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Bernarda Fink reconoce que tiene «un amor particular» por Schuman. 'Amor y vida de mujer' es un ciclo que le atraía especialmente desde su época ... de estudiante en Buenos Aires, pero se resistía a entrar en un estudio para interpretarlo, porque «ya se habían hecho muchas grabaciones bellas previamente», explica. «Tú lo harás de otra manera», le dijeron entonces. Esa manera incluye la versatilidad de la aclamada mezzosoprano argentina, que este año es una de las profesoras del Encuentro de Música y Academia de Santander e interpretará mañana piezas de Schubert y Wolf en el Palacio de Festivales.
– ¿Qué espera de este encuentro?
– Es un honor que me hayan llamado, elegido, para ser parte de esta increíble familia, porque me doy cuenta de que es eso; una familia de altísimo nivel, muy unida. Estoy empapándome en el concepto, al que le encaja perfecto el término encuentro. No solo con la música; también entre profesores y estudiantes. Esta fórmula de tocar juntos para mí es muy original. No la he visto en ningún otro lugar y me parece espectacular.
– Esa mezcla es justo lo que se escucha de fondo, mientras ensayan, profesor y alumnos.
– Lo pude vivir presenciando algunos conciertos y realmente es eléctrico. Muy mágico. Nos enseña a nosotros también a acercarnos más a los estudiantes y crecer juntos. La enseñanza de la música, y, en mi caso, del canto, es algo que va mucho más allá de lo intelectual y lo verbal. Es una cosa física de transmisión de espíritu y de actitud. Me doy cuenta, a mis casi 67 años, de la importancia que han tenido cursos que he tenido como estudiante a temprana edad.
– ¿Qué le viene a la cabeza al pensar en esos inicios?
– Aún tengo mis cuadernitos donde anotaba todo. Vivía escuchando a los demás con atención. Es el día de hoy que sigo aprendiendo de aquello, porque hay muchas cosas que uno entiende más tarde. Semillas que se siembran, que quedan y brotan dando frutos años después, incluso. El canto está dentro del cuerpo y cada uno tiene un instrumento distinto unido a un físico y un alma diferente. Esta enseñanza tiene una gran necesidad de conocimiento, pero también de intuición para meterse en el cuerpo del cantante e intentar encontrar llaves para abrir puertas y explotarlo al máximo.
– ¿Qué semillas de enseñanza le gustaría sembrar aquí?
– ¡Todas! Hay tanto para dar… Una semana es cortísimo tiempo, pero por eso les digo a los estudiantes que traten de anotar, porque no se puede asimilar todo, pero hay que tratar de retener, aunque sean las ideas y después masticarlas durante un tiempo.
– Afirma que cantar es volcar nuestro interior hacia fuera. ¿Qué ve el espectador del interior de Bernarda Fink cuando canta?
– Cada uno tiene un carácter particular, y eso es lo fantástico. No se pueden comparar dos voces y no es suficiente tener una herramienta bien pulida, técnicamente perfecta, con todas las habilidades. Tiene que haber algo más, porque a través del instrumento que es la voz, sale el alma del intérprete. Nuestro trabajo es que la luz del mensaje que la música quiere dar, salga lo más puro posible.
– Hablando de ego; ha trabajado con múltiples directores. ¿Es difícil adaptarse a cada estilo?
– Todo depende de quién es la persona con la que estamos trabajando. Tiene que haber una compatibilidad de entrada, pero a veces hace falta un tiempo para acomodarse a la personalidad del otro. Especialmente en la ópera donde participa tanta gente. Esa es la cosa bella de la música. Juntos somos fuertes. Somos uno. El fenómeno de una orquesta es simbólico para el mundo entero; todos reunidos, tocando instrumentos diferentes para tener un resultado común.
– Hablando de resultado común, recibió con su hermano el premio más importante a nivel cultural de Eslovenia, de donde proceden. ¿Qué supuso?
– Me siento muy privilegiada de tener a este hermano. No solo porque lo respeto mucho como cantante, sino por su personalidad tan amable y generosa. Somos seis hijos en la familia y la música ha tenido mucha importancia. No a nivel formal, lamentablemente. Mis padres se fueron como inmigrantes huyendo de la guerra y de un pasado muy sangriento. No había dinero para comprar instrumentos, ni para tomar lecciones, pero el canto no nos lo impedía nadie y mis padres cantaban muchísimo.
– Dice que es el lenguaje emocional con el que mejor se entendían en su familia
– Tal cual. Crecí en un tiempo en que todavía no se decía a los hijos te quiero, ni se daban tantos abrazos. Al menos mis padres, que nos dieron una educación excelente, pero austera en ese sentido. Ellos habían cantado en Liubliana antes de la guerra, habían estudiado piano y violín, se conocieron en el coro de la iglesia e iban a la ópera, cosas que nosotros no tuvimos. Por eso nos cantaban tanto. Lo hacíamos a dos, tres, cuatro voces. El canto coral fue el comienzo de todo y después tuve que hacer un proceso fuerte para despegarme del coro y ser yo misma.
– ¿Se habría imaginado una vida en silencio?
– Probablemente podría haberme expresado de otra manera. Yo nunca me imaginé poder ser cantante de ópera. Tuve que hacer un trabajo intenso para dejar de ser una perla en el collar y ser un diamante que brilla solo, pero estoy agradecidísima a la vida de haber podido recorrer este camino. Cada propuesta siempre fue un regalo que me caía. Ahora siento que es mi deber dar a los jóvenes como estos alumnos, algo de lo que he podido aprender en la vida.
La última semana del XXI Encuentro de Música y Academia comienza con una nutrida programación para hoy. En la Sala Pereda del Palacio de Festivales y patrocinado por El Diario Montañés, el primer concierto tendrá como temática principal el 225 aniversario del nacimiento de Franz Schubert (19.00 horas). En el mismo lugar, la Gala de Canto incluirá piezas de Mozart, Donizetti, Verdi o Bellini a cargo de diversos intérpretes (20.30 horas). Un recital en la Iglesia Parroquial de Pedreña (20.00 horas) y la última cita de 'Los Lunes Clásicos' (22.00 horas) de la UIMP completan la propuesta musical de esta jornada.
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Ana del Castillo
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