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Cuando uno se sitúa frente a una obra de Eduardo Sanz se aferra a una vivencia: la que proporciona adentrarse en la entraña del ... mar. Pero el pintor santanderino, fallecido en Madrid hace ahora justamente doce años, fue más que el artista de los faros y las olas. Tras su creación: etapas de experimentación y reinterpretación, series en las que vibra un afán de enlazar la pintura, la caligrafía y la escritura de una manera de mirar el mundo y el triunfo de la pintura siempre. Sanz, junto a su esposa y su hijo, ambos grandes pintores, Isabel Villar y Sergio Sanz, edificaron un proyecto fundamentado en la pasión a través de colecciones, amistades y admiración por otros artistas, que se plasmó hace casi veinte años en el Centro de Arte Faro Cabo Mayor, singular espacio museístico sin apenas precedentes en Europa. Esta semana, no en su tierra natal, sino en Madrid, a través de una galería que ha sido testigo de su trayectoria, así como la de Isabel Villar, se inaugura el próximo jueves la muestra 'Marinero en tierra'. Hasta mayo, a modo de retrospectiva selecta, la galería Fernández-Braso presenta esta exposición dedicada a Eduardo Sanz (Santander, 1928-Madrid, 2013). Con este motivo se ha editado un catálogo que contará con un texto de presentación, bajo el epígrafe 'Eduardo Sanz y el mar', escrito por el empresario y coleccionista José María Lafuente, artífice del Archivo, quien ha vertebrado el desembarco del Museo Reina Sofía en Santander.
Por primera vez, la muestra dedicada a Sanz reúne dos de las etapas pictóricas más icónicas del artista: las 'cartas de amar', realizadas entre 1975 y 1978, y las 'marinas' que empezó a pintar a finales de los 80. La muestra es, por tanto, un homenaje al artista y al tema al que dedicó la mayor parte de su obra, el mar. «Porque a mí, realmente, lo que me gusta es vivir el mar. (...) Yo, en realidad, pinto mi nostalgia. Y mi nostalgia es el mar».
Miguel Fernández-Braso, fundador de las galerías Rayuela y Juan Gris, predecesoras de la actual Fernández-Braso, publica el 29 de enero de 1971 en ABC una entrevista a Eduardo Sanz. Comienza una relación personal y profesional que durará más de cuarenta años. «Más que una buena amistad», como se lee en una dedicatoria del artista en una pequeña pintura de 2011.
Desde ese año y hasta la actualidad la colaboración y el vínculo entre el artista, el galerista y la sala ha sido continuo y se ha manifestado de diferentes formas. Expuso su obra por primera vez en 1974 en Rayuela, en una colectiva titulada 'Serie retratos'. Participó, también, en 1976, en un 'Homenaje a Tiziano' y expuso ese mismo año, ya de forma individual, la serie 'Cartas de amar'. En el primer número de la revista de las Artes Guadalimar, creada por Miguel Fernández-Braso en 1975, apareció publicado un reportaje sobre la obra de Sanz firmada por el poeta Marcos Ricardo Barnatán, quien, un año después, publicó la biografía 'Las metáforas de Eduardo Sanz' en ediciones Rayuela. En la década de los noventa participó en varias exposiciones colectivas en la galería Juan Gris hasta que realizó su primera individual en 2003. Con motivo de esa exposición Cuadernos Guadalimar publicó un monográfico sobre el artista. En Juan Gris volvió a tener exposiciones individuales en 2007 y 2010. En 2013, ya en el nuevo espacio de la galería Fernández-Braso, tuvo lugar la última exposición en vida del santanderino: 'Mar a la vista: 1943-2012'.
En su escrito Lafuente subraya sus vínculos con la obra de Sanz: Esas casi treinta obras que recorren toda su carrera, desde una de sus primeras pinturas, de 1956, 'Santander con viento sur', hasta una sucesión de paisajes geométricos, abstracciones informalistas, collages textiles, espejos rotos, espejos geométricos, maquetas de barcos, cartas de amar, faros y mares, que configuran su fondo. Asimismo, el también editor recuerda los consejos de Sanz a propósito de su relación con personas que fueron claves en los orígenes y pasos fundacionales de lo que hoy se conoce como Archivo Lafuente. «Todos los años, en nuestro encuentro de verano, le iba contando los avances del Archivo a la vez que compartíamos los avatares que desembocaron en el Centro de Arte de Cabo Mayor».
Además, Lafuente/Sanz abordaron juntos, un año antes de su fallecimiento, la edición de 'Cachón con patatas' (Ediciones la Bahía, 2012). Fue 2010 -recuerda Lafuente- el año en que «Eduardo comenzó, casi en secreto y en silencio, a dibujar y pintar cachones; es decir, jibias o sepias. Esta afectuosa relación con la familia cefalópoda le dio pie a escribir un texto breve que, a la vez, es una personalísima construcción literaria; unos apuntes de niñez y primera juventud, y una sucinta crónica de su ser y estar en el mundo, en estrecha relación con la geografía física y espiritual que lo vio nacer junto al mar».
Sanz confesó en una ocasión: «Me he dado cuenta de que de todos los temas que hubiera podido elegir ninguno como el de los faros tenía tantas raíces entrelazadas con mi profunda manera de ser y de sentir desde mi más remota infancia». Dos referencias más son obligadas a la hora devolver sobre el pintor: Su encuentro con la obra de Hokusai en una exposición en París, subyugado por la 'Gran ola' y por los grabados del monte Fuji. De su querencia afloró una serie de pinturas, fusionando sus marinas con la estética del maestro japonés, que mostró en 2009 en Santander y Madrid. Hace dos décadas la editorial Valnera publicaba en dos volúmenes las memorias del pintor.
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