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Varas de avellano entrelazadas con fibra de alpaca, bidones de herbicida que se reciclan en macetas para geranios, o restos de eucalipto.... Si uno acude estos días al Palacete del Embacarcadero se topará con una muestra que al tiempo tiene de ceremonia como de declaración ... en sus pliegues, de binomio entre campo y ciudad. Uno de los trabajos que se puede ver está presidido por una cita elocuente: «Hay que saber decir 'nosotros' para poder decir 'yo'». Javier Arce (Santander, 1973), uno de los artistas cántabros con mayor proyección, exhibe en el espacio portuario 'Doblar la tierra', un proyecto que define como «ecologista, vivencial y poético que quiere unir lo vernáculo con lo universal»
Sus obras y piezas configuran una «constelación retrospectiva de sus últimos trabajos que, desde hace años, tienen un vínculo con lo rural en el entorno de los Valles Pasiegos». Para Arce se trata de una experiencia vital que intenta «atraer el entorno natural a un espacio de arte contemporáneo». El artista ligado a Maliaño y afincado en Esles considera que «es un error esa obsesión de los gobiernos locales o nacionales por la turistificación de la cultura».
-¿Cómo define 'Doblar la tierra'?
-Es el título de un proyecto que vengo desarrollando desde hace varios años. Se conforma como un círculo abierto de trabajos que he ido presentando en diferentes proyectos expositivos. El origen de Doblar la tierra surge de la empatía. Reuniones de amigos entorno a una cabaña pasiega. Es una celebración del poder del arte que se amplía y se hace más extensa. Lo principal en el arte es su capacidad de comunicación, de unir personas y poder ser compartido. 'Doblar la tierra' es un proyecto ecologista, vivencial y poético que quiere unir lo vernáculo con lo universal.
-Ese vínculo con lo rural, ¿responde a una tendencia y querencia, o forma parte de un eslabón más en el proceso de búsqueda que marca su trayectoria?
-Históricamente siempre ha existido ese vínculo, no creo que ahora sea necesario decir nombres de otros artistas, pero son muchos. Personalmente llevo vinculado con el entorno rural desde el año 2005. Es ya mucho tiempo. En mi caso no creo que sea una tendencia. Hay que tener cuidado con no idealizar lo rural. La vida en el campo puede ser difícil sobretodo si uno no pertenece a ese contexto. En mi trabajo debo decir que la vida en el campo se ha vuelto determinante, ha entrado poco a poco ampliando mi modo de hacer; el taller como lugar de trabajo es abierto, ya no son cuatro paredes, la naturaleza, las personas y sus acciones (la artesanía, lo rudimentario) son importantes en mi práctica artista.
-¿El arte tiene una obligación de ejercer de activista de la memoria colectiva?
-Me gustaría pensar que el arte debería ser más determinante en nuestro día a día. En mi opinión creo que el arte o cualquier disciplina creativa no debe tener ninguna obligación. Cada uno tiene que ser responsable, hacer y sentir lo que cree. Tener la posibilidad de mostrar y compartir el trabajo que uno hace en una exposición es un gran privilegio. Se necesita a las personas, que vayan, vean y compartan esa experiencia, aunque no les guste. Uno de los trabajos que se puede ver en la muestra comienza con una cita importante para mi ('hay que saber decir «nosotros» para poder decir «yo»').
-¿Hay algo de apropiación, de simbiosis y complicidad con la naturaleza en el Javier Arce desde 2016 cuando hizo su serie sobre La Engaña?
-Creo que desde mucho antes del proyecto de La Engaña. En el 2014 se pudo ver en Oakland los primeros trabajos del proyecto Doblar la tierra. Es un proyecto conservador desde el punto de vista de la ecología. Es una idea que no sólo se debe pensar como algo local sino que va mas allá. Vivimos en una región con un entorno privilegiado que todos debemos cuidar. Hay que estar alerta con ciertas intervenciones, como la instalación excesiva de parques eólicos que ahora mismo está sucediendo por toda la región. Los valles han sido tallados en el tiempo por el duro trabajo de los pasiegos. Ellos mismos deberían ser los primeros interesados en mantenerlo, cuidarlo y poder hacer uso de ello para desarrollar su trabajo y su vida. Luego estamos los que llegamos después o el que sale esporádicamente de la ciudad al campo. No creo que nos guste ver los alrededores de Castro Valnera lleno de hélices. Es necesario buscar un equilibrio.
-En el caso de 'Doblar la tierra', ¿qué fue primero? ¿los materiales, el paisaje, la mirada, las referencias históricas y literarias?
-'Gorka, Grace, Lara, Marino y Octavia' es el titulo de uno de los trabajos que se puede ver en la exposición del Palacete del Embarcadero. En este caso no son nombres de personas sino de alpacas. Estos animales se pueden ver en Villacarriedo cerca de donde vivo. Su dueño, un chaval nacido en Méjico y que vive en ese pueblo, se dedica a la ganadería de estos animales y de otros más comunes en la zona. Viendo lo especial del momento decido pensar o siento la necesidad de hacer un trabajo vinculado con la extrañeza de este encuentro y el vínculo real con el lugar en el que vivimos. No creo que exista una formula fija en el proceso creativo. En mi caso son pequeños encuentros; la observación de situaciones que suceden y van desarrollándose en el día a día activando el proceso creativo.
-¿Cómo ha afectado la pandemia a su creación ? (no tanto en lo material como en la mirada)
-Mucho, como a todos. Esta misma exposición estaba programada para hace un año y por razones obvias se ha pospuesto. Muchas cosas se han cancelado. Vivimos en una situación de gran crisis ya desde hace muchos años. Mucha gente con la que hablo y yo sentimos que en España existe una sensación de abandono o desmantelamiento de las estructuras de la cultura y el arte, y con la pandemia todo esto se ha potenciado. Suena ya como un tópico pero durante los meses duros de confinamiento las personas nos hemos aferrado a ver exposiciones en la pantalla, leer libros o ver películas. La creación es necesaria para nuestra vida. En cada sitio, y no sólo en las ciudades, se tiene que generar un tejido cultural apoyando lo público y sobre todo la creación o al artista. Creo que es un error esa obsesión de los gobiernos locales o nacionales por la turistificación de la cultura. No es el camino.
EL ADN DE LA CREACIÓN
-¿Hay una escisión ya definitiva entre el Javier Arce de su primera y emergente etapa, proyectada hacia fuera internacional y global, y otra, la del presente, más intimista?
-No lo creo. Que trate temas más cercanos no significa que mi trabajo no se proyecte internacionalmente. Todo lo contrario. Cualquiera que mire mi trayectoria podrá ver que en los últimos años he mostrado con asiduidad en ciudades como Nueva York, San Francisco, Londres, Santiago de Chile o Madrid y Barcelona. Es sorprendente cómo estas temáticas que estoy tratando últimamente son entendidas y compartidas por los de allá como si fueran de ellos; es más, en mi trabajo trato referencias de otras localidades que puedan ser cercanas a las nuestras. En el trabajo 'Sobre los huesos de los muertos' parto de unas cartas de la escritora polaca Olga Tokarczuk y las relaciono con La Vijanera, que es es algo de aquí (Silió). Estas mascaradas paganas se hacen también en otros países de Europa con igual ilusión y fuerza.
-¿Es inevitable que asome siempre la sombra de sus 'Estrujados'?
-No me importa. La serie estrujados me abrió muchas puertas; aprendí de ello. Un artista no se puede quedar en la formula y repetirla. Sería realmente aburrido. Aquí me gustaría citar un texto de un artista al que admiro, Ángel Bados y que dice «hacer con lo que no se sabe» que, en mi opinión, es propio del obrar del Arte.
NATURALEZA Y ARTE
- ¿Cómo se combate el empeño en ver el arte como algo utilitarista?
-Esta pregunta es bastante compleja y tiene múltiples respuestas. Para mí la principal función del Arte es existir. El dar una función utilitarista al arte me suena a ideologías de un lado o del otro, que tienen afán de adoctrinar. En el libro 'El procedimiento silencio', Paul Virilio cuenta cómo en la explosión de Hiroshima se destruyó uno de los cuadros de la serie 'Noche estrellada' de Van Gogh; es decir cómo el trabajo -el negocio- asesino de la burocracia militar destruyó el ocio visionario de un loco holandés en Provenza. Dejemos a nuestros locos ociosos dibujar en cualquier pedazo de papel, durante horas y horas, y celebremos el nacimiento de una imagen, de cualquier imagen surgida del deseo, ya que esto implica una oposición frontal a las fantasías de poder y destrucción.
- Entre tanta sofisticación y predominio de lo tecnológico, ¿augura algún tipo de revolución?¿Quizás incluso un nuevo arte povera?
-No creo. La tecnología o los avances científicos son necesarios, pero esto no significa que otros no tengamos predilección por otras formas de hacer. Creo que no es incompatible. La cosificación es importante -tal y como lo plantea Santiago Alba Rico-. Las cosas pueden ser relatos, o la memoria de nuestro cuerpo. Es importante el trabajo de un artesano y valorarlo. Decir también que el concepto de Arte povera está mal entendido. En 1967, cuando Germano Celant presentó en Turín obras de Kounellis, Anselmo, Merz, Zorio... la brillante generación de artistas que conformarían el núcleo del arte povera, insistió en que la povertà no residía en los materiales, sino en la simplicidad de los procesos de configuración de las piezas, que incluían gestos mínimos como torsionar, colgar, extender, amontonar, etc. Nadie le hizo caso y se instaló durante años el malentendido de la pobreza en sentido literal, austera, franciscana, reductiva, a pesar de que esos artistas empleaban oro o seda natural en sus piezas, acero pulido o mármol, caballos y árboles, no precisamente materiales pobres.
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