cueva lee sus libros desde que era pequeña. El personaje de Celia, creado en 1932, ha estado siempre en su memoria, como en la de tantas. «Representaba lo mismo que para Laforet o Gaite en su momento», señala. Una niña diferente, un poco traviesa, un poco más atrevida de lo que ellas podían ser en la infancia. Descubrir a esa Fortún que perdió un hijo, que comenzó a escribir de mayor, cómo vivió la guerra, la relación de celos que su marido estableció con ella y que la obligaba a esconderse para desarrollar su literatura, el exilio en Argentina, sus visitas a Estados Unidos, sus últimos días en soledad… «Ha sido poner en contexto una historia muy desconocida». Desconocida incluso para quienes han crecido con sus relatos.
«Para mí ha sido muy bonito el proyecto porque me ha descubierto a mujeres que no conocía, no sabía que existían», afirma Ana Jarén. «Ha puesto en evidencia una ignorancia que estaba ahí». Se siente agradecida a esas autoras que han aparecido en su vida. «Parte de cómo soy yo hoy se lo debo a los libros que leí y eran autoras femeninas». Las hermanas Brontë, Jane Austen, Louisa May Alcott… Nombres de otras latitudes, con otro trasfondo. Poder reparar en las escritoras españolas «ha sido precioso», reconoce.
Ana Jarén
Ilustradora
En la primera ilustración del libro, que se presentó ayer en la Librería Gil, hay una colcha de 'patchwork'. Cada una de las piezas cuadradas es un guiño a lo que va a ir pasando a lo largo de las páginas. Maternidad, relatos sin escribir, amas de casa en la cocina, cartas que conectan, matrimonios convulsos… Cada pieza tiene puntadas visibles, como un homenaje al concepto de la costura y todas las horas que pasaron esas mujeres aguja en mano. «Es algo recurrente, sobre todo en el siglo XIX, el protagonismo que tienen esas labores en sus vidas». Si no se presta atención, apenas se percibe, pero ese pequeño detalle vale como homenaje a la laboriosidad y la meticulosidad que implica hacer un bordado. De la Cueva y Jarén han trabajado en paralelo. Un proceso independiente en el que la sintonía ha sido alimentada por sus propias puntadas en común. Pertenecen a la misma generación, ambas son sevillanas, son creadoras y madres. Han sabido encontrarse en historias ajenas. De ahí que texto e ilustraciones vayan en una misma línea, dando espacio a lo pequeño, potenciando lo cotidiano, reivindicando «todas esas cosas que hemos hecho las mujeres desde siempre, pero se han convertido en algo invisible». Grandes hazañas de puertas adentro cuya importancia se ha borrado a lo largo de la historia. No produce. No crea capital económico, «pero sostiene la sociedad». «Si ocurriera un milagro político y se empezara a cotizar por cuidar de la casa o la familia, ¿cómo de diferente sería nuestra sociedad?», reflexiona De la Cueva.
¿Qué peso tuvieron las figuras masculinas que rodeaban a estas creadoras en el desarrollo de su obra, en su presencia en la posteridad? Es complejo y no hay unidad en este aspecto. Como expone la autora, para Lejárraga, Gregorio Martínez Sierra fue «un caballo de Troya a través del que entrar en el mundo literario –de hecho, tomó sus apellidos para escribir como pseudónimo–, pero también en algunos momentos un lastre. Para Fortún lo fue su marido, Eusebio de Gorbea, cuyos celos, generados por el éxito de su trabajo, condicionaron la relación. Para Laforet, el periodista Manuel Cerezales, «que no le acompañó mucho» y al separarse amenazó con quitarle a sus hijos si escribía algo sobre su matrimonio. «Condicionar a una escritora de esa forma, en su vida persona, implica imponerle cierto silencio». Carmen Baroja –hermana de Pío– dejó de escribir y de hacer orfebrería cuando fue madre. Martín Gaite, parte de la Generación del 50, tiene un relato biográfico en el que recuerda cómo le paso sus primeros intentos narrativos a su marido, el también novelista Rafael Sánchez Ferlosio, quien le recomendó «no escribir así». Y tuvo que componer en secreto la novela con la que ganó en 1957 el Premio Nadal, 'Entre visillos'. «Claro que condiciona tener al lado, en aquella época y todavía hoy, realidades así».
Carmen G. de la Cueva
Escritora
Cabe preguntarse el cambio que ha experimentado el vínculo que une a dos personas en el núcleo, oficialmente cerrado entre dos extremos de un matrimonio, cuando la creatividad es materia de labor diaria. Para la escritora, hay que ser «muy bueno, muy feminista, para alegrarse del éxito de tu compañera y verlo como un logro común y no como una amenaza». Leonard Woolf, el compañero de Virginia, fue un ejemplo de acompañante, de soporte. «Pero ella no fue madre», acota Carmen, «y no sabremos qué habría ocurrido, porque la maternidad es un punto de inflexión».
La maternidad devuelve a la mujer a la casa y a veces «es difícil salir de ahí». Carmen G. de la Cueva siente que ha vivido esa situación en parte. «Nunca me he sentido muy acompañada, ni en la maternidad, ni en la escritura y no puede ser solo responsabilidad mía que estuviera varios años sin escribir por ser madre». Porque los hijos no son lo que lastra. Es la responsabilidad en solitario.
En una reiterada discusión generacional, las más jóvenes dicen que no se ha avanzado tanto. Las mayores, que se ha avanzado mucho. «Y todas tenemos razón». El patriarcado es una estructura «tan grande y tan potente que sigue condicionando nuestras vidas», valora la escritora. Tiene que ver con la organización intrínseca de la propia sociedad. Algo más que una palabra cuyas derivadas siguen recayendo en la mitad de la sociedad. «Hubo un tiempo en que parecía que todo era posible para las mujeres», reza el libro. Plantar una pequeña semilla que, a pesar de la guerra y de la posguerra, germinó en forma de poemas, libros y cartas. Una historia que transcurrió en entornos como la Residencia de Señoritas o el Lyceum Club Femenino, que presidió María de Maeztu –hermana de Ramiro–, y que seguiría a menudo en el exilio. Con sus ilustraciones, Jarén ha querido plasmar esa posiblidad truncada. Jugar con el abigarramiento, con las sombras, las piedras… Elementos que generan asfixia e impotencia para apoyar esa idea de retroceso. «A pesar de utilizar colores amables o a primera vista positivos, si se le da una segunda lectura a la ilustración, se pueden ver muchas cosas», detalla.
Virginia Pollock, una de las estudiosas más influyentes del arte moderno y contemporáneo, especializada en estudios feministas poscoloniales, lanzaba, como Woolf, una pregunta, 65 años después. «¿Qué es lo que el feminismo puede hacer con la historia del arte? Para empezar, ha permitido confirmar la existencia de mujeres en la historia del arte». Con 'Escritoras. Una historia de amistad y creación', la autora aspira a inspirar la búsqueda de otras vidas. Ir a la bibliografía, conquistar una biblioteca y volver a poner en valor sus obras. «Me gustaría que impulsara vocaciones», anhela. «Hay muchas mujeres en este mundo que dejan de lado los deseos, lo que quieren hacer con sus vidas, después de ser madres». Esa recuperación de espacios «sería algo revolucionario».
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