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«Escribo por si acaso./ Por si tal vez, escribo». Declaración, revelación, confesión. En la ironía, en el distanciamiento, en el escepticismo, en el reconocimiento ... de verse y y no ser tal, quizás de aplazarse a uno mismo. Ahí, en un juego de espejos el poeta se hace añicos, se restituye, huye y vuelve sobre sí mismo. La poesía de Cantabria le debe mucho a Luis Miguel Malo Macaya. Una criatura que ama las palabras y se enroca en ellas y, por ello, recela de ellas. Su voz se ha escondido muchas veces. Se ha aliado con el silencio y, en otras ocasiones, ha surgido igual de esencial pese a su rima y ritmo en fuga. Hace siete años el poeta santanderino (1953) publicaba 'A mi indebido tiempo' tras un periodo de silencio (público). Y estos días rompe otra etapa de ausencia y regresa 'En papel' (Mahalta ediciones), un título tan significativo como solicitado por la circunstancias. Malo Macaya, que nunca ha abandonado la poesía y ella tampoco a él, escribía en las redes sociales, pero apremiaba volver al ecosistema natural de una trayectoria que tiene su origen con la publicación de 'Solo de amor' en 1979.
Mañana lunes, día 18, a las 19.00 horas, tendrá lugar en Gil la puesta de largo del poemario de Luis Miguel Malo Macaya en una velada en la que estará acompañado por el poeta, crítico y editor Carlos Alcorta y por el editor del libro Francisco Caro. Un poemario presidido por una ilustración del artista Roberto Orallo. 'En papel' goza de una estructura clásica, una tríada: Del poeta; De mí, de ti y Palabra y tiempo, más una despedida que refiere los cinco poemas cuya escritura contiene otros tantos 'destinos' personales.
Fiel a los modos de sus tiempos de aprendizaje, «las formas cuidadas y la cadencia del verso son elementos buscados en su hacer poético». Un hacer que fija su atención en las vicisitudes de un yo, tanto vital como lírico, siempre cuestionado. «Poemas que beben así de Blas de Otero en su contienda existencial como de César Vallejo en su inconformidad con el lenguaje». Poemas, generalmente escritos durante la noche, en los que se traslucen «el desconsuelo y la espera, las incertezas del futuro y las deudas con el pasado». Asuntos a los que añade su indagación en el hecho poético y la búsqueda de un lugar en él donde residir, desde donde aguardar los embates del tiempo.
Malo Macaya, vinculado al ambiente poético cántabro desde los primeros años de la Transición, perteneció al grupo Cuévano y dirigió la colección de poesía La sirena del Pisueña, impulsada por Fernando Gomarín, donde apareció en 1993 con 'Nominación a tientas'. Su obra ha sido incluida en numerosas antologías, desde 'Poetas de Cantabria hoy' (1979) hasta '25 años de creación poética en Cantabria' (2006). En 2017, tras un largo silencio editorial, se asomó con el citado libro 'A mi indebido tiempo', que afloró en la colección 'A la sombra de los días', de Cultura, coordinada por Luis Alberto Salcines.
En el excelente prólogo de 'En papel', Pedro López Lara sostiene que el libro de Malo Macaya es producto de una suma de traiciones. «Traición que perpetra el editor contra el autor, el autor involuntariamente contra sí mismo, el prologuista contra ambos». En su explicación, López Lara aclara que el editor ha traicionado al autor porque ha urdido, casi a espaldas suyas, la selección de la colección de poemas inéditos en tinta. El autor es culpable porque no se ha contentado con escribir, sino que ha hecho de la propia escritura uno de los temas centrales de su obra, por no decir el central. Y, en tercer lugar, el prologuista es traidor porque se ha prestado con entusiasmo a secundar la trama de las traiciones anteriores y les ha añadido otra de su propia cosecha: la delación». Y, por último, el lector, que deberá leer el libro para averiguar qué lugar ocupa en este juego.
«Es sin embargo ahora, ¿me escuchas?, sólo ahora/cuando te reconozco, ¿reconoces mi voz?/ Ahora y sólo ahora te nombro: si me nombras/ recordaré tu nombre en nombre de los dos». En una crítica de Carlos Alcorta publicada en El Diario ya se subrayaba que Malo Macaya, en el paso del tiempo, «no ha perdido, antes al contrario, un ápice de musicalidad ni sus poemas han rebajado el conceptismo retórico que siempre ha exhibido como una marca de la casa».
Y, añadía, «lo que percibimos de Quevedo -y de otros autores como Rafael Alberti, José Luis Hidalgo o Blas de Otero- en la obra de Malo Macaya es la intemporalidad temática, más que determinados registros formales, tan variados, por otra parte, si nos atenemos a esas influencias».
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