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Sara Baras (Cádiz, 1971) respira flamenco por los cuatro costados. Pausada, reflexiva, quizás intuitiva, afirma que «el flamenco es la banda sonora de mi vida». Hace veinte años que creó la compañía 'Sara Baras' y hoy para, echa la vista atrás y de esta reflexión ... surge 'Sombras', el espectáculo que este fin de semana -viernes, sábado y domingo- clausura la programación de invierno del Palacio de Festivales, en Santander. Un espectáculo cuyo hilo conductor es la farruca, un baile que ha acompañado a la polifacética artista gaditana durante estos veinte años de trayectoria, con el que ha cosechado innumerables éxitos y bajo cuya sombra ha vivido esa evolución constante que la ha llevado a ser lo que es hoy día . En 'Sombras' se conjuga el virtuosismo de su baile con impactantes coreografías; lo tradicional y lo moderno con un juego de recursos técnicos en los que la escenografía juega un papel muy importante, aportando color, texturas y una nueva distribución del espacio escénico. Todo complementado por un espectacular diseño de luces y un fascinante vestuario.
-Todo el mundo ve la palabra sombras por su lado negativo, pero nosotros lo hicimos por su parte bonita. Desde lo que significa la silueta de un bailarín, hasta esas sombras que te acompañan siempre y te hacen crecer y no olvidar. Este espectáculo es la celebración de veinte años de compañía privada en el que hemos pasado por muchos momentos y las sombras que más nos acompañan son los de la farruca que bailé hace más de veinte años. Es un espectáculo con un pequeño hilo argumental, el de una farruca que recuerda momentos importantes de su vida pero desde una visión nueva.
-El más especial es la farruca en sí porque en ella está la soledad, la elegancia, la profundidad... Siempre hay un momento para cada cosa pero de la farruca he aprendido mucho. Es mi momento más especial.
-Me sentía en un momento muy importante por madurez y necesitaba parar y echar la vista atrás para ver todo lo que había pasado. Ver no sólo mi vida profesional, también personal. Parar, mirar, analizar, interpretar, mejorar y cambiar. Normalmente, cuando haces una celebración repites coreografías o personajes que han marcado mucho a una compañía. En este caso, la celebración viene más por poder cumplir ese sueño de ser una compañía privada y seguir subiendo escalones y tener la oportunidad de compartir con el público una carrera. Es una parada para mostrar todo lo que he aprendido y crecido en estos años. Cada espectáculo ha tenido siempre un riesgo para poder subir un escalón más y poder compartir con el público algo más. Es crear algo nuevo dentro de que la base está muy consolidada. Esto era importante, poder recordar a mis maestros, mis momentos, los más duros y también los más bonitos... Poder disfrutar de estos momentos. Puedes elegir y tienes libertad para hacer lo que quieras. Me recuerdo trabajando mucho, con sacrificio y agradezco al público que gracias a él podemos seguir aquí. Esto me ha vuelto a ilusionar porque en este arte cuanto más sabes más te queda por aprender.
Zapatea como nadie. Sara Baras reconoce que «es mi forma de hablar» y siente que es más valiente en el escenario que en la vida.
–¿Qué siente en el escenario cuando baila y zapatea?
–Es mi vocabulario, mi forma de hablar. A veces tengo más facilidad para contar algo bailando que con palabras y siento que soy más valiente en el escenario que en la vida, sin contar desde que soy madre. Me doy cuenta de que si estoy reivindicando algo mi zapateado es diferente y si te quiero acariciar mi forma de mover la cabeza y los brazos es distinta. Porque todo pasa por el colador de tus sentimientos. A veces notas la energía y no sabes que te estoy diciendo pero sabes que te estoy diciendo algo. En el escenario tienes que dejarte llevar por el corazón. Cuando era pequeña quería bailar lo más difícil posible y después cuando crecí note que lo más difícil no está en la velocidad o en un paso complicado. Las cosas no es el qué se dice sino el cómo se dice y en el baile es igual, una mirada, una parada, un gesto, un silencio... después ya llega la velocidad y la fuerza.
–¿Cómo está el mundo de la danza y del flamenco?
–Tengo muchos compañeros maravillosos con un arte y una calidad bestial. Pero soy una enamorada de mis maestros. Es una mezcla de respeto la tradición y a los maestros, porque gracias a ellos estamos hoy aquí, y luego hay gente maravillosa, a la que también admiro. Todavía siento dolor cuando veo que se ha perdido esa gran generación de maestros.
-Miro atrás y me siento muy orgullosa de mi trabajo, de no haber bajado nunca la guardia y de haber tenido tantas representaciones. Somos un equipo y todos juntos hacemos cosas serias y me siento muy orgullosa de esto también.
-Le diría gracias por tu valentía. Empecé un proyecto con toda la ilusión del mundo, pero no sabía lo que me iba a encontrar. No debes verte nunca hundido, sino que hay que trabajar, confiar, tener entrega... Nuestro arte necesita una técnica increíble, pero si el corazón no está no se puede hacer nada. Tienes que luchar y aportar siempre algo más. Ir creciendo en cada espectáculo. Recuerdo cuando interpreté mi primera farruca, que era un baile de hombres que no solían bailar las mujeres. Al principio me marcó mucho, aunque yo siempre pensé que podía bailarlo con respeto. Estas cosas te marcan y por eso le agradezco a esa Sara lo valiente, fuerte y curiosa que era, su entrega total.
-Soy una persona con mucha suerte porque no lo he sentido nunca, he crecido dentro de una generación que no me ha discriminado. La primera vez que formé mi equipo no tenía nada, solo pasión... Éramos un equipo de gente joven que nos valorábamos por lo que éramos, independientemente de todo lo demás. Por otro lado, soy una enamorada de las mujeres valientes que anteponen sus ideales y sentimientos a todo. Cuando bailo busco mujeres fuertes como 'Juana la Loca', 'Mariana Pineda', 'Carmen'... un personaje al que adoro. Mi madre es una mujer de bandera, mi abuela es una mujer de bandera y mi hermana también. Nunca he sentido ningún tipo de actitud fea.
-El flamenco no es un trabajo de ocho a tres, es una forma de vida. Es la banda sonora de mi vida, es algo que uno lleva dentro. No dejas de ser flamenca a las tres y lo vuelves a coger a las cinco. Es un mundo muy especial. Me ha dado la satisfacción de tener amistad y cercanía con maestros a los que he adorado y sigo adorando como Paco de Lucía, Camarón, Morente, Antonio Gades... Son maestros que aunque no estén, están muy dentro de mi. Le doy las gracias porque no entendería la vida sin este ritmo, este compás, este silencio tan bonito, no sólo del flamenco, sino de la magia del directo. Si no hay verdad no puedes crecer. Por muy trabajadora que seas si no hay un algo más no sale. Y al revés, por mucho talento que tengas si no lo trabajas tampoco sale. Es un arte muy completo, que adoro y que te enseña a vivir con esa verdad.
-Mi madre desde chica me enseñó a amar el mundo de la cultura y el flamenco de manera especial. Este arte es pasional y sin esa pasión no puedes entender hasta que punto puedes estar dentro de este mundo.
-Nace porque tienes que tener algo especial, pero después tienes que trabajarlo. Tener un pellizco no es lo mismo que tener una carrera y un lenguaje abierto. Es como si alguien escribe bonito pero deja de leer y pierde vocabulario y expresiones para dar un significado especial a lo que escribe. Hay que nacer con algo especial y después estudiar y trabajar.
-Me veo intentado hacer algo bueno, compartir mi sabiduría y ayudando a la gente que lo necesita. Lo más importante que me ha pasado en la vida, siempre quitando a mi hijo, es tener una voz propia para poder ayudar a gente que lo necesita. Soy madrina de la asociación Mi princesa Rett y colaboro en muchos proyectos sobre el cáncer o el Síndrome de Down. Esto le da un sentido diferente a la vida. A lo mejor cuando ya no tenga fuerzas para bailar sí tendré fuerza para transmitir lo que tengo con coreografías o enseñando a los jóvenes bailarines. Ayudar a los demás me da la vida. Ayudar no es una obligación, es un privilegio que espero tener siempre.
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