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En la cama de su casa de Ontoria, como un señor, con la sonrisa pícara de un recién casado y a los 96 años, se despidió de esta vida llena de experiencias Carlos Bribián Castro, un aragonés que decidió venir a Cantabria para vivir ... sus últimos años y que nos dejó una impronta que será muy difícil olvidar.
Deportista profesional, periodista y escritor, en Cantabria abrió un nuevo camino cultural gracias a su talante entusiasta, decidido y sobre todo seductor. Yo elegiría este último calificativo para definir su personalidad, porque nos encandilaba a todos con su conversación, con sus historias, con su modo de contarlas poniéndose énfasis superlativos, como cuando se subía a la banqueta para imitar a algún charlatán.
Fue uno de los socios fundadores de la Sociedad Cántabra de Escritores (2001) y pronto le arropamos como socio de honor (2005), el primero que tuvo esa asociación. Al año siguiente le convencimos para que la presidiera, proporcionando un importante dinamismo asociativo con la organización de conferencias, edición de libros y defensa de la memoria de grandes escritores cántabros. Fui testigo de sus negociaciones para que la estatua de Marcelino Menéndez Pelayo permaneciera en el interior de la Biblioteca Nacional. Todavía le estoy viendo entrar en el despacho de la entonces directora de la biblioteca, Rosa Regàs, cogidos ambos de la mano, al son de una sardana para conquistar su voluntad y convencerla para que la estatua se quedará en el interior. Viajé con él a Binéfar (Huesca) cuando el alcalde de esta localidad le comunicó el acuerdo municipal de nombrarle hijo predilecto de la ciudad y nos emocionamos juntos cuando parte de esa corporación se desplazó a Cabezón de la Sal para hacerle entrega del diploma honorífico en 2013. Fue honrado por su tierra natal y también por su tierra adoptiva, porque el ayuntamiento de Cabezón le otorgó en 2012 el Premio Antonino Pellón de la Cultura. Durante su presidencia en la Sociedad Cántabra de Escritores, en la que le acompañé como vicepresidente, descubrí el poder de su talante negociador y de su afabilidad para resolver los problemas que otros habían creado.
Bribián publicó cuatro novelas, reeditadas en 2005.'Buck', (1958) ambientada en Nueva York, finalista del Planeta (1959), que se presenta como la biografía sentimental y profesional de un periodista norteamericano. 'La Huída' (1960), también finalista del Premio Café Gijón de Novela Breve (1960), trata de un adolescente que tras un incidente familiar emprende una escapada. 'Llueve' (1959) consta de tres historias que confluyen en Barcelona. Su última novela, 'Isabel' (1960), narra una historia de amor entre una joven y un hombre maduro.
Aunque fue un guardameta con poca fortuna para triunfar en el mundo del fútbol siempre me decía que esa posición en el terreno de juego le proporcionó una visión general con la que enfocar la vida. Y aunque escribió varias novelas y llegó a ser finalista del Planeta con una gran desilusión al conocer los secretos de los grandes premios literarios, Carlos Bribián siempre se consideró periodista. Desde 1960 hasta 1988 fue corresponsal del diario 'Marca' en la República Federal de Alemania (RFA), y hasta 1992 de 'As' y la SER en aquel país. Colaboró con varias revistas internacionales y fue corresponsal en Bonn de 'Pueblo' (1974-1984) y de 'ABC' (1985-1989). Entre 1983-1986 firmó sus crónicas dominicales en Heraldo de Aragón y paralelamente, desde 1964 hasta 1997 fue responsable del área de deportes de la emisora Deutsche Welle (La Voz de Alemania), la radio pública de la RFA. Testigo fui de las muestras sinceras de reconocimiento que le rindieron en Cantabria periodistas de la talla de José María García y Alfredo Relaño que le recordaron como un maestro. Y qué orgulloso estaba de ser un buen periodista. Cuántas veces he escuchado de su boca que durante tantos y tantos años no hubo ninguna noticia suya que fuera desmentida. Lector empedernido, en los últimos años devoraba las páginas de El Diario Montañés, con bolígrafo rojo en ristre, en busca de errores y anotaciones varias que luego me comentaba. Yo no me salvaba de sus críticas, aunque también tuve felicitaciones que siempre supe alejadas de falsos halagos. En 2016 un grupo de amigos decidimos crear en Cabezón la Asociación Cultural Carlos Bribián y en 2021 editamos 'Crónicas bribianescas de Europa', una recopilación de sus artículos periodísticos en 'Heraldo de Aragón' durante el proceso de integración de España en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE).
Dicen que morimos dos veces. Una es la muerte natural, y la otra cuando ya no haya nadie que nos recuerde. Los libros y los artículos de este seductor ilustrado prolongarán su memoria en nosotros y en nuestro furo. Carlos se lo merece.
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