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Un libro en el que está implicado todo un pueblo. Así puede definirse el singular álbum 'En una aldea cántabra' (Valnera Ediciones), de Gustavo Cotera, que ve la luz hoy lunes y será presentado el próximo sábado, día 6, dentro del programa de la ... Feria del Libro de Santander, Felisa. Durante más de diez años Gustavo Cotera, el dibujante y gran divulgador de los mitos y emblemas seculares, autor de la emblemática obra 'Trajes populares de Cantabria', trabajó con sus convecinos del pequeño Concejo de Rudagüera para formar las escenografías que recoge ahora en un libro, a modo de álbum fotográfico, bajo el epígrafe 'En una aldea cántabra'. La singular creación es una de las citas de referencia que tendrá su puesta de largo en Felisa, la Feria del Libro de Santander. Un total de 271 fotografías, tratadas individualmente, que pretenden retratar ambientes similares a los que pudo tener Cantabria entre finales del siglo XIX y principios del XX, configuran la creación editada por Valnera. Imágenes fotografiadas por Javier Ruiz, con prólogo de Aparicio Gómez, conforman la autoría de esta serie que será presentada en Felisa el próximo sábado, a las 17.15 horas.
Cotera (1949), autor de 'Mitología de Cantabria', ha construido su trayectoria a través de la divulgación y la reinterpretación del folclore y la etnografía.
Diez apartados estructuran la obra de acuerdo con las fotografías destinadas a cada sección desde el preludio de Portalada a La niñez (30, la más amplia), Arriba en la ermita (13), Lavanderas (21), Tipos (27), Retratos (24), más las Escenas (36) y un epílogo. En el prólogo Aparicio Gómez apunta que es este «el libro de la imagen que ya no existe, la reconstrucción de unas semblanzas de aldea cántabra donde se ha documentado desde el clavo de la abarca hasta la estampa del santo que se camufla con pátina de humos en la pared de la cocina donde se hila». En fotografías de estas estampas de estilo antiguo cabe el pictorialismo de Ortiz Echagüe o el efectismo que consiguió en las estampas campurrianas Julio García de la Puente. En la citada Portalada, el propio Gustavo Cotera subraya que a finales del XIX, la escuela literaria de Pereda había ganado para Cantabria la palma del costumbrismo, «algo que no iba a reflejarse ni en la pintura ni en la fotografía, salvo honrosas excepciones». Descontando el rincón pasiego, destaca el autor, escasean las estampas de tipos y costumbres del país. Cotera, «como un juego», comenzó con los vecinos de su pueblo a «dar vida a nuestras fiestas locales: recuperamos marzas, picayos, enrames y el flamear de sayas y delantales; volvieron a sonar los pintados panderos y las mujeres aprendieron a hilar, siquiera para ser retratadas».
Como dibujante, confiesa, «sabía del poder evocador de las imágenes cuando contienen una razonable dosis de verismo. Si este ensoñar viñetas, borradas del paisaje, sirve a las generaciones venideras para conocer qué aspecto tenía la gente que transitaba las camberas de Cantabria en los últimos años del XIX, mis paisanos y yo nos daremos por satisfechos», concluye.
Animalista, Cotera obvió las escenas de aradas, acarreo y matanzas, y solo aparecen en el álbum «aquellas ovejas y cabritas que, curiosas, se acercaron a ver qué hacíamos prados arriba y abajo». La indumentaria reflejada en las imágenes no es lo que se entiende por traje regional, precisa el autor, pues «ya se había arrinconado décadas atrás, y el campesino cántabro vestía al uso general de gran parte de España; a caballo entre dos siglos, apenas las abarcas y los pantalones remontados ponían cierto color local».
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