
Antón Lamazares
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Antón Lamazares
Gallego, pintor y poeta, por ese u otro orden, Antón Lamazares (Lalín, 1954) regresa a Santander. Aquí estuvo hace 40 años para inaugurar la galería ... Siboney. Recuerda de entonces que lo pasó muy bien y se quedó con las ganas de visitar Altamira. Entre la retranca y la reflexión, hila en sus trabajos, con versos y cartón, un universo singular que se puede ver desde hoy (19.00 horas) en la réplica de aquella exposición inaugural en la Biblioteca Central de Cantabria.
-¿Volver es un simbólico reconocimiento al camino recorrido?
-Sí, claro. Y agradezco esta posibilidad. También me gustaría ir a Altamira aunque parece complicado.
-Viene en un tú a tú con Francisco Leiro, otro gallego. ¿Existiría un Lamazares que no fuese gallego?
-Eso es imposible. Uno nace en su tierra, es hijo de su sangre. Un grano de arroz es diferente a todos los demás. Imagínese las personas. Imposible. He nacido donde he nacido y estoy contento.
-En el proceso creativo, también marcado por ese origen, ¿qué papel tiene la espiritualidad?
-Estudié con los franciscanos hasta los 15 años y fue un momento importante en mi vida. Aunque no fui más lejos, eso me ha marcado; estudié latín, griego, tuve la suerte de acercarme a los grandes poetas, los místicos... Eso en la adolescencia marca y es una constante en mi trabajo que va de menos a más. A día de hoy, mis temas importantes son la poesía y la teología. Por ahí sigo.
-¿La poesía se puede pintar.
-Claro que se puede pintar, claro, claro. Miró pintaba poesía. Paul Klee pintaba poesía. Es una gran rama de la pintura.
-¿Es más difícil pintar un verso o captar la esencia de una persona en un lienzo?
-El asunto es tratar de encarnar, de entender. El concepto de dificultad no sé bien qué es. Trabajo poco o nada el retrato, porque es un tema que esencialmente nunca me ha interesado. Tratar de encarnar un verso sí me preocupa y es algo que desde que empecé a pintar quería hacer y no sabía cómo. Desde hace unos años, 2012 o así, tengo mi alfabeto propio para darle extrañeza, misterio.
-¿Cómo se comunica uno con un alfabeto que es propio?
-Me comunico mejor con mi alfabeto que con el latino; es más mío, cristiano y labrador, una vuelta de tuerca atrás que es la dominante de todo mi trabajo, desde el principio hasta hoy.
-Ha habido un viaje real, ha sido ciudadano de muchos puntos del planeta. ¿Que se ha ido metiendo en la mochila?
-No soy ciudadano del mundo, solo una persona que ha viajado para aprender: ver pintura y mejorar mi trabajo, mis conocimientos primitivos sustancialmente. Cuando estuve en Nueva York, Londres, París o Berlín saqué mis conclusiones en función del arte. Siempre he soñado con ir a Etiopía, ese viaje también me queda por hacer.
-Leiro decía que en Nueva York encontró que un artista podía ser libre. ¿Su salida al mundo le aportó también mayor libertad creativa?
-Sí. En Nueva York estuve dos años nada más y no me gustó especialmente América. Ni su modo de vida. Entendí lo que era aquello y no me interesó; la abstracción americana estaba ya en otro campo, la gran batalla ya establa planteada en los años 40, pero sí había libertad. Aunque también en Europa. Yo decidí volver rápidamente porque me parece que aquí se cuecen cosas importantísimas.
-¿Ha cambiado más el sector del arte o usted como artista?
-Yo he cambiado mucho y el arte también. Es normal. Espero haber cambiado a mejor y eso supone pintar mejor, expresarme mejor y profundizar más en mi trabajo.
¿El arte como el suyo cambia el -mundo?
-No, el arte solamente vale para quien la necesita. La gente que la necesita disfruta, pero no vale para tanto. Es una idiotez. Ayuda a los aficionados, pero un pelín.
-¿Y usted la necesita?
-Sí, para mí lo es, una necesidad absoluta, cada día dar un paso más en mi trabajo.
-Se ha imaginado alguna vez alejado de un lienzo?
-No, jamás. Eso sería mucho peor que la cárcel o el exilio. Sería la muerte.
-¿Que sensaciones le despierta la IA?
-Soy antiguo. Miro hacia atrás y no me interesa en absoluto. Vivo de espaldas a ese mundo y recuerdo lo que decía mi querido y admirado Joan Miró: desde Altamira estamos en decadencia.
-Mirando siempre hacia atrás ¿uno sigue llevándose sorpresas?
-Sí, te las da la vida. Todos los días. El alma humana es un pozo infinito y no está todo contado. El arte no es como la ciencia, no es una línea recta ni una carretera principal, es circular. Cuando una viaja no tiene que ir a los puntos rojos donde va todo Dios, hay puntos interesantísimos donde no va nadie y ahí es donde tiene que ir el arte. A los pozos por abrir. Habrá unas huertas fantásticas el día que eso suceda.
-¿El alma de Lamazares con qué sueña?
-Una fuente que cada día se renueve y una huerta con pájaros y campanas alrededor.
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