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Manuel Vilas lleva media vida tratando de escribir 'El mejor libro del mundo', y así es como ha titulado su última novela, que presentará esta tarde en la Librería Gil de Santander, a partir de las 19.00 horas, acompañado por el poeta castreño Lorenzo ... Oliván. Retomando al personaje homónimo que le lanzase al gran público en 2018 con su novela 'Ordesa', Vilas desvela en este particular libro, a medio camino entre la ficción, el dietario y la escritura autobiográfica, cómo es la vida real de un escritor de éxito. Que, sorprendentemente, dista bastante de la imagen tópica y utópica que imperaba hasta ahora de los autores consagrados.
-La verdad es que tengo tantas notas encima de la mesa que no sé por dónde empezar... ¿Qué es lo que más le molesta que le pregunten?
-No sé, todo lo que me preguntan está bien. Pero sí que observo una cosa llamativa: hay temas por los que ningún periodista me pregunta nunca: la monarquía, el gobierno actual, ETA... Asuntos referidos a la historia de España. Y están en el libro.
-¿Será que son realidades incómodas?
-Entiendo que son tabúes mediáticos o periodísticos.
-Con tanta entrevista, acabará cogiendo manía a la prensa, ¿no?
-En absoluto. Que mis trabajos levanten el interés de los periodistas me parece una maravilla, un milagro, porque yo he publicado muchos libros antes y no me llamaba nadie.
-Su milagro se llamó 'Ordesa'. ¿Este libro podemos decir que está en la estela de 'Ordesa'?
-Sí, pero con muchas novedades. Retomo temas que traté allí, como la figura de los padres, pero ampliados. Y también es un libro un poco más... No sé cómo calificarlo... Más cómico que 'Ordesa'.
-Pero con el escritor desaforado como tema central.
-Eso sí que me preocupa, que en España no se escriban más libros sin filtros. Libros salvajes, sin medir, o sea, absolutamente libérrimos, porque creo que eso es malo para la literatura. Se acaban escribiendo libros convencionales y correctos por miedo a ser indiscreto, o a parecer un 'enfant terrible'. Pero la gracia de la literatura es que no se calle nada. Si no, me dedico a ver el telediario.
-¿Compensa el riesgo?
-En España probablemente no. O sea, no a nivel sociopolítico, pero sí a nivel literario. Poder decir lo que tú quieres. Y sobre todo, que haya lectores que entiendan el jaque mate que hay en el libro.
-Su caso es particular, porque hace literatura de autor, si se puede llamar así, dentro de un entramado comercial. Una rara avis dentro del mundo editorial.
-Otro milagro; hay muchos escritores extraordinarios en España que venden muy pocos libros y no pueden vivir de su trabajo. Lo que habla mal no de los escritores, sino del país en el que viven.
-¿Tanto nos cuesta leer?
-Cuando trabajaba en la enseñanza secundaria, conseguir que un chaval de catorce años leyera un libro, daba igual cuál, era un triunfo intelectual.
-Sin embargo, entre los sms, los whatsapps y las redes sociales nos hemos pasado dos décadas sin dejar de leer...
-Sí, y me llama mucho la atención que la gente pida disculpas cuando te envía un mensaje de voz. Seguimos pensando que lo cortés es mandarlo por escrito, no un audio. De hecho, hay mucha gente que ni los escucha.
-¿Y usted a Lou Reed le manda mensajes de voz o le sigue llamando por teléfono?
-Hablo con un montón de muertos en este libro.
-Y con algunos inmortales...
-A ver, es que el libro trata un tema muy espinoso que no es la posteridad literaria sino qué queda del trabajo de la gente cuando se jubila. Cuando entré en la biblioteca de español de la Universidad de Iowa había estantes infinitos con miles y miles de libros. Detrás de todos esos libros hubo una vez una ilusión enorme de un escritor o escritora que estaba trabajando, dejándose las horas de su vida y de ahí nace una mirada melancólica que lleva al narrador de mi novela a preguntarse para qué dedicaron tanto tiempo a eso, cuando podrían haber sido a la playa, haber ligado, comido, follado, viajado, no sé... Cualquier cosa de lo elemental de la vida antes que dedicarles miles y miles de horas a un trabajo que luego no iba a servir para nada,
-Entonces, ¿es mejor follar que escribir?
-El problema de la literatura es que compite con la vida. Por eso el que elige la literatura elige el fracaso; el que elige la vida elige el éxito, porque la vida siempre va a ser superior a cualquiera de sus representaciones, tanto literaria como cinematográfica como pictórica. Siempre va a ser mejor comerse una paella que no leer un libro sobre una paella.
-Sin embargo, en su novela vemos cómo los escritores tienen preocupaciones mucho más mundanas, como comprobar si su libro está en las librerías...
-Claro; había que destapar esa hipocresía. Los escritores van ahí a congresos y ferias del libro y hablan de cosas muy elevadas, pero luego te vas a cenar con ellos y lo que te hablan es de qué anticipo les han dado en tal editorial y de quién consigue más traducciones.
-La vertiente cómica de la que hablaba...
-Sí, pero creo que es algo que pasa en todas las profesiones. Mira lo que pasa cuando los ministros piensan que los micrófonos están apagados...
-¿Cómo es su relación con el protagonista de sus novelas, ese tal Manuel Vilas?
-Pues un caso de vampirismo de este personaje que se llama como yo y utiliza los hechos de mi vida, pero luego lo cuenta todo como a él le da la gana.
-Y encima, le mata.
-Pero bueno, es una muerte de novela...
-Lo asombroso es que consiga escribir con tantas entrevistas y presentaciones, con esa vida nómada que lleva.
-Al principio, no escribía. Pero luego me di cuenta de que al escribir en los viajes, los puntos de vista cambian. Si cambias el espacio donde estás te cambia el ánimo y la perspectiva de lo que estás narrando. Porque no es lo mismo hacer el amor en una pensión de mala muerte que en un hotel de cinco estrellas. Y eso me hizo yonqui de los viajes, porque servían a la literatura.
-¿Y qué nos va a presentar en su siguiente viaje?
-Pues una reedición actualizada de mi libro de viajes 'América', que saldrá a finales de este mes.
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