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Cuando María Isabel nació era una cántabra más, deambulando por el paisaje local. Pero las estrecheces económicas y la rígida sociedad de la época la llevaron a primero transitar de reformatorio en reformatorio, y después a ejercer desde muy joven la prostitución en la calle ... Cruces de Bilbao. Todo parece indicar que padeció algún tipo de trastorno mental. Entre unas cosas y otras acabó convertida en una escindida, alguien que vivía al margen de los cauces establecidos. Su trágico final, acaecido en 1977 en la cárcel de Basauri, donde su cadáver apareció calcinado en su celda, provocó una protesta de sus compañeras de profesión que derivó en una huelga impulsada por varios colectivos políticos. Más de cuatro décadas después, la periodista Andrea Momoitio (Ortuella, Vizcaya, 1989) recupera su historia tras seis años de una investigación que la ha llevado de los archivos oficiales a la calle. Un relato de la marginación y los ángulos más oscuros de la sociedad que la autora mantiene abierto, y que espera que esta entrevista, que leerá gente de la tierra de la que es oriunda su protagonista, sirva para conocer nuevos datos sobre ella a través de cualquier ciudadano que la conociese. La autora presenta su libro hoy a las 19.30 en la librería La Vorágine bajó el título de 'Lunática'.
-¿Cómo definiría su primer libro?
-Es el resultado de una investigación periodística de seis años en la que me he intentado acercar a la vida de María Isabel Gutiérrez Velasco, una mujer de El Astillero, que murió el 9 de noviembre de 1977 en la cárcel de Basauri, donde apareció su cuerpo calcinado. Era una mujer que se dedicaba a la prostitución y que tenía algún diagnóstico de salud mental. A partir de su muerte sus compañeras de la calle Cortes de Bilbao convocaron una huelga de prostitutas porque no se creyeron la versión oficial.
-¿Quién era Maria Isabel?
-Las circunstancias familiares que tengamos y el entorno político, social y económico nos atraviesa por completo la vida. Ella nace en una familia con unas posibilidades económicas limitadas, en un lugar como Astillero, y su madre se queda viuda muy joven en una época complicada. Su custodia empieza desde que es pequeña a depender del Patronato del Ciudado de la Mujer, una institución franquista que tenía como objetivo el cuidar y salvaguardar, entre muchísimas comillas, a las mujeres caídas y a la que están a punto de caer. A mi ese último apartado, las de las que están a punto de caer, me hace muchísima gracia porque como te puedes imaginar las que estaban a punto de caer caían prácticamente cualquiera.
-Y ella entraba en la definición institucional, entiendo.
-Sí. A partir de entonces comienza un periplo entre Santander y Salamanca, principalmente, durante los primeros años de su vida de reformatorio en reformatorio, hasta que en algún momento que no he conseguido precisar empieza a dedicarse a la prostitución, y es ahí cuando comienza su relación con Bilbao.
-¿Cómo ha sido el proceso de desarrollo de su investigación?
-Seis años parecen mucho pero a lo largo de todo este tiempo solo he podido dedicarle los fines de semana y mis vacaciones. La posibilidad de hacer una investigación periodística estando completamente dedicada a ella es prácticamente imposible. Todo se ha dilatado mucho en el tiempo porque he tenido muy pocos recursos y tiempo que dedicarle.
-Pese a todo lo hizo.
-Sí, porque a medida que avanzaba cada vez estaba más enganchada a la historia y a María Isabel. He ido muchas veces, no te imaginas cuántas, a Santander y a Astillero a preguntar por la calle con una foto de ella si le sonaba a alguien. Así fueron apareciendo personas que la conocían a ella o a su familia, sobre todo a su hermano, que era un personaje bastante conocido en Santander.
-A través de la figura de su protagonista, ¿plantea usted un retrato social de aquella época?
-Lo intento, desde luego. Sus propias circunstancias vitales me dan para explicar lo complejo que tuvo que ser para su madre ser una mujer viuda en ese contexto. Y también para ella, una niña que se queda embarazada muy pronto, que se dedica a una profesión como la prostitución, que anda sola por el mundo... En las protestas por su muerte participaron tres colectivos, además del de las prostitutas: el movimiento feminista, el movimiento LGTB y los comités de apoyo a la Copel, la Coordinadora de Presos en Lucha. Eran los colectivos que eran muy cuestionados por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que era la ley heredera de la de Vagos y Maleantes, y que no queda derogada por completo hasta 1995. Ahí hay una confluencia de gente que en los 70 tuvieron un peso importrante y se constituyeron en muchos territorios, donde crearon las 'coordiandoras de marginados'. En esas coordinadoras se encontraban personas de colectivos que estaban muy cuestionados y violentados por el franquismo.
PERIODISMO
-En ese sentido, ¿cuánto ha cambiado la sociedad española respecto a la de aquella época?
-Todo ha evolucionado y a mejor, no es comparable lo que significaba entonces ser lesbiana a lo que significa para las que lo somos hoy en día. Sin embargo, el marco no ha evolucionado tanto. En aquella Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social se vulnerabilizaba y condenaba mucho a las mujeres que ejercían la prostitución, a las personas psiquiatrizadas, a quienes ejercían actos de homosexualidad... Pero también a los menores de 21 años rebeldes de su familia, por ejemplo, que hoy en día son esos menores no acompañados, una realidad que seguimos encontrándonos a día de hoy con mujeres en situación de prostitución o ejercienco el trabajo sexual de manera voluntaria, a las personas trans... Las personas que podían verse afectadas por aquella ley no son hoy un colectivo en una situación maravillosa. Todo ha cambiado mucho pero seguimos siendo las más puteadas y estigmatizadas.
-¿Cuál cree usted que debe ser la palanca del cambio social?
-Soy una gran entusiasta de la memoria. Creo que cuando somos conscientes de que estos grupos que hoy en día siguen en una situación muy complicada, cuando somos conscientes y conocemos y entendemos las situaciones que viven y las denunciamos, haciendo un ejercicio de memoria, todo eso implica dar pasos adelante. En general en este territorio lo que nos falta es mucha memoria, y eso acarrea consecuencias muy graves.
-¿Qué diferencias ha encontrado entre la realidades de la periodista y la de la escritora?
-Aunque tengan muchas cosas en común son mundos muy distintos. Para mí 'Lunática' es periodismo, porque no hay nada de literatura, en el sentido de poner mucho esfuerzo y cariño en buscar la palabra precisa en cada momento, pero sin embargo el ritmo y la fuerza la dan la veracidad de la historia, el contraste de los datos... No deja de ser un reportaje y, al final, creo que los reportajes siempre enganchan, al menos los buenos.
evolución social
-¿Qué ha aprendido como periodista al escribir este libro?
-Quizás lo más importante sea que cuando empecé a escribir el libro tenía la voluntad y las ganas de tratar de aclarar qué había ocurrido. Me di cuenta de que mi papel no era ser policía. Creo que 'Lunática' es un ejercicio puramente periodístico porque cuento lo que he visto y lo que me he encontrado en un sitio o en otro, y lo que pasó o dejó de pasar que lo diga la policía o los historiadores.
-Debe de haber sido un proceso complejo, debido a la falta de información más allá de la oficial, ¿no?
-Sí, porque no ha habido dato que no haya contrastado 50 veces, pero sin embargo me he permitido contarlo de una manera que nadie crea que me da igual esta historia. Al revés. Me importa mucho y me ha cambiado la vida, quiero a María Isabel a pesar de que lleva muerta muchos años y de que ni siquiera coincidimos en el tiempo y el espacio juntas. De alguna manera sí que quiero hacerle un poco de justicia a su memoria, sin que eso le reste ni un ápice de rigurosidad a cada uno de loos datos. A veces me dan ganas de poner notas al pie para que el lector entienda el tiempo que he tardado en poder confirmar el dato de que el día que nació María Isabel había neblina en Santander, que es algo que me costó mucho confirmar. Eso le da un aire muy literario al libro pero lleva un trabajo enrome detrás.
-¿Ha estado en contacto con la familia de María Isabel?
-He estado con su madre y con el único de sus hermanos que sigue vivo, así como con uno de sus tíos. La verdad es que han sido momentos muy especiales e importantes, claro. Espero que lo entiendan como un homenaje, aunque es una historia compleja en la que honrar la memoria de una persona que fue tan distinta a lo que se esperaba y a lo que suele ser bien valorado que hablar en términos de homenaje es complicado.
-Que una presa aparezca muerta y quemada en su celda es algo que no habla muy bien de una socieda madura y moderna. ¿Acaso no lo es, o no tanto como quiere parecerlo o creerlo?
-César Lorenzo Rubio, un sociólogo de Barcelona, que es el autor de 'Cárceles en llamas', el libro paradigmático de la Copel en los años 70, tiene documentados decenas de casos de presos quemados en sus celdas. La cárcel era y es un lugar completamente opaco donde los derechos de las personas presas no valen absolutamente nada. A mí me resultó muy llamativo y doloroso imaginarme la muerte en la cárcel de María Isabel en esas circunstancias, pero más doloros fue darme cuena de que no ha sido la única. La cárcel es un lugar donde escondemos de una patada y debajo de la alfombra a quien nos molestan en la postal. La muerte de María Isabel no tuvo nada de épico, simplemente tuvo la mala suerte que tuvo durante toda su vida, y la prisión tuvo con ella la misma actitud que tiene con todas las pesonas pobres y locas. Aquello no tuvo nada extraordinario, más allá de lo extraordinario que es que una persona con problemas de salud mental esté ahí, con 23 años, un niño de cuatro... Es un drama.
drama social
-¿Es María Isabel Gutiérrez un arquetipo a través del cual habla usted de los marginados de la sociedad?
-Sí. Me interesa la locura, la cárcel, la droga... Lo quinqui. Vengo de un entorno y un pueblo que es muy así. Cuando pensamos en lo quinqui nos viene a la cabeza un tío como el Lute, o las imágenes del motín de Carabanchel, en las que son todo hombres en la prisión. O aquellos que se tragaban cosas y se autolesionaban para poder salir. Y sin embargo también hubo mujeres en esa época que se enfrentaron. Eran menos pero también estaban ahí. Nosotras también podemos ser muy quinquis, e Isabel era el ejemplo perfecto de que lo éramos.
-Utiliza un estilo narrativo y lenguaje oscuro y arrabalero. ¿Por qué?
-Sí, lo he intentado. Utilizo muchas veces palabras como 'puta' o 'joder'... Es un libro un poco malhablado, pero es que su mundo era así y el mío también. Es algo paradójico, porque cuando he encontrado su voz en documentos oficiales, en su mayoría policiales, me encontraba con declaraciones suyas como que «había sustraido tal objeto de tal sitio», y me apuesto la cabeza a que ella nunca dijo algo así. Ella habría dicho más bien que había «robado unas movidas». En ese sentido ha sido un poco como traducirla.
-¿Qué otros aspectos de la investigación destacaría?
-Me ha llamado la atención que en Bilbao tenemos bastantes experiencias, a través de libros y documentales, para conocer con bastante detalle cómo era la prostitución en la calle Cortes en los años 60, 70 y 80. Sin embargo de la calle San Pedro de Santander no hay nada de información, ha sido alucinante. Hay un capítulo entero dedicado a ese aspecto. Me ha dado mucha pena darme cuenta de la falta de memoria que hay en Santander en este tema. Igual desde el País Vasco ha habido más recursos a la memoria, es algo que he notado un montón.
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