Xavier Sabata
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Xavier Sabata
Es la primera vez que Xavier Sabata (Avia, Barcelona, 1976) canta en el FIS cosa que, según señala, le hace muchísima ilusión «porque es uno de los festivales más prestigiosos y más importantes del país». Lo hará junto a Ensemble Sonido Extremo, que dirige Jordi ... Francés y con un ciclo, 'Pierrot' de Arnold Schoenberg, que considera clave en la historia de la música coral. Este contratenor que estudió saxofón y arte dramático antes de dedicarse al canto lírico está en uno de los momentos más espectaculares de su carrera, combinando proyectos de música antigua con los de nueva creación.
-Parafraseando aquella canción de Burning. ¿Qué hace un actor y un saxofonista en el sitio de un contratenor?
-Yo a veces también me lo pregunto. La verdad es que no sé muy bien como acabé en el mundo de la ópera y además de la barroca. Pero creo que la respuesta es que unas cosas me han ido llevando a otras. La curiosidad, el interés y en buena medida la educación que he tenido como actor y músico me han traído a este mundo en el que también hay música, teatro y un poco de experimentación. Además siempre me ha interesado la cuestión técnica, en el sentido artístico.
-¿A qué se refiere?
-Me refiero a controlar una técnica, cosa que desde luego es necesaria en el mundo vocal. Cuando veo una partitura ya sé si la puedo cantar o no, en el teatro no pasa lo mismo cuando a uno le ofrecen un Romeo puede pensar que bien. ¿Pero estamos seguros de lo va a poder hacer? ¿De qué va a tener ese control técnico para hacerlo? En ese sentido la ópera es un sitio en el que yo me siento muy cómodo y en el que se juntan mis filias y mis fobias. Y pronto hará 20 años que estoy aquí.
-En el barroco no había saxofones.
-Pues no (ríe) y eso que el saxofón, aunque sea metálico, es un instrumento de madera y por lo tanto su sonido en ciertos momentos es parecido al del oboe, clarinete o fagot. Pero voy a confesarte que cuando con ocho años empecé a estudiar música y me preguntaron que instrumento quería tocar elegí el saxofón porque era el que más brillaba. En realidad creo que muchos veces los músicos empezamos a tocar los instrumentos casi por casualidad. Pero me ha venido muy bien porque me ha dado un gran formación musical que, junto a la de actor, me ha ayudado a entrar en el mundo de la ópera.
-Será por eso que la crítica destaca su estilo fresco y su puesta en escena. ¿Hasta que punto es necesario para un cantante de ópera saber interpretar?
-Es muy importante y ahora parece que el mundo de la ópera ha cambiado, pero durante muchos años se ha descuidado la parte interpretativa en beneficio de la musical cuando en sus orígenes no era así. Cuando la ópera nació había una voluntad de encontrar los orígenes de la tragedia griega. En mi caso, participar en una producción operística hace que me siente en casa y me cueste menos todo ese otro trabajo que hay que hacer alrededor de la música como el fraseo, construir un personaje o habitar un espacio.
-Siempre se dice de los cantantes de ópera que son unos divos, si a eso le suma que además es actor, ¿se siente un doble divo?
-Nunca me he sentido así, y tengo muchos colegas que sí que lo son, pero siempre he pensado que detrás de un divo se esconde mucha inseguridad. Para mí, lo más llamativo de ser un divo es el intentar trabajar en unas condiciones de excelencia para dar al público el mejor resultado. Y si es en ese sentido, a lo mejor sí que lo soy.
-¿Qué va a ver el público que vaya hoy al FIS?
-En el concierto se van a interpretar tres obras. Yo canto una pieza de Arnold Schoenberg que se titula 'Pierrot lunaire' y que me encanta porque es un icono de la música vocal universal. Es uno de los grandes ciclos de la historia de la música que, curiosamente, encargó una actriz al compositor, casi a modo de cabaret, y que de forma tradicional siempre la han cantado mujeres. Y a mí, que me gusta replantearme la tradición desde un punto de vista crítico me pareció que había un espacio para que fuese interpretada por un contratenor. Está basada en los poemas de un autor belga, Albert Giraud. Y tiene muchas particularidades a nivel vocal que sitúan al espectador en un lugar onírico y le hacen testigo de los pensamientos de Pierrot. Y también nos permite conocer mejor a ese personaje que siempre se muestra como el payaso mudo y triste.
-¿Y cómo es trabajar con Ensemble Sonido Extremo?
-Conocí esta agrupación gracias a mi colaboración con Jordi Francés y sinceramente creo que es la orquesta de música contemporánea más importante que hay en España. Tiene una trayectoria muy solida y su compromiso con la creación contemporánea es impecable.
-¿Qué es más difícil que los jóvenes vayan a la ópera o a un recital de música antigua?
-Cuando los jóvenes van a un concierto de música barroca salen entusiasmados porque esta música es casi pop o casi rock y les transmite mucha energía. La cuestión no está tanto en que no les guste si no en que creen que esta música no les pertenece. Y este es el gran problema de la divulgación, que nos hemos pasado demasiado tiempo contándole a la gente que necesita saber muchas cosas para disfrutar de la música clásica. Les hemos robado la capacidad intuitiva de disfrutar un concierto de esta música porque les hemos inculcado que si no conocen al autor y su contexto no lo van a poder disfrutar. Nuestra gran asignatura es conectar con los jóvenes.
-Cuando decidió dedicarse a cantar tuvo que completar su formación fuera de España y también fue en el extranjero donde obtuvo los primeros triunfos. ¿Es especialmente complicado dedicarse al mundo de la lírica en este país?
-Sí. No lo voy a negar. El mundo de la lírica en países como España, que no es el único, es muy poco amigable para sus propios intérpretes. Que conste que yo no me voy a quejar porque he tenido mucha suerte, se me ha cuidado y se me cuida muy bien y se me quiere mucho, pero también eso ocurrió cuando empecé mi carrera discográfica y habían pasado ya diez años desde mi debut y había actuado ya en las Óperas de París, Londres, Lorraine o Nueva York. Así que no deja de ser raro que a uno le programen en todos esos lugares y en tu país tarden tantísimo. Tengo la sensación de que la dinámica está cambiando porque veo que generaciones más jóvenes que la mía tienen una entrada más directa, pero no creo que sea fácil.
-El año pasado debutó como director escénico. ¿Cómo le fue?
-Lo he vivido como algo natural. Me gusta mucho el teatro que aún llevo muy cerca de mi corazón y la literatura. También me siento cómodo trabajado con actores. Precisamente presenté este 'Pierrot' que hoy canto en Santander el Liceo de Barcelona, en el Real de Madrid y La Abadía y estoy muy contento y con proyectos futuros.
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