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Los expertos opinan. Reconocen todo lo que ignoran. No saben cuándo llegará

Los expertos opinan. Reconocen todo lo que ignoran. No saben cuándo llegará

Cuaderno de excepción, día 45 ·

Miércoles, 29 de abril 2020, 07:30

Abro los ojos, o se me abren solos de repente. Duermo con la persiana arriba y no entra luz. No sé en qué momento de la noche me encuentro. Desapareció el radio reloj despertador que me informaba del paso de las horas. Se estropeó o lo retiré yo. No lo recuerdo. Los escasos centímetros cuadrados de la mesita están disputados: la lámpara de lectura, los libros, un cuaderno, un bolígrafo, las gafas. Un follón. Al final, la mitad de las cosas acaban por el suelo.

El teléfono móvil, ese gran centro de operaciones de la vida moderna, ha ocupado el lugar de aquel viejo despertador que sonaba como si fuera la sirena de un petrolero. Era molesto pero estaba acostumbrado. Me siento bien, podría levantarme pero intuyo que es demasiado pronto. Estiro la mano y alcanzo el teléfono móvil. Son poco más de las tres. Me dormí pasada la una. Mi intención era dormirme antes de las doce pero acabé enredado en unos ensayos de Juan Goytisolo en defensa de la novela picaresca. Solo he dormido dos horas, no entiendo estas buenas sensaciones de mi cuerpo con tan poco tiempo de descanso. Cierro los ojos otra vez y entro en el sueño. Me despierto, de nuevo, a las cinco. Y otra vez a las seis y media. En todas las ocasiones, con la sensación de que mi cuerpo está listo para levantarse. Antes de que suene el despertador del teléfono, que estaba programado a las siete menos cuarto, abandono la cama. Camino a oscuras y descalzo por la casa. Me preparo un café mientras comienza a amanecer. Me siento un monje. Leo las noticias, el tema ahora es la desescalada: cómo y cuándo podremos volver a una vida que se parezca a la de antes del coronavirus. Los expertos opinan. Reconocen todo lo que ignoran. No saben cuándo llegará una vacuna ni cuánto tiempo una persona que ha pasado la enfermedad permanece inmunizada. De la crisis económica que viene, se desconoce todo también. Hay días que en las noticias no hallo nada que no me pese. Hoy me ocurre. Qué cansancio solo de pensar en lo que nos espera. Qué congoja también. Dejo los periódicos y abro el libro de Goytisolo, vuelvo a un pasaje que subrayé anoche. Me parece apropiado para afrontar sin aspavientos la narración de los acontecimientos en estos tiempos difíciles: «Se requiere más valor para hablar de las cosas y los hechos de la vida corriente que para embriagarse en la evocación de empresas sublimes y nobles. El coraje no consiste en cerrar los ojos ante nuestros propios defectos, sino en luchar contra ellos, reconociéndolos. La verdad debe revelarse siempre, por dura que sea».

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