El MAS extiende su presencia, a través de la UC, con una muestra de Puente

'El peso de la materia' es el epígrafe de la muestra que supone la vuelta del artista de Torrelavega y el espacio que vuelve a incorporarse a esta etapa del Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria, es la sala Universidad de la UC, sita en Náutica.

«El artista en el estudio es un hombre puro, fuera se contamina», decía Martín Chirino el escultor canario fallecido recientemente. Una máxima que puede aplicarse perfectamente al quehacer de Puente, reflexivo, interiorizado, siempre en combate constante con la materia y la textura de la tierra, en una labor muchas veces silenciosa desde su estudio de Miengo.

El pasado año Septentrión, de la mano del poeta Carlos Alcorta, editaba una obra sobre la vida y obra de Puente cuya última exposición tuvo lugar hace año y medio en la Fundación Bruno Alonso santanderina. Ahora la exposición, con obra inédita y reciente, se configura con una nueva serie en la que el pintor lleva trabajando desde hace dos años.

Gracias a esta nueva colaboración de la Universidad de Cantabria, «el MAS puede seguir con su actividad expositiva». El próximo jueves, día 22, será presentada e inaugurada en la Sala de Náutica esta exposición de Juan Manuel Puente, que organiza el MAS, un paso más dentro de la provisionalidad en la que vive la entidad hasta que se encauce la rehabilitación.

En esta ocasión, y al igual que pasó con Bernard Plossu y la muestra integrada en el Festival PHotoEspaña, el Museo ha vuelto a contar con la colaboración de la Universidad de Cantabria para poder realizar la muestra.

Y nuevamente será en la Sala de Náutica en donde se podrán exhibir medio centenar de piezas del artista. Puente y el MAS unen sus fuerzas así para abordar un nuevo proyecto expositivo del artista de Torrelavega. En este caso, se trata de obra inédita, una nueva serie de pinturas en las que Puente lleva trabajando desde hace dos años. El MAS le propuso realizar una exposición hace ya tiempo con el objetivo de llevar a cabo un reconocimiento a su trayectoria, obra y trabajo.

Como artista, Juan Manuel Puente ha expuesto como bien es conocido en diversas galerías nacionales y especialmente cántabras, caso de Siboney y Silió. Su trayectoria se inicia a finales de los años 70, descubierto por Fernando Zamanillo, que decide organizar exposiciones colectivas e individuales de su trabajo. Puente fundó la Sala Robayera en Miengo iniciando un proyecto público periférico, descentralizador de la cultura, con una exposición de Celestino Cuevas que se convertiría en un referente. Este espacio expositivo iniciaba de este modo una trayectoria ejemplar, realizando exposiciones individuales durante los veranos y configurando una colección pública consecuencia de esas muestras. Tras jubilarse hace dos años y dejar la dirección de Robayera en manos de Marta Mantecón, Puente emprende a partir de ese momento con total intensidad su trabajo artístico.

Consecuencia de ello es la reciente exposición celebrada en la Fundación Bruno Alonso, bajo dirección de Luis Alberto Salcines, integrada por pequeñas obras neocubistas, impecables collages.

Diversos homenajes e importantes ediciones, como la reciente realizada por Carlos Alcorta, complementan este nuevo periodo. «Puente es una de esas personas que ha trabajado mucho y bien al servicio de la sociedad. Se tiene bien merecido este reconocimiento», ha subrayado la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Santander, María Luisa Sanjuán. Precisamente Carretero definía en un reciente artículo la personalidad del pintor Juan Manuel Puente: «En Puente ha prevalecido el sentido de lo público, su servicio, siendo siempre sinónimo de obra conclusa en su gestión; en su trayecto plástica, lo está realizando ahora. Los demás nos hemos beneficiado de este trabajo, de su continuidad, del conocimiento importado que a su vez ha generado desde su gestión, su seriedad, rigor, autenticidad, riesgo meditado, reflexión...». Y lo ha llevado a cabo con naturalidad y sentido común, -apunta el director del MAS-erigiendo un proyecto periférico público en un referente en la historia artística reciente de Santander y Cantabria. Su esfera se cierra y abre con su expansión plástica de estos últimos años en donde coexisten muchos conceptos. Puente, hombre discreto, siempre ha deambulado entre silencios, entre el silencio de la tierra y el silencio de las estrellas».

El pasado año Puente reunía sus creaciones en 'Espacio y forma', ese conjunto de collages que integraron la nueva propuesta de la sala de la Fundación Bruno Alonso. El fundador y exdirector de Robayera mostró su creación «madura, sobria, sencilla y armónica».

La editorial Septentrión Ediciones, hasta ahora centrada especialmente en géneros como la poesía -en sus dos colecciones, García&Diamonds y El viaducto- y la narrativa -plasmada en la colección El giróvago- amplió su abanico de intereses con una nueva colección, 'Bañares', dedicada al arte contemporáneo, y lo hizo con un autor «especialmente querido» para los responsables de la editorial.

El libro supuso una radiografía plural de Puente, hombre y artista, pintor que ejerció la responsabilidad de la Sala Robayera de Miengo, espacio convertido en «un auténtico hito en la difusión del arte contemporáneo en nuestra región, un espacio que en su transcurrir se ha erigido como un referente de la deslocalización del arte a nivel nacional»

Críticos, escritores de arte, gestores y poetas, caso de Juan Manuel Bonet, exdirector del Instituto Cervantes y del Museo Reina Sofía; o poetas como Rafael Fombellida y Lorenzo Oliván, participaron en la publicación. De Puente (Torrelavega, 1951) cuyas comparecencias individuales como pintor han alcanzado hasta el presente más de una treintena de citas, destacan sus exposiciones: 'De tierra y silencios', en la propia Sala Robayera; 'Espacio y forma' en Espacio Garcilaso de Torrelavega y en la galería Cornión, de Gijón.Fernando Zamanillo reconoce en él «al pintor riguroso, al artista congruente, cuya pintura resulta de una meditada o calculada introspección y reconocimiento de sí misma».

Y Mantecón «demanda una contemplación activa, pausada y muda» de su pintura. A su juicio, «traza un camino, un surco en la tierra, que debemos seguir, hacia dentro y hacia fuera, que no se contiene jamás en los límites del lienzo».