Secciones
Servicios
Destacamos
Se tiende, me parece, a romantizar la locura y a demonizar la razón. Como si la locura fuera, desde esa visión romántica, un sinónimo de libertad, un desmelenamiento frente a los asfixiantes corsés de las normas sociales, una forma de rebelarse contra eso que llamamos ... el sistema. Como si la cordura fuera, en contraposición, una fuerza opresora, una impostura intelectual, un estar dentro del redil, una rigidez, una ceguera. Quizás por ello, a los escritores que son capaces de generar un universo literario que desafía las convenciones y que indaga en las simas de la naturaleza humana, se los considera locos. Locos, tal vez, porque piensan distinto y encuentran maneras singulares de hablar de lo común: la vida, la muerte, el amor, la oscuridad del alma, el deseo, la fugacidad de la vida o la relación con la realidad. Locos porque la locura romántica, asociada a la singularidad y el genio, goza de un extraño prestigio. Pero ocurre, me atrevo a decir, que sólo se puede llegar a pensar distinto estando muy cuerdo y que solo los cuerdos, los especialmente lúcidos, tienen capacidad para crear obras literarias que rompen con lo canónico, que ponen de vuelta y media la realidad, que nos interpelan con sus preguntas o situaciones poco comunes, que señalan con precisión las heridas que todos tenemos. La imaginación no tiene nada que ver con la locura, más bien con la inteligencia.
La extravagancia nace de un inconformismo o un exceso de lucidez. Uno puede ser muy racional y tener unas ideas muy raras. El pensamiento onírico no es una locura. La sensibilidad lo vuelve a uno frágil y vulnerable, pero no implica un desequilibrio mental. Las personas que escriben pueden ser peculiares, pero todos lo somos a nuestra manera. Enloquecer no es despertar. Las alucinaciones de José Hierro no nacieron de la locura. Hierro era una persona inteligente, sensible, con una percepción afilada y una intuición fuera de lo común para el ritmo. Si uno lo escucha (uno de los prodigios de Internet es poder oír a algunos muertos selectos) hablar de sus alucinaciones literarias, descubrirá a un hombre culto, sabio, brillante, inteligente. Todo menos loco. Antonio Gamoneda dice que a través de la experiencia estética el sufrimiento se convierte en una forma de belleza y que esa transformación nos salva. Es posible, sí, que los creadores indaguen en el sufrimiento. ¿Cómo no van a hacerlo? La vida está llena de conflictos y la literatura se nutre de ellos. El conflicto es un motor y los creadores en general, y los escritores muy especialmente, viven inmersos en esas tensiones afectivas o existenciales. Pero sufrir (¿quién no lo hace alguna vez?) no es estar loco.
Los problemas mentales, en definitiva, no son un pasaporte a un pensamiento literario divergente y genial. El talento, esa cosa misteriosa que unas personas tienen y otras no, se manifiesta más bien en personas con vidas que podríamos llamar normales. Lo que ocurre es que los sesgos pesan mucho y las historias de vida que se salen de lo común llaman más nuestra atención y, por eso, parece que abundan los autores extravagantes, tarados, que tienen dificultades con la mente. A los grandes escritores con vidas convencionales no se les presta demasiada atención porque sus vidas son más aburridas y, por ello, pasan más desapercibidos. David Foster Wallace se suicidó. También Alejandra Pizarnik y Virginia Woolf y Ernest Hemingway y Mariano José Larra y Cesar Pavese y Gabriel Ferrater. Pero, por suerte, la mayor parte de los autores no se quitan la vida. Con todo lo que se publica hoy en día no darían abasto los servicios de pompas fúnebres, los crematorios y los cementerios. La mayor parte de los autores cuidan de sus hijos (si los tienen), conversan con los amigos, ven partidos de fútbol cuando llega el Mundial, leen lo que les interesa, van al cine. Y, además, escriben (los que tienen talento, bien) y disfrutan de su pasión. Piensen en José Saramago, del que se celebra ahora también el centenario, en Wisława Szymborska, en el citado José Hierro, en Javier Marías, en Alice Munro o en tantos otros. La lista de los cuerdos, ahora que estamos en temporada futbolística, gana por goleada.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.