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Cuatro voces desde cuatro esquinas. Un editor, una librera y dos escritores reflexionan sobre la lectura, el mercado, los lectores, las zancadillas que viven en sus oficios pero, sobre todo, en lo necesaria y sanadora que es la literatura.
Jesús Herrán Editorial Valnera
Para este veterano editor el día ... de hoy, en realidad, recuerda lo que se debería estar haciendo todo el año que no es otra cosa que acercarse al libro y comprarlo para leerlo. «Pero como no se consigue se organizan grandes ferias y otras sin sentido, porque parece que todo el mundo quiere tener una». Él se queda con el dato de la celebración «del recordatorio de que el libro está ahí pese a todos los ataques que está teniendo». Confiesa que para él, además de una forma de vida, los libros desde su infancia «han sido una salvación y los mejores compañeros cuando me han venido mal dadas». No reniega de otras formas de ocio como pueden ser la televisión o el cine, pero, en su caso, se agarra como un naufrago a una lectura en los malos momentos. «Y no debo de ser el único porque está constatado que durante la pandemia se leyó más que nunca». Pero, cuando las cosas le van bien un libro es para él, un gran compañero.
Las palabras de Jesús Herrán se vuelven más pesimistas cuando se refiere al sector. «Tenemos un gran problema. Se produce mucho pero no se vende tanto. Aunque para mí, el principal peligro que sufre este sector es la falta de lectores». Una falta que, según percibe, se da tanto en los jóvenes «porque cuando llegan a una determinada edad en las escuelas y en los institutos se apuesta más por la productividad. Es decir, por sacar adelante los exámenes» como en los adultos «porque cuando llegas a una presentación de libros o cualquier otro acto cultural se ven muchas calvas y muchas arrugas. No veo relevo generacional».
¿Y cómo podría solucionarse esta falta de lectores? «Es algo que debería empezar en las escuelas. Y aunque reconozco que los maestros ahora mismo están haciendo una labor ejemplar en los primeros años, luego viene eso que yo llamo los años de productividad. A los profesores de los institutos nadie les va a juzgar por si sus alumnos leen mucho o poco sino por si aprueban más, aprueban menos o sacan mejor nota media que la de otros institutos». Herrán también nota un escaso «o nulo» apoyo por parte de la Administración «que está eliminando curso por curso las Humanidades. Mientras esto siga así, vamos a tener un problema». Por último también pide a la gente que lea, «que no adquiera libros para tener un adorno más o por un impulso de algo que haya visto por televisión y que compren calidad» y esto lo dice porque «ante escasa venta de libros, muchas editoriales han abierto la espita de la autoedición que cobra a los autores y esto es muy peligroso porque antes, que te publicasen un libro era una garantía, un sello de calidad y de haber pasado un filtro que hoy en día no existe».
Carmen Alquegui Librería La Vorágine
Mucho más que una librería, en Santander La Vorágine ha sabido crear en los últimos once años una comunidad de resistencia «a los embistes que se crean en torno al libro». El espacio, en la calle Cisneros 69, está hoy de celebración tal y como señala Carmen Alquegui. «Porque para los libreros es un día de fiesta y, sobre todo, de intentar poner en el centro la relación entre las personas que leen libros y las librerías. Algo que nosotras intentamos hacer a diario, pero , es verdad, que hoy hay muchos más canales a nuestra disposición y mucha más gente pendiente porque a nivel estatal se mueven campañas y porque nosotras mismas promovemos acciones concretas que le dan un valor especial a esa relación entre las lectoras y lectores y los espacios en los que están los libros. Sobre todo en los espacios de cercanía como es La Vorágine».
Alquegui reconoce que el de hoy es un día «en el que hacemos un pequeño esfuerzo extra que no podemos hacer durante todo el año porque no somos grandes, ni tenemos los medios de las grandes» para el que cuentan con el apoyo de toda esa comunidad que han ido creando y mimando desde que abrieron sus puertas. «El contacto con los lectores es imprescindible. Hay que olvidarse del término librería tradicional y convertirse en un espacio de encuentro que además de vender ejemplares programe actividades y esté próxima a lo que la rodea. Por eso nosotras hablamos mucho de comunidad, un término que engloba a toda la gente, tanto la que compra libros como la que participa como aliada del espacio, como la que nos apoya como voluntaria o la gente del barrio que, en este momento en concreto, nos acompaña en una iniciativa que hemos puesto en marcha y que se llama el 'Barrio del buen vivir'. Procuramos ser cercanos y hasta hemos promovido una serie de visitas de colegios a nuestro espacio para animar a la lectura. Un encuentro en el que invitamos a los escolares a pasar por aquí siempre que quieran para que una librería no les resulte algo agresivo. Es una relación que creamos día a día».
Y la fórmula, pese a los «embistes por parte de plataformas como Amazon u otras grandes empresas y de la falta de políticas públicas para apoyar que los libros se compren en las librerías cercanas» les funciona en La Vorágine porque tras ese gran pico de lectura que se vivió en 2020 y 2021 a causa de la pandemia: «En 2023 se acercó mas gente. No hemos notamos menos lectores, sino que siguen queriendo el libro físico, regalarlo y recomendarlo». Pero no hay ningún secreto para este resultado: «Nosotras consideramos importante ese concepto de librería de cercanía, que son un espacio amable y cercano con la gente de nuestro alrededor».
Berna González Harbour Escritora
La santanderina Berna González Harbour está convencida de que «en tiempos de precariedad y de miseria sumergirse en un libro tiene algo de terapéutico». Ella, que además de periodista tiene siete novelas publicadas y cuenta con un Premio Dashiell Hammett, entre otros galardones, siente que «los libros, la cultura en general, nos salvan la vida». Reconoce que aunque los escritores suelen aprovechar esta jornada para firmar ejemplares o asistir a ferias –ella misma acaba de volver de Puerto Rico de participar en una de ellas– «para mí todos los días son el del Libro» y lo afirma porque ha comprobado que cada vez hay más presentaciones, lecturas colectivas, firmas y encuentros entre los escritores y los lectores.
Autora de novelas, como 'Verano en rojo' (RBA Libros), que recientemente se llevó al cine' o la más reciente 'Goya en el país de los garrotazos' (Arpa Editores), para Berna González Harbour en la actualidad todo lo que rodea al libro, «que se sigan escribiendo, que sigan abiertas las librerías, es un milagro», algo que según dice se habla con frecuencia entre los escritores. «Es un milagro que se debe a frikis como yo, como los libreros y como los lectores en general. Y es que si la maquinaria sigue es porque hay gente que queremos seguir queriendo escribir, plasmar nuestra vida, nuestras historias, nuestros pensamientos o búsquedas en libros, pero, sobre todo, por los editores y porque hay libreros entusiastas que son capaces de contagiar a la gente de esa pasión. Al final, en torno al libro, se ha creado una cadena que crea ese milagro en un mundo en el que predomina la tecnología y lo digital. Gracias también a los creyentes en ese milagro y a los frikis que seguimos picando piedra», afirma. En su caso, reconoce que mantenerse como escritora «es un combate constante con las palabras y por superarte. Por conseguir otras palabras, otras historias, por renovarte porque ya no puedes hacer lo mismo que hiciste la primera vez. Siempre tienes que intentar algo mejor, algo distinto porque este es un camino en ascenso».
Y es que esta cántabra siente que llegar a publicar un primer libro «es como subir una montaña pero el resto es como recorrer una cadena cordillera. «Siempre quieres llegar a la siguiente montaña y, como dice Murakami, hace falta energía física y no solo mental para abordar un libro».
En esa combate que tiene consigo misma para lograr encontrar cada vez mejores palabras y mejores historias reconoce que a la hora de escribir piensa antes en sí misma que en lectores y editoriales. También que es bueno intercalar estilos «pero si los lectores me acompañan, mucho mejor».
Héctor Peña Manterola Escritor
Para el autor de 'Cabárceno'(Titanium), 'Mimo' (Fanes) –que presentó este mismo viernes en la librería Gil– y la antología de relatos de terror 'Mecánica de fluidos' (Cuatro Letras): «Si analizamos la situación actual del mercado del libro –la sola mención de un mercado del libro suena tremendamente aburrida– constatamos que la lectura ocupa un discreto lugar en el mundo del ocio. Vamos, que se lee poco», afirma Héctor Peña Manterola.
La celebración del Día del Libro le lleva a hacer sus propias reflexiones. «Teniendo en cuenta que la escritura es una tarea empática». Sin embargo, tiene motivos para el optimismo. «Esos discretos rayos de sol que atraviesan la prisión de las nubes de tormenta, esos lectores incondicionales que, en vez de apretar el botón del 'on' en el mando a distancia, le roban quince minutos al colchón para leer un par de capítulos de esta o aquella novela».
Y habla desde la experiencia: «Mi carrera literaria ha atravesado varias fases. Desde la publicación de textos en internet, en sus orígenes, hasta llegar al ciclo profesional que consiste en publicar con editoriales tradicionales –te pagan por escribir y no al revés–, realizar giras de presentaciones, acudir a ferias, radio, televisión… A lo largo de estos pocos años uno va haciendo callo. Lo primero que aprende es que escribir es un arte, pero publicar es un negocio. Si el libro se vende, los editores te pedirán que sigas escribiendo. Editoriales más grandes intentarán tentarte. Tu marca personal, de pedigrí el renombre, trabajará por ti», asegura.
Como autor joven, él ha vivido este proceso como «cuando uno se interna en una jungla sin señalización en un sálvese quien pueda. Terminas un manuscrito plagado de errores de novato y pruebas suerte con las editoriales tradicionales, sorteas las falsas editoriales que intentan cobrarte por publicar, lanzas el anzuelo a las turbulentas aguas de la autoedición… y sigues escribiendo, a pesar de que basta con un rápido ejercicio de autoanálisis para descubrir que esto sale de dentro. O se tiene o no se tiene. No hablo del estilo, sino de la pasión», dice el autor que también es miembro de Pórtico, la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror.
Y es que para él, que se formó como historiador, escribir es una pasión que le lleva a seguir sobreviviendo en esa jungla. «Los seres humanos nos guiamos por las emociones. Cuando percibes que si no escribes se te agria el humor… querido lector, siento decirte que estás a ambos lados de la barrera», señala.
Pero también y aunque el mundo gira y los hábitos de lectura hayan cambiado da fe que «con esfuerzo y constancia todo llega».
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