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Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) es uno de los autores más leídos de su generación en lengua española y el último invitado de la tribuna de los Martes Literarios, ciclo de la UIMP, que patrocina El Diario Montañés. El también guionista y periodista llega a Santander ... unas semanas antes de que se publique en España su última novela ' El año en que nació el demonio', un thriller histórico sobre la inquisición y la caza de brujas ambientado en el virreinato de Perú en el siglo XVII. Durante la sesión, a las 19.00 horas y en el Paraninfo de La Magdalena, el autor hablará sobre esta obra, pero también sobre su anterior libro de relatos: 'Lejos: Historia de gente que se va', de su trabajo como guionista y, sobre todo, sobre su forma de vivir la literatura.
- ¿En el siglo XXI sigue habiendo brujas e inquisidores?
-En el siglo XXI hay varias inquisiciones, sobre todo en las redes sociales. Y la idea de las brujas, claro que se mantiene. El concepto fue acuñado para culpar a las mujeres incluso de los problemas de los hombres. Hay un manual de inquisidores del siglo XV que dice cosas como «si yaces con una bruja y no tienes potencia genital no es culpa tuya, es culpa de la bruja». Por desgracia hoy en día cuando una mujer es violada escuchas a gente preguntar cómo iba vestida o si había bebido porque todavía existe ese concepto de que la mujer tiene la culpa de todos los problemas, también de los de los hombres.
-Dice que «las brujas fueron inventadas para culpar a las mujeres de lo que les daba miedo a los hombres». Esa frase podría ser un eslogan feminista.
-Es que es muy difícil leer sobre el siglo XVII y no empatizar con la situación de las mujeres porque entonces el único plan posible para ellas era el de ser esposa. Hasta el punto de que había una cárcel concreta, una especie de orfanato, para las que rompían su matrimonio porque ya no tenían nada que hacer en la sociedad. Me impactaron muchísimo las historias de estas mujeres que fueron condenadas por buscar su destino en un mundo que las imponía que vida tenían que tener.
-¿De dónde le surgió ese interés por estas historias?
-Todos mis libros exploran figuras que nos dan miedo: Terroristas, pederastas, asesinos... Y esta vez quería explorar a las brujas. Ahondar en cómo surgen, de dónde salen.
-Ha vivido en Perú, México, ahora en España y afirma que siempre se siente extranjero. ¿Cómo influye esta condición en su mirada literaria?
-Es cierto que sentirte extranjero es muy malo para tu vida personal y a veces no terminas de encajarlo, pero es muy bueno para ser escritor porque eso es lo que haces cuando cuentas una historia, fingir que hay un mundo en el que tú no eres parte. La extranjería es el punto de partida de la na narración. Escribir también es una forma de explorar mundos que están más allá de lo que ves y de vivir cosas que no ves, con lo cual para mí viajar y escribir han sido siempre dos caras de la misma moneda.
-Fue elegido como uno de los mejores novelistas en español de su generación. ¿Le añade esto más presión a la hora de escribir?
-En realidad no. Esta es una carrera inestable en la que hay momentos que te va muy bien y otros muy mal. En cualquier caso, uno no puede escribir cualquier cosa. Uno escribe lo que siente, lo que le toca y lo que le afecta. No puedes escoger ser un autor distinto del que eres. También escribo guiones, reportajes... Y para mí cada una de esas historias es una aventura, un viaje que realizo para ser una persona distinta de la que soy y para tener una vida diferente.
-De niño ya soñaba con ser escritor y vino a España siguiendo la estela de los grandes autores latinoamericanos que se instalaron en este país. Con el paso del tiempo, ¿ha habido más de sueño o de pesadilla?
-No me puedo quejar. España me ha tratado muy bien. No solo me ha dado un trabajo que me encanta, también me ha dado una familia. Soy un privilegiado y quejarme sería una falta de respeto.
-Uno de los primeros trabajos que realizó en España fue el de negro literario. ¿Cómo recuerda esa época?
-Lo sigo realizando. Pero prefiero el término escritor fantasma que suena más elegante y menos racista. Hace poco ayudé con sus memorias a James Costos, el embajador en España que nombró Obama, pero mi nombre también salía en el libro, ya no es secreto. A mí me parece que ser el escritor fantasma de alguien es ver el mundo a través de sus ojos. Es como escribir una novela, solo que el protagonista está vivo y te dice que es lo que debes escribir. A la vez te permite crear un lenguaje nuevo para ser justo con el protagonista. Es otra experiencia creativa fascinante que te lleva vivir cosas nuevas y te enseña mucho. Si admiras a la persona de la que estás escribiendo es un regalo.
-En 2013 propuso a Stephen King para el Premio Nobel de Literatura. Diez años después ¿Mantiene su propuesta?
-Sí, sí. Por supuesto. Creo que Stephen King es uno de los autores vivos más importantes y no solo porque es popular, también porque ha explorado el miedo, que es una emoción profundamente contemporánea. Su forma de plantear los miedos sigue siendo una de las mejoras maneras de entender la sociedad en que vivimos.
-Lorca, protagonista de uno sus últimos libros, 'El amante uruguayo' tuvo una gran vinculación con la UIMP. ¿Aprendió cosas nuevas del poeta?
-Me encantó escribir esa obra porque había escuchado mucho, y con toda la razón, sobre la muerte de Lorca y con este libro conocí muchas cosas de su vida. Me encontré con un poeta lleno de alegría y de ganas de vivir. Alguien que jugaba con la vida como jugaba con las palabras.
-¿En que trabaja ahora?
-Estoy escribiendo muchos guiones para series y películas y lo estoy disfrutando porque como siempre se dice ser escritor es un trabajo solitario, incluso cuando viajas por el mundo para hacer la promoción lo haces para hablar de tí mismo. Los guiones son un trabajo en equipo con otros escritores, con actores, con productores... Y eso te llena de energía nueva y te enseña muchas cosas. Yo estudié guion de cine y acabé de escritor porque vendía libros pero no guiones, así que ahora siento como que he vuelto a casa, a una casa en la que, en realidad, nunca me dejaron entrar.
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