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odo empezó en una frutería de Cabezón de la Sal hace ya medio siglo. El hijo de los propietarios, un joven Faustino Cuevas -Tino-, ... despuntaba en una de sus grandes aficiones, la pintura, a la que dedicaba, entre otros, los ratos en los que no había clientes en el local. Otro joven artista de un pueblo cercano -se llamaba Juan Manuel Puente y vivía y creaba en Mazcuerras- decidió ir a conocerle. Es fácil imaginar a ambos, ahora ya convertidos en artistas consagrados, hechos dos chavales, sentados y conversando animadamente en el local, al igual que lo hacen en la sala baja de la Casa Gótica de Mazcuerras, donde ambos protagonizan con sus obras, desde el 24 de julio y hasta el próximo lunes, la exposición 'Historia de una amistad'.
La planta baja alberga la colección de Juan Manuel Puente. Son obras realistas, rotundas, de tamaño medio y reducido, cargadas de materia y que de alguna forma inducen a la duda. ¿Abstracción, expresionismo? Nada más lejos de la realidad: realismo puro. Texturas y composiciones que recrean a las de la propia naturaleza: lava, la corteza de un árbol, ceniza, granito, tierra reseca y agrietada, oxidaciones... En la planta superior está 'la frutería' de Faustino Cuevas: una amplia serie de bodegones de todo tipo de motivo y variadas técnicas y composiciones que retratan la trayectoria vital y pictórica del artista. En realidad, todo es una curiosa carambola del destino. «Tino es de Cabezón y yo de Mazcuerras. Hace 50 años mostramos nuestra primera exposición juntos allí y ahora, para celebrarlo, celebramos esta aquí, en mi pueblo», explica jovial y revanchista Puente.
Lugar y fechas Casa Gótica de Mazcuerras. Se podrá visitar hasta este lunes, en el marco del festival Aselart.
Artistas Sendas colecciones de obras de los pintores cántabros Juan Manuel Puente y Faustino Cuevas.
Propuestas Puente investiga el peso y la esencia de la materia y Cuevas retrata naturalezas muertas en sus bodegones.
«Un día fui a verle a la frutería y Tino estaba pintando un bodegón; en ese momento entró una señora y él me dio el pincel y me dijo que terminara la cola del conejo». «Aquello empezó así, como quien no quiere la cosa, y ya llevamos más de 50 años metidos en la farándula del arte», constata Cuevas, socarrón. «¡Y resistiendo! -añade Puente-, porque el mundo del arte es muy complicado». Una visión que, lejos de ser pesimista, escruta con realismo una realidad que conocen bien porque la han vivido en primera persona: «Aunque ahora ha mejorado todo mucho, aquí siempre ha habido muy pocas posibilidades para el arte. De jóvenes siempre hablábamos sobre la posibilidad de marcharnos a París, a vivir aquella vida bohemia de la época, pero al final eran tiempos difíciles, había que ayudar en casa y la cosa no pasó de allí». Lo que sí hicieron fue escaparse juntos de cuando en cuando en maratonianos viajes en tren -hasta Madrid y vuelta en el día- para ver una exposición que les llamara o mereciera la pena.
Juan Manuel Puente
Faustino Cuevas
Ambos afirman pintar por necesidad, y se ríen al confesar el vicio compartido de pasar todos los días algún rato por el estudio. «Aunque solo sea a oler aguarrás un rato». Cinco décadas después, sus trayectorias y sus distintos estilos se unen de nuevo cerrando el círculo en una muestra que encabeza la programación cultural del festival Aselart, que se celebra estos días en Mazcuerras.
«En esta sociedad de locos, para mi la única forma de salvarse es pintando», afirma Puente. En su caso destaca su estrecha e intensa relación con la materia, especialmente la de una naturaleza que sus manos conocen bien tras muchos años de trabajo en el campo: lo que permanece. En el caso de Faustino Cuevas, su propuesta gira en torno a diferentes tipos de bodegones, naturalezas muertas esbozadas con finura y un exquisito control de la luz: lo perecedero. La de estos dos artistas es una simbiosis creativa que ha llevado a ambos a admirar la obra y la persona de su amigo. «De Juan Manuel siempre he admirado su tesón, su constancia, su capacidad de trabajo. Siempre está investigando para descubrir nuevos caminos». Puente, por su parte, destaca la trayectoria de su amigo: «La obra de Faustino siempre se ha sorprendido desde sus inicios. Siempre esconde sorpresas y ofrece nuevos planteamientos».
Además de admiración mutua, ambos comparten una visión de la pintura que trasciende con mucho el lienzo: «El artista tiene que ser muy exigente y muy crítico con su propia obra, si no no evolucionas», señala Puente, refrendado por el silente asentimiento de Cuevas. En ese sentido, Puente cree que en el mundo del arte, y muy en concreto en nuestra comunidad, habría que «rescatar a muchos artistas de gran talla que no tienen el reconocimiento que merecen». Faustino Cuevas coincide, pero añade con mirada traviesa que también «habría que 'enterrar' a muchos otros».
Con Francis Bacon, Picasso y Tapies como grandes referentes del siglo XX, ambos creadores son buenos conocedores de la evolución del arte -Juan Manuel Puente ha dirigido durante décadas la Sala Robayera- y creen que en muchos casos y aspectos el arte se ha tornado superficial: «En estos momentos no hay un criterio serio para definir las obras, parece que todo sirve», afirma Puente. «Ahora todo se mueve mucho por intereses mercantiles, está todo bastante manipulado», añade Cuevas. «Todo va muy rápido y no sabemos qué mundo queremos ni hacia dónde vamos», insiste Puente. «Antes había unos referentes, unos grandes humanistas a los que se escuchaba, ahora esas grandes personalidades no existen». Pese a ello, los dos artistas valoran positivamente la cantera de creadores que hay en Cantabria actualmente, aunque apuntan a la crisis sanitaria como una gran losa para el futuro del arte y de la cultura. También creen que «una vez asentado el proyecto cultural de Santander pondrá a la ciudad en el mapa». Se cortan al hablar con todo respeto y naturalidad. Medio siglo después, aquellos dos jóvenes amigos que unió el arte siguen rezumando creatividad e ilusión por los cuatro costados.
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