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La concienciación y compromiso con la memoria, particular y colectiva, es quizás una de las señas de identidad del presente. Frente al peso de la tecnología y el tiempo acelerado, los fondos documentales y sus bibliotecas personales contribuyen a preservar su memoria y a generar nuevos proyectos que ahondan en el conocimiento de nuestro pasado y ayudan a entender mejor erl mundo contemporáneo. El interés que fondos y bibliotecas familiares o personales han despertado en los últimos años en la sociedad, «evidencia la importancia de su conservación y acertada gestión para ponerlos al servicio de la memoria colectiva».
En palabras de Cristina Losada, directora académica y profesora del Centro Universitario, Ciese, Fundación Comillas, «la singularidad de este tipo de legados familiares radica en la heterogeneidad de materiales que lo conforman y en la variedad de sus soportes y tipologías». Por ello, cada una de estas colecciones, fondos o archivos personales -refiere- «precisan de ser sometidas a los procesos de catalogación pertinentes con la finalidad de ponerlos en valor y hacerlos accesibles a los investigadores, generando así conocimiento y nuevos proyectos académicos». Desde hace tres años en que se impulsó su creación, a través del Ciese Comillas, el denominado Centro de Investigación Histórica Regional aglutina diversos archivos y bibliotecas familiares o personales que, en su opinión, «de no ser cedidas corren grave riesgo de desmembrarse y desaparecer». Ahora, en vías de su consolidación, este proyecto se ha visto reforzado y potenciado con la cesión de la Biblioteca y Archivo de Carmen González Echegaray, la historiadora, estudiosa y escritora recientemente fallecida. Sus herederos entregaron al Ciese-Comillas, centro adscrito a la Universidad de Cantabria, su importante Archivo y Biblioteca, cedidos para su uso público, una vez reciba su oportuna catalogación y digitalización. Fue voluntad de la pionera en la investigación histórica, que su biblioteca permaneciera en Cantabria y contribuyera al conocimiento de la historia regional. Cedida a este Centro Internacional de Estudios Superiores del Español y la Cultura Hispánica, constituye uno de los fondos más importantes sobre temas regionales: una colección de unos 3.000 volúmenes editados desde el siglo XVIII hasta la actualidad, algunos de difícil localización en otras bibliotecas. Sus herederos entregaron al centro adscrito a la Universidad de Cantabria «para su uso público, una vez reciba su oportuna catalogación y digitalización».
Junto a ello suma un fondo de documentos manuscritos originales de los siglos XVII al XIX, donde destacan algunas de las «ejecutorias de hidalguía bellamente iluminadas». La Heráldica y la Genealogía tienen en este fondo una destacada presencia, y también los temas de Historia, así como de etnografía.
No obstante una parte importante del Archivo lo constituye la colección fotográfica generada por González Echegaray, muy aficionada a la fotografía como testimonio gráfico del Patrimonio Regional. Son miles de fotografías de paisajes, casonas, iglesias, ermitas, portaladas, escudos, restos arqueológicos, elementos etnográficos..., que constituyen, en sí mismas, un verdadero inventario artístico regional. A ello se añade un «excepcional fondo de material fílmico, testimonio único de los certámenes cinematográficos que se realizaron en esta región durante la segunda mitad del siglo XX».
Numerosos trabajos y notas manuscritas de la historiadora, donde se recogen cientos de noticias sobre los artistas de la región, como canteros, escultores, pintores; e historias familiares, genealogías, descripción de lugares, barrios, casonas, completan el legado. La documentación de la familia González Echegaray, subraya Losada, «permite seguir una historia cultural del siglo XX en la región, comenzando por la actividad de una historiadora en una época en la que la mujer todavía no se había incorporado en gran medida al quehacer historiográfico». Y a ello se suma numerosa información sobre sus hermanos Rafael y Joaquín, también destacados historiadores. Este legado, en realidad, se ha incorporado a los fondos históricos ya cedidos al Ciese y que actualmente están en proceso de inventario, catalogación y digitalización para su consulta pública.
El interés de la dirección académica por rescatar otro importante legado, el Fondo Correa, generado por el comillano Antón Correa (1923-2008), logró que sus herederos lo cedieran al centro universitario en 2015, iniciando la creación del Centro de Investigación Histórica Regional Casi mil volúmenes entre colecciones, monografías, revistas, publicaciones periódicas, manuscritos originales, fotografías, negativos en vidrio, tarjetas postales, fichas biográficas, cartas, etc., conforman el Fondo Correa, «clave para estudiar el Modernismo tanto de Cataluña como de Comillas, así como el mecenazgo de los marqueses y todo el elenco de artistas vinculados a sus obras en la villa y Cantabria». Con sus fondos se puede «escribir las biografías de ilustres personajes nacidos en esta villa costera desde el siglo XVI al XIX, o reconstruir la historia de la Compañía Trasatlántica a través de los materiales documentales y gráficos reunidos».
Después se ha sumado sucesivamente la cesión a este centro universitario de otros fondos y colecciones procedentes de Comillas y alrededores: la Colección Fotográfica El Capricho de Gaudí que ya ha sido digitalizada en su totalidad y que contiene cerca de medio millar de imágenes en distintos soportes. La Colección Fotográfica Quijas, un notable legado que recoge la Cantabria rural de finales del siglo XIX. También se han digitalizado las colecciones fotográficas de Ángel Viadero, Iñigo Aguilar o Juan Ramón Vega o el Fondo documental y fotográfico de la familia Moro que, sin duda, «lo consolidan como un Centro de Investigación».
Celestina Losada, historiadora del Arte, cuya labor es habitual en el ámbito de la investigación sobre el Patrimonio histórico-artístico y en la gestión de fondos y archivos documentales y gráficos, avala la eficiencia de este centro de investigación regional como «generador de proyectos y asegura la transferencia del conocimiento. Ahora, el Seminario Mayor vuelve a llenarse de libros y documentos, con unos fondos históricos que no compiten, sino que se complementan», apunta.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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