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guillermo elejabeitia
Gijón
Miércoles, 18 de mayo 2022, 19:03
Las escuelas de cocinas están llenas de mujeres y, sin embargo, son pocas las chefs que consiguen hacerse un hueco en la cumbre. Sobre ese techo de cristal que aún impera en el sector reflexionaron este miércoles algunas de las profesionales más reconocidas del país en la clausura del Congreso de Gastronomía, Mujeres y Medio Rural FéminAS, celebrado a lo largo de tres días en el suroccidente de Asturias.
Elena Arzak, Fina Puigdevall, su hija Martina Puigvert y la guisandera asturiana María Busta hablaron largo y tendido de su experiencia como cocineras y madres. «Quien diga que es fácil miente, a todas nos hubiera gustado estar más tiempo con nuestros hijos, pero eso no nos convierte en malas madres».
Moderaba, o más bien atizaba la conversación, la periodista Pamela Villagra, que puso sobre la mesa algunas de esas preguntas -«¿Con quién dejas a los niños? ¿cómo lo haces para llegar a todo?»- que casi nunca se hacen a los hombres. «Mis hijos pasan mucho más tiempo con su padre que conmigo, ¿y qué? El problema es que la sociedad todavía te pide explicaciones», protestaba María Busta. Para Elena Arzak, nacida y criada en una familia de larga tradición hostelera, el hecho de que las mujeres estuvieran entregadas al trabajo era lo más natural. «Mi madre se pasaba el día al pie del cañón, nunca se me pasó por la cabeza que por eso fuera peor madre».
Arzak «siempre ha sido una casa dominada por mujeres» y eso ha hecho que los problemas «se resuelvan rápidamente». Por ejemplo, «el año que nació mi hija mayor nacieron otros seis niños en el equipo y salimos adelante», contaba Elena. En el caso de Fina Puigdevall ayudó el hecho de que el restaurante estuviera bajo la vivienda familiar. «Mi madre trabajaba mucho, pero algo habrá hecho bien cuando sus tres hijas nos hemos dedicado a la hostelería», apuntaba Martina Puigvert.
El hecho de ser las dueñas de un negocio familiar les ha facilitado las cosas, pero son conscientes de que no en todos los espacios laborales rigen las mismas reglas. Por esa razón se impone hacer ajustes en un oficio caracterizado tradicionalmente por jornadas interminables y donde las mujeres aún cobran un 25% menos que los hombres.
«Mi abuela no salía del restaurante, nosotras vivimos un poquito mejor», reconocía Arzak. En ese sentido, todas apuntaron la necesidad de ir «educando al cliente para cumplir horarios». En casa de María Busta, «antes no parábamos de dar comidas en todo el día, el público tiene que entender que hay unas horas de servicio». Como en cualquier otro sector.
La receta para hacer de la hostelería un negocio acogedor para las mujeres lleva grandes dosis de «diálogo, empatía y flexibilidad, lo mejor es adaptarse a las necesidades de cada persona y tratar de conjugar sus intereses con los de la empresa», explicaba Elena Arzak. «No podemos permitir que las personas dejen de tener hijos por culpa de un puesto de trabajo».
Entre todas dibujaron un futuro en el que «la igualdad no sea una utopía y donde tengamos una vida y horarios dignos, pero para eso también hace falta saber decir basta», advertía María Busta.
El caso de la vizcaína Zuriñe García, que recientemente tuvo que dejar su puesto al frente del estrellado Andra Mari superada por la presión de la maternidad y que este miércoles no pudo participar en el debate como estaba previsto, «no debería repetirse».
Para eso quizá haya que reformular algunos conceptos. Como decía la viceconsejera de Turismo el Principado, Graciela Blanco, en la clausura del congreso FéminAS, «las mujeres tienen un papel protagonista en la conservación de la memoria gastronómica, pero cada generación tiene derecho a interpretar la tradición a su manera».
Con esta segunda edición del Congreso Internacional de Gastronomía, Mujeres y Medio Rural, FéminAS se consolida como la gran cita culinaria del Principado. Una oportunidad para tender puentes entre cocineras de todo el mundo y para mostrar al público especializado la riqueza del sector primario de una de las regiones más interesantes para los gastrónomos. Si el año pasado tuvo como escenario el entorno de Gijón y esta vez ha explorado el suroccidente asturiano, la próxima edición de FéminAS se celebrará en las Cuencas Mineras, una zona conocida por sus platos de cuchara, su cocina micológica o sus guisos de caza.
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