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«Mi misión es transformar el entorno y estar en continua evolución». Así resume su cometido artístico Okuda San Miguel, famoso muralista y escultor de grandes volúmenes que nació y creció en la localidad cántabra de Cuchía (Miengo). El artista contemporáneo, grafitero en sus inicios, recibe a El Diario Montañés en su taller de Madrid, que ha bautizado con el nombre de 'Factoría de sueños'. Este multiespacio, que también es galería de arte, está ubicado en el barrio de Usera, donde Okuda pasa la mayor parte del día, inmerso en sus diseños, dibujos y otros encargos de los más variopintos.
Si algo define a este creador de arte callejero es su capacidad –no exenta de polémica– para convertir una zona industrial, triste y gris en puntos de interés turístico; véase el caso de las fábricas de Saginaw (Michigan, en Estados Unidos), o, más cerca de casa, el solitario faro de Ajo, que hoy es un lugar multitudinario, por citar dos casos de una larga lista de iglesias, paseos, barcos, fachadas de edificios... que alcanzan notoriedad tras pasar por sus manos y a golpe de spray.
Van pasando los años desde que el cántabro se estableció en la capital de España para comenzar sus estudios en arte en la universidad: «25 años, más tiempo del que he vivido en Santander. Fueron años en los que aprendí mucho en paralelo a las clases, haciendo grafitis en la calle».
Para Okuda, su familia está muy presente y sigue yendo con frecuencia a Miengo para disfrutar de ellos, «especialmente ahora que tengo dos sobrinos». Su vínculo es fuerte, hasta el punto de que su madre y su hermano forman parte de su equipo creativo en la elaboración de piezas con bordados: «Descubrí que mi madre sabía bordar hace unos años y probamos un formato de pintura con sus bordados que ha funcionado muy bien, así que están volcados en realizar estos cuadros».
Este año se cumplen diez desde que alcanzó notoriedad gracias a su mural de la iglesia de Santa Bárbara, a 15 minutos de Oviedo. Desde entonces, los encargos comenzaron a ser imparables. La fama internacional le llegó con sus esculturas en el puerto marítimo de Boston y más recientemente, la fachada de un edificio en la emblemática Plaza de la República, México, o sus enormes figuran en centros comerciales de Japón.
Hiperactivo y polifacético, dos de sus señas de identidad más marcadas, Okuda es propietario de un vino tinto del Bierzo de la bodega de Raúl Pérez Mencía, también es comisario de otros artistas, un gran coleccionista de arte y diseña videojuegos. Tal y como nombró al taller que visitamos, su cabeza no para de fabricar sueños y nuevos retos relacionados con otras disciplinas, como la arquitectura, donde ha comenzado a moverse.
«Voy a construir una casa-escultura que está planeada para Ibiza o Cantabria. No se sabe aún dónde, pero va a pasar», asegura Okuda. «Concibo mis casas como esculturas gigantes que estarán habitadas», añade.
Sobre planos, nos enseña la que será su propia vivienda, que se levantará en una finca de su propiedad en Las Rozas (Madrid). Se trata de un edificio de líneas fluidas, que a vista de dron recuerda a su obra 'La paloma', símbolo de libertad. «El diseño de mi casa es en blancos y grises. Después se acogerá toda la obra llena de color y así convivirán bien».
Su futuro hogar está en planos, pero su 'Casa-Calavera' ya es una realidad palpable que ha formado parte de la exhibición del artista en México. «La muestra de México ha contado con un presupuesto de 1,3 millones de euros y tras su clausura, empieza un recorrido itinerante en Europa, con el próximo destino en Francia», informa el autor. La citada 'Casa-Calavera' y la 'Casa Cabeza de Gato' son los dos prototipos creados para los que el artista busca ubicación, «pequeños apartamentos, con varias habitaciones, que pueden ser vivienda o parte de un hotel, con un enfoque turístico».
De Cuchía a Miami, Londres, Nueva York, Chicago, China, Japón, Tahití… Okuda no deja de evolucionar y de soñar a lo grande. «No tengo grandes lujos, todo lo que gano lo invierto en coleccionar arte de otros amigos y en mis propias creaciones, exhibiciones y proyectos que requieren mucha inversión», señala.
En su taller, el ambiente que se respira es relajado. Con sesiones de DJ de fondo, parte de su equipo trabaja con él, codo a codo, en encargos como esculturas de cabeza de dragón «para una galería de Japón que nos pide muchas» o una pareja de guitarras españolas realizadas a mano por el artesano Manuel Rodríguez, que va a pintar Okuda con su famoso juego de triángulos de colores, un dibujo que «está patentado, pero no me libro de que surjan copias, pero bueno, los abogados llevan esos temas».
En su taller han llegado a ser más de una treintena de personas, pero en este momento son diecisiete las que contribuyen a completar lienzos enormes que esperan sobre las mesas. «Mi cabeza no para de generar ideas. Siempre tengo ganas de aprender de todos, nadie es más que nadie, todos me enseñan», asegura Okuda. Vestido de arriba abajo con su paleta de colores, se muestra cercano y amable: «No tengo problemas de ego como otros artistas», destaca.
Se reconoce como «un inconformista por naturaleza» y «una persona hiperactiva», lo que confirma su agenda. Recientemente ha inaugurado en Cádiz el gran mural que acaba de hacer en el Puerto de la ciudad andaluza. Pintar murales de grandes dimensiones «son los proyectos que me relajan. Me permite estar varios días enfocado y mi cabeza deja saltar por mil ideas, tener que acudir a presentaciones y exposiciones, que son una gran parte de mi día a día». Además su obra se puede ver en la actualidad en Santander en Balta Gallery, donde comparte exposición con su maestro Roberto Orallo.
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