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«La luz surge de la pintura como parte esencial de la propia obra generando un espacio de pausa y meditación. El espacio es luz». La reflexión es del santanderino Quique Ortiz. Su creación, su concepción del proyecto expositivo denominado 'Recuérdame como a Yuri Gagarin, ... como a Elliot' se presenta como un proyecto expositivo en el que se recogen una serie de trabajos plásticos más recientes, pintura, serigrafía y dibujo. Trabajos que parten de un archivo digital de imágenes tales como objetos voladores, haces de luces, lunas o satélites. Imágenes sencillas y abstractas de una gran simplicidad reducidas a lo esencial, limitando así la representación de la luz y, a su vez, llevando al límite la pintura mediante la repetición de elementos, pintar la luz. Su atmósfera, su defensa de la pintura, recorre la muestra que abre la temporada del Castillo de Argüeso. Sus obras se exhibirán hasta junio en esta nueva entrega expositivo del proyecto que en los últimos años viene desarrollando la emblemática infraestructura de Campoo de Suso, en una propuesta organizada por la Consejería de Cultura y el Ayuntamiento Hermandad Campoo de Suso, a través de gbzgestióncultural y comisariado de Gloria Bermejo.
En su proyecto artístico, Ortiz (Santander, 1988) utiliza la pintura y el dibujo bajo un tratamiento figurativo de tinte realista orientado a crear imágenes de ambientes y atmósferas intimistas, «en su mayoría escenas nocturnas llenas de misterio en las que la oscuridad más negra se rompe con una luz, lo cual le proporciona una forma de expresarse mediante el empleo de la técnica». Formas a veces más vagas, a veces más intensas, sosteniéndose siempre en una técnica propia y característica, «en la que pintura y superficie juegan, pincelada a pincelada, creando obras espontáneas en apariencia, pero ágiles y muy cuidadas». Por otro lado, el propio hecho material del soporte, el tratamiento de la imagen, la paleta y lo matérico, cargan de «carácter, expresividad y fuerza» su trabajo.
Trata de objetualizar y de alguna forma hacer suyo, bajo su propia mirada, fragmentos e imágenes propios de la cultura popular, en un intento de destacar «una cierta disconformidad o crítica con el devenir de la sociedad y de crear, mediante su trabajo artístico, un ejercicio de libre capacidad de obrar, resultando, no sólo en nuevas lecturas que aquellas imágenes primigenias abordaban, sino construyendo también la propia imagen». La pintura no sirve para producir la imagen, sino que es la imagen la que nos sirve para producir pintura, apunta el artista. Representado por la galería Juan Silió, vive y trabaja en Santander, donde se mantiene en constante formación.
Una de las señas de identidad de la práctica pictórica de Quique Ortiz, subraya la historiadora del arte Lidia Gil en su escrito para la muestra es el origen fotográfico de toda su iconografía. «Lleva muchos años recopilando imágenes de las redes, fotografías que tienen que ver con diferentes temas de su interés y cuyo rasgo común es la excesiva o extraña iluminación de lo que muestran. Así que lo que pinta, proviene de la realidad, pero ya ha pasado por varios filtros. «Primero, es algo que un usuario ha destacado y le ha interesado compartir en la web, por las razones que sean. Segundo, las imágenes vienen de la fotografía en principio, y se reciben a través de una pantalla. Y, por último, recoge todas las capas de complejidad mediática que poseen esas imágenes». A juicio de Gil, tras las obras de Ortiz «parece haber una fascinación por lo extraño y desconocido que sin duda seduce al espectador, apelando a nuestra recóndita sed de misterio y sorpresa». En el Castillo de Argüeso, las obras se van distribuyendo temáticamente y por series: las más terrenales en las plantas de abajo, las que hacen referencia a los avistamientos y los satélites en las intermedias, y las lunas de Saturno, con sus preciosos nombres mitológicos, ocupan las salas más altas». Su trabajo destila una atracción por lo desconocido, lo incomprensible. Y plasma una pintura «tan cuidada y minuciosa, que invita a acercarse a mirar y sentir por el mero placer de ver pintura», destaca Gil.
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