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En 'Desde el fondo de un naufragio', el artista Jorge Méndez-Blake recurre a unos ladrillos para levantar dos estructuras en forma de torre que aluden a la arquitectura de las primeras construcciones industriales. Al tiempo escenifica una antología de versos del poeta Mallarmé. Esta singular edificación otorga un autoridad espacial y diferente a uno de los rincones de la sala de exposiciones que el Centro Botín alberga en su segunda planta: una especie de mirador hacia la bahía y la ciudad que parece escapar de su función. De manera opuesta, esta vez interior, dos pinturas en simetría del arquitecto y pintor santanderino Juan Navarro Baldeweg, sus 'Habitaciones con figura', convierten la pared en un acceso a una tercera dimensión donde se funden los dos lenguajes que han caracterizado la trayectoria del artista. Ambas creaciones sirven como exponentes del significado de la muestra que abre una nueva cita colectiva y plural en la programación expositiva del Centro Botín. En realidad, una ventana de reflexión y un paseo por el arte antipandemia que supone la primera inauguración de una muestra en este 2020 para el centro de arte, dada la inevitable convulsión de la temporada sufrida tras el estado de alarma de marzo.
El diálogo y la interacción entre la arquitectura del genovés Renzo Piano y los 'pozos' escultóricos de la donostiarra Cristina Iglesias, que circundan el centro de arte y se integran en los Jardines de Pereda, constituyen el preludio y la referencia esencial de la identidad de la exposición que, desde este sábado, queda abierta al público. Los artistas que integran esta mirada son: Leonor Antunes, Martin Creed, Miroslaw Balka, Carlos Bunga, Patricia Dauder, Fernanda Fragateiro, Carlos Garaicoa, Carsten Höller, Julie Mehretu, Jorge Méndez-Blake, Muntadas, Juan Navarro Baldeweg, Sara Ramo, Anri Sala y Julião Sarmento.
Contenido. Un diálogo con el edificio de Piano y un reflejo plural de la relación que los artistas mantienen con el espacio en el que presentan sus obras.
Artistas. Leonor Antunes, Miroslaw Balka, Carlos Bunga, Martin Creed, Patricia Dauder, Fernanda Fragateiro, Carlos Garaicoa, Carsten Höller, Julie Mehretu, Jorge Méndez-Blake, Muntadas, Juan Navarro Baldeweg, Sara Ramo, Anri Sala y Julião Sarmento.
Epígrafe. Comisariada por Benjamin Weil permanecerá abierta al público desde hoy hasta mediados de marzo de 2021. Las obras son de artistas que en su día dirigieron un Taller de la Fundación Botín y expusieron en Santander.
Recorrido. En la sala hay obras en dos y tres dimensiones, reflejando la idea de la arquitectura como objeto y como sujeto.
A juicio de Benjamin Weil, comisario de la cita y director artístico del Centro Botín, «ahora más que nunca, el espacio-tiempo real en el que podemos disfrutar del arte resulta esencial. Por eso me parecía relevante reflejar la relación entre el arte y la arquitectura, tanto el espacio físico y sus características como el concepto de la arquitectura y su importancia en la organización del hecho social».
En esta exposición se han reunido obras que «reflexionan sobre la arquitectura, que la apropian, para explorar cual es la naturaleza de la relación que los artistas contemporáneos mantienen con el espacio que alberga sus obras. Los artistas de hoy tienen una relación a veces ambigua con los arquitectos estrellas. Les parece importante que el espacio expositivo no compita con las obras que alberga».
Lo diáfano y el diálogo dimensional estructuran la muestra. La frontera en muchas de las piezas expuestas es difícil de delimitar. Weil explicó que sólo hay dos paredes en la sala con la idea de que todas las obras tengan una relación «muy fuerte» con el espacio en el que están expuestas y, al mismo tiempo, se establezcan diálogos entre ellas mismas. «Si el propósito inicial de los edificios es dar techo a los seres humanos y animales domesticados, hoy funcionan también como ágoras en los que desarrollan un amplio espectro de funciones sociales, que van de lo comercial y lo administrativo a actividades profesionales o espacios culturales, como los museos», matizó.
Es frecuente ver a arquitectos de renombre diseñar espacios y no hay que irse muy lejos, porque fue el propio Piano quien ideó el Whitney Museum of American Art, de Nueva York, o el icónico Pompidou de París.
Cada obra tiene su sitio, su hábitat, su lugar y no lugar en diálogo con el espacio. Al tiempo, las creaciones exhibidas son fruto, desde diversos caminos, de su indagación particular en el vínculo notorio o invisible entre arte y arquitectura. Investigación, reflexión, interacción, juego dialéctico, guiños de lenguajes y elementos, inmersión en los espacios... todo alimenta un ecosistema simbólico, figurativo, escultórico, o de instalación destinado a sumar los vasos comunicantes entre uno y otro vocabulario visual. La exposición se postula así como una mirada hacia dentro (la de la propia Colección de la Fundación) pero también proyectada hacia fuera, internacional, y surgida de las nuevas lecturas y reinterpreaciones que proporcionan las obras.
Un itinerario a través de una veintena de piezas y creaciones de otros tantos artistas –algunos de ellos expusieron recientemente en el Centro–, en un redescubrimiento de sus propuestas y un paseo a través de lo diáfano, del diálogo y de los soprtes y sus ubicaciones. En 'Arte y arquitectura: un dialogo', por ejemplo, se han mantenido las dos obras de Anri Sala que la Fundación Botín ha adquirido para su colección. Pero ahora, destacan en relación con obras de otros artistas que han expuesto en la misma sala.
Cada una de las obras se expone acompañada de una cartela y un código que remite a textos de los artistas y del comisario, o bien fragmentos de entrevistas, que permiten el acceso a las ideas y reflexiones que fundamentan las creaciones.
El trayecto de la exposición supone toparse con piezas que apelan a las artes decorativas, elementos arquitectónicos integrados en la propia configuración de la obra, reflexiones sociales y una gramática visual que participa de ambos parámetros de actuación sobre el espacio. La muestra, como ya subrayara Weil en una entrevista con El Diario, refleja un presente propicio para «pensar en cómo los museos pueden ser más cercanos, que la gente no se sienta extraña en el entorno del arte (...) pero también dar la sensación de que el espacio del museo es parte de lo cotidiano».
La directora ejecutiva del centro de arte, Fátima Sánchez, recordó que con la crisis sanitaria causada por el covid «hubo que cambiar todo el programa expositivo de 2020 y la reacción, que yo creo que es muy de agradecer, de la comisión asesora de artes plásticas ha sido abordar una propuesta tremendamente interesante». Y subrayó que desde mayo en que reabrió sus puertas el Centro Botín «siempre han estado buscando qué hacer para disfrutar y abrirse al público pese a la complicada situación».
En la muestra Balka exhibe una estructura hueca de forma triangular que sugiere la entrada a otro espacio o dimensión espaciotemporal. Carlos Bunga presenta una pintura tridimensional sobre cartón en una vitrina empotrada en la pared de la sala, mientras Sara Ramo hace una referencia directa a la arquitectura con dos obras que aluden formalmente a las artes decorativas. La pieza mural de Martin Creed, que ha necesitado de la colaboración de varios artistas cántabros en un costoso montaje, genera una distorsión perceptiva del espacio mediante pintura de colores. La estructura diáfana y suspendida del entramado de metal de Leonor Antunes, se inspira en diseños de tejidos tradicionales. Y Mehretu reflexiona sobre la importancia de la arquitectura como marco de estructuras e interacciones sociales.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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