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Ha llegado el momento de la exposición de los resultados de los seis proyectos seleccionados en la XXIX convocatoria de Becas de Arte de la Fundación Marcelino Botín. Itinerarios, transiciones, movimientos, miradas al futuro, lugares activos por los que se discurre, se camina y se ... piensa. Dentro de la variedad de los proyectos de esta convocatoria, se ha abierto una línea que se teje, se enlaza, que reúne a tres artistas que nos muestran una deriva textil. A pesar de sus planteamientos diversos, tienen puntos en común que da coherencia a sus propuestas.
Belén Rodríguez (Valladolid, 1981), nos ofrece una gran instalación en la que todo parece estar relacionado por un mismo ritmo. Unas enormes telas, descartadas por una fábrica textil, caen desde el techo para tejerse sobre el suelo en una inmensa alfombra. De un bastidor, cuelga un tapiz vertical de pequeñas telas entrelazadas que se prolonga en el suelo y sobre el que se proyecta el vídeo de las tablas de un xilófono que da forma a un tejido musical, como si las telas tuvieran su propio ritmo, como si se prolongara el ritmo visual en el sonoro. Un mono de trabajo, 'Chaqueta de granjero' exhibe una estructura similar, realizado en un telar casero de alto lizo, con la trama y la urdimbre teñidas por separado con la técnica japonesa ikat, con tintes obtenidos de materiales del bosque de Cantabria, cortezas de roble y abedul.
Belén Rodríguez plantea su obra como un elogio de la lentitud, de la sostenibilidad, del uso de materiales autóctonos, de la preservación de los recursos naturales. Ha trabajado sobre la tradición japonesa de los textiles artesanales realizados con fibra de banano o de ortiga con los que se elaboraba el tejido bashofu, ligero, cómodo y fresco, una tela que se usaba para hacer el kimono de verano, para los obis y los trajes para las danzas, y para tejer y remendar las cómodas chaquetas de granjero. El mismo esquema del tejido se repite en diferentes escalas, en cada parte de la instalación, como el mismo sentido de la manualidad, del reciclado y la sostenibilidad.
La técnica de zurcir la ropa deteriorada entre los campesinos de Japón acaba siendo una forma de bordado, de compleja decoración, con un espíritu similar al de la técnica de reparar las vasijas rotas que hacen de las líneas de fractura parte de la decoración. Me han recordado a las grandes túnicas de los monjes trapenses en las que la gran cantidad de zurcidos acaban creando un tejido nuevo, decorativo, misterioso y abigarrado. Remiendos que son motivo de orgullo, que son ejemplo de un trabajo que muestra una forma lenta y sostenible de relacionarse con el mundo.
Alice dos Reis (Lisboa, 1995) ha realizado un trabajo de regreso a sus orígenes, a los misterios de su infancia en la Serra da Gardunha, en la región de la Beira Baja, famosa por la alta incidencia de fenómenos paranormales. Alice dos Reis los enfoca desde el punto de vista de la evolución de lo que en principio eran apariciones de santos o vírgenes, hasta llegar a ser avistamientos de ovnis, de seres extraterrestres. Es el relato compartido el que da forma al misterio, hay una relación profunda entre los corros en los que se bordaba y las historias órales que se contaban sobre las apariciones de las vírgenes o los ovnis.
Las historias locales se unen a los mitos familiares, a las historias transmitidas oralmente, como la del bisabuelo que se encontró en la montaña con el hombre del Sol, un ser con la cabeza en llamas. Estos mitos, en la exposición, toman forma en el tiempo lento del intercambio y del bordado, y en una película, 'Nuestra Señora que arde', rodada en 16 mm, en la que se relaciona el embarazo no deseado de una vieja gata con la energía de los ovnis que pueden interrumpir la gestación, en un ambiente onírico y de fuerzas sobrenaturales.
La montaña, arrasada por los incendios, tiene algo de paisaje lunar que es recuperado, que cobra vida en el trato minucioso del bordado. La experiencia de esa naturaleza misteriosa se materializa en cuatro tejidos de puntadas ortogonales en los que, como exvotos, vemos a los ovnis en su hangar dentro de la montaña mágica, una esquematización geométrica, realizada en el tiempo lento de los ritos y conjuros, que aleja, oculta y hace familiar el misterio de la montaña, lo maravilloso cotidiano, las luces que encienden la imaginación.
Laura Fernández Antolín (Valladolid, 1993) ha trabajado en torno a los rituales del sueño y de los sueños, del territorio onírico como espacio para el viaje. Es un trabajo realizado durante su residencia en una fábrica textil medio abandonada en Vilnius, Lituania. Nos presenta una gran instalación, titulada 'Drive your dreams', conduce tus sueños, permeable al público, interactiva, habitable, realizada con los materiales textiles de vehículos abandonados. Una construcción modular, formada por alfombrillas de vehículos abandonados, teje una gran alfombra sobre el suelo, tras la que se eleva, escenográficamente, un castillo textil realizado con las fundas que se utilizan para cubrir los coches. Al lado, hay unos muebles, una especie de sofás formados por la acumulación de la parte interna de los asientos. En la pared, seis pequeñas obras, 'sueños sobre vidrio', en las que las transparencias, las pequeñas figuras dibujadas de color, las sombras, parecen recrear el misterio inconsistente y frágil de los sueños. Es una instalación realizada con elementos reciclados, un lugar donde estar, un espacio habitable.
El movimiento se ha detenido para dar paso al tiempo lento de los sucesos oníricos, de los recuerdos y el intercambio, de las historias que se desplazan y se entrelazan. Plantea una convivencia de lo pequeño y lo grande, de diminutos vidrios soplados que adornan sus sueños escritos sobre cristal, frágiles y transparentes, al lado del enorme castillo textil que cuelga desde el techo.
La descontextualización de los materiales, los rellenos de los asientos convertidos en muebles improbables, dan forma a una propuesta emotiva y relacional frente al mundo mercantilizado y agresivo de la vigilia, dan paso al espacio creativo, primitivo y mítico de los sueños. El proyecto toma forma por medio materiales de desecho, al margen de la velocidad y las motivaciones competitivas, dormidos para emprender el viaje de compartir sueños.
Son tres propuestas personales y diversas que tienen en común el elogio del tiempo lento, la vocación de sostenibilidad, de reciclado, de tránsito entre la realidad y el espacio imaginario, la reivindicación de la manualidad, del pensamiento realizado por medio de las manos, con un sentido que se prolonga en un espacio social de relaciones cercanas.
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